Darla Reyes
¡Mis padres son la crueldad personificada!
Me pesó muchísimo escaparme. Cuando llegó el momento del castigo, no lo podía creer. El tono firme que usaron para decirme lo que iba a pasar me dejó congelada.
Yo pensé que sería algo normal. Algo lógico, no dejarme jugar, no dejarme usar la computadora, o ponerme en una esquina tres horas a reflexionar sobre mi existencia. Eso sería justo. Eso sería lo correcto.
Pero no.
Soltaron lo peor del universo sin pestañear, un fin de semana en un campamento con el anciano feo y malvado. ¡Mi disque abuelo!
Ahí mismo se me fue el aire. Sentí que el mundo se caía. Que se iba a armar la tercera, cuarta guerra Mundial. Y la Quinta también. Todas al mismo tiempo. No acepto. ¡Simplemente no!
Yo estaba medio derretida del susto y del regaño. No me imaginaba estar un fin de semana entero con ese señor que habla raro y huele a perfume de guagua vieja.
Pedí perdón unas quinientas mil veces. Les expliqué con argumentos, con lágrimas. Les dije que prefería no volver a comer chocolate nunca más antes que pasar un fin de semana con él. Que mejor me pongan tarea en verano. Que me castiguen con matemáticas avanzadas. Pero no ese anciano. ¿Que les pasas a ellos? Acaso lamieron sapos radiactivos para que se le ocurre esa mala idea.
Ellos solo se rieron después de escucharme. Dijeron que lo pensarían. Me tuvieron a la espera de saber si sucedería o no. Me dolía solo la barriga de imaginarte volvería a verlo.
Eso me costó otro tipo de castigo. Pero honestamente lo prefiero mil veces.
Bueno… tuve que escribir un ensayo a mi manera. Había letras ahí que daban pena, vergüenza, asco y muchas cosas juntas. Pero se hizo lo que se pudo. Esas son las desventajas de haber aprendido a escribir tan temprano. Ni modo.
Después tuve que recitar el ensayo en voz alta, explicando por qué no debo escaparme ni asustar a mis padres de ese modo. No me dejaron sola ni para ir al baño, bueno creo que exagero con lo último, pero la vigilancia era extrema. No pude ir a la cafetería, lamentablemente, cuando salía del jardín de los mocosos. Tenía vigilancia hiper mega estricta, ya sea de Xóchitl o Pamela.
Mi tía Pamela últimamente está muy feliz. ¿Qué será? A mí me huele que está enamorada, no se lo diremos a nadie. Hay que investigarlo más tarde. Primero lo primero: unir a mis padres. Luego nos pondremos en modo detective internacional para descubrir qué le pasa a la tía tan feliz.
Lo único malo es que ninguna de ellas me pudo consentir. Sí me regañaron por haberme portado así. Dejé que mis rabietas y sentimientos ganaran la partida. Y estoy muy arrepentida de haberme escapado. No me hizo feliz.
Lo único positivo fue conocer a ese niño hermoso pelirrojo. Ell rojo es mi color favorito. Todavía tengo la piedra que me dio. Es un obsequio valioso. Me debe un juego. Espero volver a verlo pronto, porque me gustó mucho su compañía. No fue larga, aun así fue una de las cosas más gratificantes de mi día.
Durante mi castigo, extrañé a mis abuelitos. No me dejaron ni llamarlos, porque sabían que iban a intervenir. Pero esta vez no pudieron abogar por su niña. No tuve opción más que asumir todos mis castigos.
Tuve que hacer quehaceres en la casa, pero eso a veces ya lo hago. No me pesa y eso no es maltrato ni nada así. A veces exagero solo para molestar a mami. Ya estoy muy grandecita para muchas cosas. Para ayudar en la casa —lo que mi estatura permita— lo haré con gusto. Mami hace demasiado por mí.
El señor también sirve cuando uno no va algunos días, esta vez no era parte del castigo, estaba ocupado con algo que prometió que me traería mucha felicidad.
Reflexioné muy bonito sobre todo esto, no debo dar sustos así. Es por mi bien.
Mi momento de conocer el palacio del señor no sirve ha llegado. Estaré por completo en su mundo. Era hora de conocer dónde vive, tengo cuentas que arreglar con cierta señora pelo de arañas. Mis travesuras no tienen límites. Tengo mil recursos para enloquecer. Solo necesitaré un día para que mi plan de desterrarla del trono —que es de mi mamá— funcione a la perfección.
Si no da resultados, traemos la artillería pesada que las series y películas de nenes traviesos me enseñaron. Pero primero lo primero, una dosis inevitable de Darla Reyes. Podré estar castigada, pero de mis encantos mi madrastra usurpadora no se escapa ni con magia blanca, negra o amarilla con plateada.
—Espero, muchachita, por amor a la Virgen, que te portes bien —refunfuña mami—. Si tu papá me da una sola queja tuya, no volverás a su casa. Agradece que te dejo ir, estás de castigo todavía. Aún estoy procesando como tu papá me convenció de dejarte.
Suelto una rosita traviesa.
—Sipi, mamita linda.
—No me estés dando salsa. Te comportas, hablo en serio. No solo por tu padre, por los demás que viven allí.
—Mami, ya entendí. Descuida, el señor abandonador te dirá lo maravilloso que tu bella niña se portó.
—Más te vale…
El peinado se termina en tiempo récord. Mamá me prepara mi desayuno, y mientras como, arregla todos mis feferes indispensables,desde mi mantita de animalitos hasta mis chancletas de dinosaurios.
#60 en Novela contemporánea
#165 en Novela romántica
romance segundas oportunidades, amor drama humor, niña genio travesuras
Editado: 28.11.2025