Teo
Aún no entendía por qué la había invitado a pasar un fin de semana conmigo en Río de Janeiro. Su rostro me vino a la mente en cuanto vi los billetes y el viaje pagado. Ni siquiera tuve que hacerle caso a mi padre cuando me dijo que llevara a Amaris y a mi novia Nicole conmigo... Ya lo habría pensado todo yo solo.
Como se había relajado y nuestra relación era más llevadera, no podía sacármela de la cabeza. Me volvía loco solo de pensar en dejarla sola ahora que estaba amenazada, por no hablar de la rabia que me inundaba cada vez que la imaginaba con cualquier chico que no fuera yo. Solo pensar que había estado en manos de Dan me ponía de mal humor; quería darle un puñetazo en la cara por haberla lastimado. Sin embargo, esa no era la razón principal; eran los nueve meses que la había disfrutado, tocándola, besándola y, si Dios quería, desnudándola...
Las imágenes de Amaris entregándose a cualquiera menos a mí me perseguían día y noche; Nunca me había sentido atraído por un hombre celoso, probablemente porque nunca había reclamado a una chica como mía, y eso me estaba matando. Su forma de sonreír, esa sonrisa infantil... lo que más me atraía de ella era su sensualidad natural. Daba igual cómo vistiera, si llevaba maquillaje o estaba hecha un desastre... cada vez que mis ojos se posaban en ella, mi mente imaginaba mil maneras de hacerla suspirar de placer. Lo que había pasado en la piscina, técnicamente, no debería haber pasado; me había prometido no volver a acercarme, pero ella lo estaba poniendo demasiado difícil. Anoche, quise matarla por todo lo que había pasado con Abel, por ella y porque se había ido con Eros, pero en cuanto vi su expresión de horror ante mis heridas y cuando tocó mi piel desnuda con sus dedos cálidos... simplemente tuve que usar todo mi autocontrol para no devorarla allí mismo, en la encimera de la cocina.
Y lo peor era que estaba ganando confianza. Ya no estaba a la defensiva, y no le importó despertarme con un grito mientras dormía... Ni siquiera se apartó cuando ya no pude contenerme y mis manos comenzaron a acariciarla bajo el agua. Sus piernas eran tan largas, y sus curvas tan sensuales...
Y esa noche salió con ese idiota de Eros, el que no se quedaba atrás para llevarse chicas a la cama o manosearlas a la mínima oportunidad... Mierda, era igualito a mí, pero no podía dejar que tocara a Amaris, no a ella. Era demasiado inocente, una niña, una niña que volvería loco a cualquier chico con ojos.
Me molestó que se escapara con él el día del cumpleaños de mi novia. La quería para mí, quería mostrarle lo bueno de esta ciudad. De repente, quise que cambiara su opinión sobre mí. No soportaba la idea de que no la merecía.
Entonces llamaron a la puerta. Estaba terminando de vestirme, así que me molesté en gritarles que entraran. Mientras me abotonaba la camisa que me pondría esa noche, unos ojos color miel me devolvieron la mirada a través del espejo.
-¿Ya has vuelto a cenar?- Pregunté con sarcasmo, intentando contener las ganas de volverme hacia ella y obligarla a quedarse conmigo toda la noche.
-¿Tienes una fiesta de cumpleaños hoy?-preguntó, ignorando mi pregunta. Me volví hacia ella, intentando parecer indiferente.
-¿Esperabas que me quedara aquí viendo una película, cuñada?-respondí con malicia, disfrutando de verla fruncir el ceño. Sus ojos se oscurecieron al hacerlo.
-Podrías habérmelo dicho. Vera y Julio pensaron que venía. Te están esperando abajo- dijo, cruzando los brazos sobre el vestido negro que llevaba puesto. Era muy ajustado y le llegaba unos quince centímetros por debajo del trasero. Sentí que me enfurecía al pensar en Eros metiendo la mano debajo de ese vestido.
-No tengo tiempo para esto. Si quieres venir, ven. Estarás en la lista-declaré, escupiendo cada palabra. -Pero tu querida amiguita no, así que decídete-me instó, acercándome más. Si no podía tocarla, al menos podía oler ese perfume que tanto me excitaba.
-Me miras como si fuera el malo, pero no sabía que era el cumpleaños de tu novia hasta hace unas horas. Eros me invitó primero. No puedo dejarlo colgado- dijo, entre enfadada y culpable.
"¿Y crees que no lo sabía?", pregunté irritada, sabiendo que Marcos lo había orquestado todo a propósito.
Entornó los ojos un instante, entre sorprendida y enfadada, y luego mostró culpa. Era adorable; se sentía culpable por no haber asistido a una fiesta de la que ni siquiera sabía nada.
No pude evitarlo y llevé una mano a su cintura, atrayéndola hacia mí. Sus ojos buscaron los míos con vacilación, pero también con expectación.
-Vamos, Mi Mar, ven a la fiesta sorpresa de cumpleaños de tu hermanita-le pedí, apartándole el pelo del hombro y dándole un beso ligero. Sonreí contra su piel al ver cómo se le erizaba el pelo. Al menos podía estar segura de que se sentía atraída por mí y de que podía influir en ella, o mejor dicho, en su cuerpo.
-¿Quieres que me vaya?-dijo suavemente mientras mis labios recorrían su cuello.
¿Quería que me fuera? Estaba claro que no iba a poder tocarla en esa fiesta; Nadie podía saber qué pasaba entre nosotros. Tenerla ahí y no poder besarla así... iba a ser difícil.
-Claro que quiero-dije un momento después. No sabía en qué me estaba metiendo, pero era mejor tenerla ahí que no saber dónde estaba ni qué hacía.
Giró la cara y posó sus suaves labios contra los míos en un beso demasiado rápido para disfrutarlo.
-Iré después de cenar-dijo entonces, girándose para salir.
-¿QUÉ?- exclamé más alto de lo necesario, tirando de ella para que no se fuera.
-Teo, no te voy a dejar colgado. Me voy un rato más tarde. Además, tengo muchas ganas de salir con él. Me gusta-me dijo.
Esta chica me iba a matar.