Amaris
Ni siquiera sabía por qué se había dejado convencer para ponerme ese vestido. Era totalmente inapropiado, sobre todo porque se me veía toda la espalda. Había tenido que usar un sostén especial y todo eso, y aun así me sentía completamente desnuda. Pero Vera era insoportable cuando se proponía algo, y una pequeña parte de mí, oculta, quería ver la reacción de Teodoro ante ese vestido. Todo el día se había comportado como si fuera mi amiga, no me había tocado, y por extraño y contradictorio que pareciera, no me había gustado.
Por eso no entendí bien su mirada de disgusto cuando nos encontramos frente a los ascensores. Me miró de arriba abajo, frunciendo el ceño, y por un momento pensé que no le gustaba mi aspecto.
-¿Pasa algo?- pregunté, decepcionada por su mirada. No era la reacción que esperaba. Respondió después de una lágrima: ¿No tienes frío?.
-Estoy bien-dije, y entré al ascensor en cuanto se abrieron las puertas. A mi lado, llevaba unos minishorts azul marino y un top de volantes muy provocativo metido dentro de un bikini azul marino. Estaba mucho más expuesta que yo, y no pude ver a Julio vigilando a Federico, pero él la miraba con el ceño fruncido.
Los chicos nos siguieron. En cuanto llegamos a la planta del restaurante, me quedé maravillada de nuevo con la decoración y la amplitud del lugar.
Los chicos nos siguieron. En cuanto llegamos a la planta donde se encontraba el restaurante, me quedé maravillada de nuevo con la decoración y la amplitud del lugar.
Teo nos condujo al restaurante junto a la piscina. Era muy elegante, de ahí nuestra ropa, y me encantó poder disfrutarlo con mis amigos y Teodoro. Esa era una de las ventajas de que tu padre se casara con una jovencita millonaria; el lujo venía de la mano.
Nos sentaron en una mesa muy acogedora junto al camino que conducía a los jardines y la piscina. Las vistas desde allí eran espectaculares, y pronto estábamos cenando, disfrutando de una agradable conversación y una comida exquisita.
Mi móvil empezó a sonar, interrumpiendo la conversación.
Últimamente, no habían dejado de llamarme desde un número oculto, y aún podían oírme al otro lado de la línea.
-Hola-respondí, y una voz familiar respondió automáticamente al otro lado. Era uno de los chicos con los que había estado jugando al voleibol en la playa; Si no me equivoco, se llamaba Nora. Me explicó el nombre del club y me invitó a ir cuando termináramos de cenar.
En cuanto se lo dije, Vera dio un salto de alegría, y Teodoro y Nicole volvieron a mirarme, desconcertados. ¿Qué demonios le pasaba? ¿Federico tenía papilla?
Cogí el móvil y le envié un mensaje. Sabía que era ridículo, pero si no paraba, me arruinaría la noche.
-¿Qué demonios te pasa?- No has parado de mirarme mal desde que salí de la habitación. Me hizo gracia cómo abrió los ojos de par en par, sorprendido, cuando estaba debajo de las escaleras buscando la comida de Federico, cuando sonó el móvil y leyó el mensaje. Me buscó con la mirada cuando vibró el móvil en mi mano.
-Creo que me gustas más cuando eres tú quien se viste. No deberías ponerte algo con lo que no te sientas cómoda.
¿Cómo supo que era Vera quien me había vestido? ¿Tan obvio era que me sentía absurda vestida así? Vera y Nicole fueron increíbles... Seguro que yo parecía una muñeca grotesca a su lado.
Me picaban los ojos al pensar en hacer el ridículo. Quería dejar a Teodoro sin palabras, y Nicole había conseguido justo lo contrario.
Dejé el móvil sobre la mesa; no tenía intención de contestarle. Nunca había sido de las que se arreglan demasiado, pero me importaba un bledo lo que la gente, sobre todo los chicos, pensara de mí. Que lo hiciera porque Teo se alimentaba de Federico no me hacía sentir idiota en absoluto.
El teléfono volvió a sonar, esta vez más fuerte al vibrar sobre la mesa.
Miré el mensaje y sentí un cosquilleo.
-Estás preciosa, Amaris.
Nuestras miradas se cruzaron y sentí una oleada de calor en mi interior. Si lo decía en serio, tenía una extraña forma de demostrarlo.
Me molestaba conmigo misma que tres simples palabras pudieran afectarme así. No estaba allí para arreglarme; no debería haber rechazado lo que originalmente quería ponerme...
-¡Hola, chicos!-llamó Julio desde su asiento. Ambos giramos hacia él. -¿Qué pasa?
-Nada- respondió Teodoro. Entonces bebí un sorbo de su vaso sin apartar la vista de él.
-Deberíamos irnos. Tengo una cita con Nora en quince minutos y no quiero dejarla esperando-respondí, con ganas de irme. Si Gaby esperaba un agradecimiento mío por su último mensaje, estaba muy equivocada.
Salimos del restaurante y nos dirigimos a la zona del club y el bar. Un brasileño rubio de ojos azules se acercó en cuanto nos vio: Nora.
-¡Guau... Amaris! ¡Estás... increíble!-exclamó, haciéndome sonreír.
¿Lo ves? Esa era la actitud que buscaba. Lo presenté y tuve que contener la respiración cuando Gaby tardó unos segundos más en estrecharle la mano con firmeza.
-El club está ahí mismo y tiene un ambiente genial-nos dijo mi nuevo amigo mientras nos llevaba a un lugar impresionante con dos guardaespaldas en la puerta y un montón de gente esperando para entrar. -Vengan conmigo-le dijo Jessica al portero, y después de mirarnos de arriba abajo, asintió y nos dejó entrar. Dentro, el ambiente estaba cargado. La pista de baile estaba llena de gente bailando y moviéndose al ritmo de la música. Las luces eran bastante intensas, pero en general, era el lugar perfecto para una buena noche.
-Tenemos una cabina ahí mismo- indicó, señalando una zona alejada de la pista, pero ubicada en la mejor zona del club. -Síganme- nos pidió, intentando abrirnos paso entre la gente. Intenté no caerme: esos zapatos eran una trampa mortal y ya me empezaban a doler los pies. En cuanto llegué a la cabina, los cuatro chicos, a quienes ya conocía de mi tarde en la playa, me llamaron con vítores y nos saludaron con furia. Me reí, divertida por la situación. La mayoría de la gente iba acompañada de sus amigos, pero nos recibieron con entusiasmo, y eso hizo que me cayeran aún mejor. No me pasó desapercibido que Nora se sentara a mi lado, y tampoco me pasó desapercibido que Teodoro estuviera a mi lado. Fue muy incómodo decirle: Tío, ¿cuánto tiempo llevas jugando al voleibol? ¡Eres diez veces mejor que cualquiera en estos cafés!-dijo Nora emocionada, ofreciéndome un vaso con líquido. Fruncí el ceño un momento antes de llevármelo a la boca. Desde lo que pasó con Teodoro la noche que lo conocí, desconfiaba de todo lo que me daban de beber.