Amarnos de nuevo

Capítulo 16

Darla Reyes

Un último bloque rojo le da el toque mágico a mi edificio improvisado. Aplaudo, orgullosa de mí misma. Mis diseños extraños con bloques… puede que no sean los más hermosos del mundo, pero son míos. Los construí con mis propias manitas.

Son mi nueva actividad favorita: puedo traer a la vida real mis dibujitos. Puede que no sean los mejores, pero ahí está puesta mi creatividad. No hay nada más bonito que la imaginación.

Armo más edificios pequeños con bloques verdes y blancos. Como casitas para mini humanos.

Es lo único interesante que hay para hacer en el jardín. Podría ponerme a dibujar, pero no. Mis habilidades dibujísticas están reservadas para el cuento de mami y el señor abandonador. Luego volvemos a la programación normal. Existen prioridades, y mis padres son una importante.

Huele a plastilina, me fastidia un poco el olor. No puedo decir "masilla", nadie entiende. Algunos niños gritan, otros corren. A veces empujan, otros duermen, y unos más cantan una canción que la miss enseñó al inicio del jardín.

Pero yo hago edificios. Solita. Mejor así.

Miro la hora en el reloj de jirafa. Aún falta para la merienda. La miss Martina salió con la miss Camila. Dijeron que volverían rápido. Ojalá traigan galletas con leche.

Emily, la molestosa, se acerca. Viene bebiendo un jugo de una marca que odio.

Cómo la miss no está. Por eso viene a hacer maldades.

—Otra vez construyes cosas basura. Niñita fea sin papá. Juegas sola, como siempre. No tienes amiguitos como yo.

—Patas de liendres, no me molestes.

—Tu mamá es fea como tú. Por eso se fue tu papá, a buscar una mujer más bonita.

Me levanto. No lloro. No tiemblo. No soy fan de los problemas con niñas de mi edad. Se supone que debemos llevarnos bien y hablar de caricaturas, dulces y princesas. Pero tampoco me voy a quedar callada. Emily, cara de iguana, no se saldrá con la suya.

—Déjame tranquila, ¡nariz de bruja con moco! Mi mamita es más bonita que el sol, la luna y las estrellas, y es súper fuerte. Y sí tengo papá. Si no está aquí, es porque está construyendo los mejores edificios del mundo mundial. Es el superhéroe de la arquitectura —dijo con orgullo.

—¡Mentirosa! Le voy a decir a la miss que mientes —le saco la lengua.

—Busca oficio, boca de sapo con viruela. Tengo cosas importantes que hacer. Tengo cerebro, no como otras latas vacías que no saben contar hasta diez sin equivocarse —la señalo con el dedo, como una jueza.

Sin decir nada, agarra su caja de jugo de melocotón, la aprieta en mi dirección… splah. Me lo tira todo en mi pelo recién lavado esta mañana. Se ríe y sale corriendo.

—¡Mentirosa, mentirosa, mentirasa! —grita entre risas. Me saca la lengua, igualita a un murciélago—. ¡Eras una mentirosa pegajosa melocotonada!

Los bobos de mis compañeros se suman a las risas.

En coro de burla, empezaron a gritarme:

—¡Mentirosa! ¡Mentirosa! ¡Mentirosa!

Por culpa de Emily, otra vez era el centro del chiste.

No me dolía.

Sé que no miento. No vale la pena enojarme con esos bobos lambiscones.

El olor del melocotón me hace llorar los ojos. El líquido pegajoso se siente asqueroso. Aprieto los puños y miro hacia arriba, como una heroína. Me limpio la cara con papel crepé. Tampoco lloro. Controlo mi llanto.

Me la va a pagar.

Me dejo caer al piso hasta que pase el gallinero.

Salgo gateando hacia afuera. Sonrío al ver el lodo: brillante, pegajoso, asqueroso.

Ideal para mi venganza contra Emily.

Como soy Darla, no me importa ensuciarme. Hago una enorme bola de lodo. Para eso están el agua y el jabón. Junto suficiente con las manos. Elaboro una bola lo suficiente grande.

Río por los ruidos chistosos, como si fueran pedorretas.

Regreso al salón. Entrecierro los ojos, buscando a mi objetivo.

Con pasos estilo ninja, llego hasta su presencia molesta.

¡CHOF! Le tiro la bola de lodo directo a la espalda. El hermoso lodo le salpica el cuello, su vestido nuevo que había estado presumiendo esta mañana y su cabello color chocolate. Pero lo mejor es su espalda, ahora con un gran pegote marrón. Se queda tiesa, sin entender, hasta que grita. Su chillido hace que algunos lambiscones se tapen los oídos.

—¡AAAAAHHHH! —su chillido colabora con mi risa estruendosa.

—Piensa mejor la próxima vez antes de meterte conmigo, pata de liendres —elevo el mentón y me doy la vuelta, haciendo un pequeño bailecito de la victoria.

Emily sale corriendo.

Irá de chismosa con la miss.

Todos me miran. Con miedo, rabia y seriedad.

¡Me molesta!

—¡¿Ustedes qué miran, tontos?! ¡Vuelvan a lo suyo, a menos que quieran terminar como Emily! —dejan de mirarme.

Resoplo, inflando mis cachetes.




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