Ambición oscura

2

Lluvia se dio cuenta de que era tiempo de empezar con la venganza, pero cómo se iba a infiltrar en la empresa del señor Ferraioli, para ella, eso era imposible. A menos, que actuara como otra persona y, por suerte para ella, Lluvia era muy sabía y podía aprender un maquillaje que le hiciera ver diferente. Ella ya lo tenía decidido, sabía que todo era muy fácil y que lo iba a lograr en menos de unos minutos. 

Sentó a Emiliano, el cual se negaba, pero terminó aceptando, ya que era la única y última opción que ellos tenían. Lluvia tenía que aprender a maquillar rápido y bien para no parecerse a ella misma. Sin duda, aquello era un enorme reto, pero ella no perdía las esperanzas. Mientras ella agarraba los elementos como pinceles especiales, colores cálidos y otros fríos, sombras, brochas, corrector y demás; Emiliano la observaba con admiración. 

Lluvia sabía que el primer intento iba a quedar asqueroso, pero no le importó. Siguió los pasos del tutorial hasta que se dio cuenta de que Emiliano se movía nervioso y se reía constantemente con cada pincelada. Ella lo miró directo a los ojos y él comprendió, solo con la mirada, lo que debía hacer: mantener la cordura o todo fracasaría. 

Después de un par de horas, el maquillaje estaba listo y perfecto, salvo por una cosa: ahora debía recrearlo en ella. Por supuesto, el hacerlo en ella llevaría dos horas más, ya que debía cambiar las facciones típicas que ella tenía; sin embargo, su cabello pelirrojo largo y su mirada llena de dolor y venganza eran nuevos.

Cuando por fin hizo todo y estaba lista, miró que su vestido rojo se veía estupendo. Se sintió perfecta y no solo por el maquillaje y la vestimenta. Ahora, ella estaba más segura de sí misma. La mirada de Emiliano le dejó en claro que, sin duda, ella estaba espectacular.

Sus pasos eran seguros y lentos, ni siquiera se dio cuenta de que había llegado a la empresa de los Ferraioli, pero allí estaba. Ella estaba decidida a pedir explicaciones y a tener su venganza asegurada. 

—Qué loco todo. —Fue lo que ella escuchó que dijo uno de los empleados cuando ella golpeó la puerta de la oficina.

—¡Pase!

Lluvia entró y Camilo se paró rápido a abrazarla cuando la vio. Le dijo un par de cosas que no escuchó ni prestó atención y le dedicó una sonrisa. De inmediato, se acordó de Rodrigo, la empresa le hizo acordar a él.

La cabeza de Lluvia no dejaba de pensar en Rodrigo y en lo que él y su padre le habían hecho, ella solo estaba planeando una venganza en contra de ellos. Ya tenía todo planeado y estaba decidida a llevar todo a cabo.

Se sentó y esperó a que él se sentara en su lugar. Miró a Camilo esperando una explicación, pero sabía que él no iba a darle nada de lo que ella quería. Se preguntó si él se había dado cuenta de quién era ella, pero no lo sabía hasta que Camilo dijo lo siguiente: 

—Sea bienvenida, señora Fernández. 

Camilo no tenía idea de quién era la mujer que estaba frente a él. Él le hablaba como a cualquier mujer que pasaba por esa oficina. Ella cuando él la había abrazado, se creyó que todo el plan se había derrumbado, pero después se dio cuenta de que así era el trato de ese lugar. 

—Le diría que su perfil es lo que estamos buscando en esta empresa, pero hace unos días llegó una mujer y la contrataron —le explicó Camilo con tristeza en su tono de voz—. Me da mucha lastima, ya que tiene todo lo que deseamos. 

Lluvia hizo una mueca con sus labios y asintió con la cabeza, ella tenía muy en claro a quién había contratado la empresa: Tamara Gonzales. 

—Está bien, no te preocupés —respondió ella con un acento italiano—. Entiendo perfecto. 

Para la mala suerte de Lluvia cuando salió de la oficina, casi todos estaban en receso por comidas. Al menos, tenían como quince minutos para comer y volver a sus lugares. Ella caminó por el pasillo y todas las miradas estaban en ella hasta que lo vio. Lluvia deseaba ir a correr y abrazarlo, pero ya no había tiempo para eso, ahora ella necesitaba concentrarse por lo que volvió a Argentina.

Salió caminando con la frente en alto y se subió al auto de Emiliano, quien la estaba esperando con ansias de llevarla a casa, su nueva casa, la mansión que habían comprando con tanto esfuerzo. 

Rodrigo se quedó anonadado cuando vio a Lluvia en las instalaciones, él quería ir a verla y abrazarla con fuerza. Si hubiera sido por él, nunca la hubiera soltado. Ahora él sabía que no era el único, al menos, supo que no estaba alucinando.

No se animó a hacer lo que cabeza le decía, no podía hacerlo y menos después de ver la manera en la que ella lo miró. Habían pasado diez años desde la última vez que la había visto, pero Rodrigo se dio cuenta de que ella había cambiado y mucho: él podía confirmarlo. Él podía decir que Camille García estaba viva, pero no era la misma Camille que él había conocido.

Al llegar a la casa, Lluvia y Emiliano pusieron los platos sobre la mesa. Tenían muchas cosas que decirse y ella estaba segura de lo que sentía por el hombre que estaba frente a sus narices. Ella se había enamorado completamente desde la muerte de Camille García. Ambos se sentaron y él dijo lo siguiente: 

—Espero que duermas bien. Mañana tenemos que hacer que te tomen en esa empresa. 

—Te amo. —Soltó ella sin previo aviso. 

Emiliano se sorprendió ante aquellas palabras, pero se puso de pie y caminó hacia ella con una pequeña sonrisa, después la estrechó en sus brazos y se negó a soltarla. 

—No voy a trabajar en esa empresa, ya hay una infiltrada, voy a ser la competencia de los Ferraioli —sentenció ella sobre el pecho de Emiliano. 

Él bajó la cabeza y llevó una de sus manos hacia el mentón de ella y lo levantó para verla a los ojos, luego asintió rozando su frente con la de ella. 

—Sos mala cuando querés —susurró él.

—Llevame a la cama —ordenó ella—. Si querés te mostraré que tan mala... —Ella no pudo continuar con sus palabras, ya que él la cargó en brazos de un segundo al otro—. ¡Emi, estás loco!



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En el texto hay: mafia, venganza, dolor

Editado: 14.07.2022

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