Ambición oscura

3

Lluvia prestó atención a Rodrigo, pero hizo como si no lo hubiera conocido. Por un instante, se dio cuenta de que era él, pero ese hombre había cambiado: ahora tenía barba, cabello negro alborotado y aquellos que siempre le habían gustado.

—Hola, tanto tiempo —murmuró ella, sonriendo como si no hubiera ocurrido nada—. Estás igual que siempre, Ferraioli.

La expresión de Rodrigo cambió drásticamente al escuchar las palabras de la mujer frente a él, no esperaba que ella le dijera algo como eso, pero era cierto. Ambos habían cambiado y, al mismo tiempo, los dos seguían igual que el primer día. Él sentía que estaba confundido o enojado, pero no lo sabía, ya que tenía muchas emociones mezcladas: alivio, esperanza, dolor, asco, amor, miedo y otras cosas que no podía explicar.

Lluvia trataba de mostrar que no sentía nada por aquel hombre frente a ella, pero se estaba mintiendo a sí misma. En realidad, no lo del todo, ya que la mujer que amó a Rodrigo Ferraioli era Camille García no ella, no Lluvia. Ella esperó una respuesta de los labios de aquel hombre, pero nunca se imaginó lo que terminó escuchando.

—Claro, apareces así como si nada, como si nada hubiese pasado.

Los acompañantes de ella la miraron, estaban esperando que ella dijera algo para atacar, pero no hizo falta. Lluvia quería responder las palabras de Rodrigo.

—Estoy tratando de olvidarme de todo, Ferraioli.

—¿Y por eso vas a casarte con ese tipo y llamarme Ferraioli? —Él alzó ambas cejas, estaba buscando explicaciones y solo con la mirada.

Lluvia se cruzó de brazos y lo miró con seriedad.

—¿Cuándo dije que me iba a casar con Emi? Mirá, hasta me acerqué a saludarte, Ferraioli. Será mejor que cerrés la boca, si no sabés para que la abrís.

—Camille, me la pasaba llorando porque pensaba que ya no te iba a volver a ver, que ya no iba a escuchar tu voz, que ya no iba a volver a ver esa sonrisa —le explicó él con sus ojos cristalinos—. Pensé que habías muerto…

Él sin decir nada más, solo se acercó a ella y la aferró a su cuerpo, la estrujó como si no hubiera un mañana y se negó a soltarla. Ella pudo sentir las lágrimas que él dejaba sobre su hombro; se quiso separar, pero él se negó. Lluvia se estaba cansando del show que estaban ofreciendo al público, así que lo empujó con ambas manos y lo miró a los ojos con repudio.

—No tengo que pedirte perdón ni darte explicaciones por lo que hice. ¿Acaso yo te pedí alguna explicación cuando tu padre mató al mío? —Ella negó con la cabeza tan solo una vez—. ¿Te dije algo cuando me dijeron que tu papá mató a mi mamá? No, no te dije nada de nada. Será mejor que ahora vos no vengás a mi vida a pedirme explicaciones, no me preguntes cómo es posible que esté viva o que me quiera casar con un hombre al que amo. Tu estupidez no tiene nombre y mis razones son eso… —dijo ella con una sonrisa amplia—. Mis razones son mías.

Él se quedó anonadado por las palabras que salieron de los labios de ella, la miró a los ojos y quiso acercarse una vez más, pero ella se negó y retrocedió sin ganas de seguir hablando con ese hombre, al que alguna vez amó.

—Yo… —Fue lo único que salió de los labios de él, pero ella negó sin querer escuchar ni una sola palabra más.

—Vos nada, Ferraioli.

—Soy Rodrigo, el amor de tu vida.

Ella negó más de una vez.

—Eras el amor de la vida de Camille y esa chica tonta e ingenua murió esa noche.

—No me digas eso, Camille.

Ella volteó los ojos con diversión y volvió a negar.

—Camille murió; soy Lluvia.

—Para mí, vos siempre vas a ser Camille García y me importa muy poco que ahora te vengás a llamar Lluvia o como sea que te digan —le chilló él—. Siempre serás Camille.

Cuando ella estaba por responderle, escuchó la voz de Emiliano, así que se sorprendió; sin embargo, Jeremías parecía muy contento por ver que a su jefa la venía a buscar su novio, eso le resultó adorable.

—¡Lluvia, cariño, vení que llegamos tarde!

Ella se dio la vuelta para mirar a Emiliano y le respondió:

—¡Ahí voy, amor! —Volvió a ver a los ojos a Rodrigo—. Tengo que irme a casa. Adiós, señor Ferraioli.

Él asintió con la cabeza tan solo una vez.

—Veo que ya tenés una vida nueva y con personas del pasado, ¿por qué a mí me querés eliminar?

Lluvia alzó ambas cejas ante la pregunta de Rodrigo, pero no le dio mucha importancia.

—Sí... Emiliano siempre ha estado en mi vida, él es parte de todo lo que soy y no pienso dejarlo ir por un capricho tuyo. Ni siquiera sé lo que estoy haciendo ahora, ¿por qué demonios te estoy hablando? —le preguntó y luego hizo una mueca con sus labios.

Rodrigo sonrió amplio.

—No deberías eliminar a todos por errores que ni siquiera cometieron —le reprochó Rodrigo a Lluvia mientras frunció el entrecejo—. No culpés a alguien por los errores de otro.

Ella tragó saliva sonoramente y soltó un bufido sonoro.

—Me importa poco lo que pensés, yo sé bien la verdad.

Él negó y luego giró para ver a Emiliano.

—¡Vamos, linda, tenemos que irnos!

A ella no le agradó que Emiliano la apurara, pero sabía que si eso no pasaba, ella se iba a quedar hablando con el enemigo.

—Chau, señor Ferraioli.

Lluvia miró a los ojos a Rodrigo y luego giró sobre sus talones para irse hacia el auto de Emiliano. Al subir, ella besó los labios de su novio y él después empezó a manejar con destino a su casa.

Al día siguiente, Rodrigo estaba sentado en las escaleras del pasillo de la empresa, esperando a su mejor amigo y a su padre, ya que Daniel iba a dar una junta muy importante. Se suponía que todos tenían que estar presentes para saber lo que iban a realizar en la nueva campaña.

—Rodrigo. —Él alzó la vista para encontrarse a su padre con una chica que Rodrigo no había visto en su vida.

Daniel se quedó esperando una respuesta de los labios de su hijo, pero no él no dijo nada, entonces, el Señor volvió a abrir la boca y dijo lo siguiente:



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En el texto hay: mafia, venganza, dolor

Editado: 14.07.2022

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