Amaris
Había pasado una semana entera desde la última vez que hablé con Teo. Una semana entera que llevaba trabajando y la primera que no había recibido ningún mensaje de mi ex, Matt, lo cual se agradece. Después de lo que pasó en el estacionamiento del bar, Teo me había evitado casi insultantemente. Cuando me levanté él ya se había ido y cuando regresé del trabajo, alrededor de la 5 AM, mi padre me informó que se había ido poco antes. Fue como si de repente no quisiera volver a verme y lo peor de todo era que yo sufría esa distancia como nunca me lo había imaginado. Mi cuerpo me pedía volver a besarlo, volver a estar rodeada por sus brazos y también me volvía loca pensando en qué pude haber hecho mal, o por qué era tan frío conmigo después de haber compartido momentos tan emocionantes.
Sabía que se iba a casa porque mi padre lo veía casi todos los días, sólo iba cuando yo no estaba o bien regresaba a horas muy tardías después de haber estado haciendo Dios sabe qué. Por eso, aquella tarde, cuando mi jefe anunció que no tenía que trabajar ese sábado porque cerraba tres días, decidí quedar con él de una vez por todas. No sabía exactamente si iba a aparecer por casa y tampoco estaba del todo segura de querer volver a verlo.
Intentando evadirme de cualquier conflicto emocional que estuviera teniendo lugar en mi mente, me dirigí a la cocina, ya que ese día mi madre y yo íbamos a ver unas películas mientras cenábamos juntas en el salón. Cuando estábamos en Canadá lo hacíamos casi todas las noches y desde que nos habíamos mudado apenas pasábamos tiempo juntas. Mi madre estuvo allí todo el día acompañando a Toti en sus viajes de trabajo o yendo de compras o incluso ayudando a organizar muchos de los eventos y fiestas que organizaba Jones Enterprises cada mes. Pero esa noche estaríamos juntas: Amber se iba a quedar en la oficina hasta tarde y aprovechando que yo no tenía que trabajar, habíamos coordinado nuestros horarios.
Eran más de las ocho de la noche, y a mi madre todavía le faltaba un rato para llegar a casa, cuando decidí hacer roast beef con patatas asadas. Me gustaba cocinar, no era un chef profesional pero se me daba bastante bien cocinar. Estaba cortando las patatas con un cuchillo parecido a los que siempre intentan vender en la tele cuando oí cerrarse la puerta de entrada. Me tensé de inmediato, no sabía si era él pero mi corazón empezó a latir más rápido al oír los pasos pesados de alguien que se acercaba a la cocina.
Los dos nos quedamos quietos cuando nuestras miradas se cruzaron en la corta distancia que había entre la puerta y la encimera de la isla de la cocina donde había dejado el cuchillo. Su mirada fue primero de sorpresa y luego de deliberada indiferencia. No tuve mucho tiempo para molestarme por esa actitud, ya que mis ojos estaban hipnotizados por cómo estaba vestido, pulcramente peinado, con un traje negro, la camisa blanca desabotonada y el pelo cuidadosamente despeinado, enmarcando esos ojos que hacían temblar mis rodillas.
-¿No deberías estar trabajando?- Me pregunté segundos después, cuando ambos, o al menos yo, nos habíamos recuperado del shock de volver a vernos después de once largos días.
Entró en la cocina, rodeó la mesa donde yo estaba cocinando para dirigirse al refrigerador con aire distante y despreocupado.
-Tengo el día libre -balbuceé, todavía aturdida por la increíble
atracción que sentía por él. Las yemas de mis dedos me picaban por el deseo de alborotar más su cabello y desenredar su camisa cuidadosamente planchada.
-Estoy feliz por ti -dijo educadamente.
-¿Dónde has estado? -le pregunté un momento después, dejando caer el cuchillo con un poco más de fuerza de la necesaria. La papa fue cortada rápidamente y accidentalmente dejé una marca en la tabla, haciendo un sonido seco de metal contra madera.
-Por allí -respondió, hablándome desde atrás. No podía darme la vuelta porque de lo contrario notaría lo enojada que estaba. No quería que Teo supiera sobre la horrible obsesión que se había apoderado de mí estos últimos días. Me ponía nerviosa saber que él me estaba mirando, apoyado en el mostrador detrás de mí, mirándome y yo no podía darme la vuelta. -Tienes la espalda quemada -dijo después de un silencio intenso e incómodo.
Sentí su mirada fija en mi piel y me puse aún más nerviosa.
-Me quedé dormida en la piscina -expliqué mientras cortaba más patatas y me concentraba en seguir con mi tarea.
Luego lo sentí detrás de mí, su aliento en mi nuca, hasta que uno de sus dedos recorrió mi piel quemada de un omóplato al otro. Sentí que se me ponía la piel de gallina y me quedé quieta con el cuchillo a medio cortar otra patata.
-Deberías tener más cuidado -me advirtió y luego sentí sus cálidos labios justo en medio de mis hombros, debajo de mi cuello.
Me sobresalté y me alteré tanto que estuve a punto de dejar caer el cuchillo sobre uno de mis dedos. Los reflejos de Teo fueron más rápidos que los míos y detuvo el movimiento antes de que hiciera un desastre. Me estremecí al sentir su mano agarrando la mía con fuerza. El cuchillo se me resbaló de los dedos y me giré para encararlo.
-¿Por qué me has estado evitando esta última semana?- pregunté sin rodeos.
Su rostro se tensó y el calor que irradiaba su cuerpo me golpeó como una ola de calor.
-No he hecho eso- respondió simplemente.
Suspiró.
-Por supuesto que sí, no te he visto en una semana y vivimos en la misma casa- dije, mirando hacia otro lado. ¿Por qué me importaba? Ya había tenido suficiente con Matt. ¿Por qué me metería en otra relación cuando estaba claro que nada bueno podría salir de ella?
-No tengo por qué darte el papel, he estado ocupado, dijo, dando un paso atrás y creando espacio entre nosotros, un espacio que agradecía y odiaba al mismo tiempo.