Ambición oscura

6

Lluvia no era consciente de lo que estaba sucediendo, solo podía observar la sangre en sus zapatos y en sus manos. Estaba perdida en el tiempo, pero trataba de mantener la cordura, soltó un suspiro y miró a los lados, donde pudo ver a Rodrigo y a Emiliano tratando de levantar el cuerpo del chico y meterlo en el baúl del auto de Jeremías.

¿Qué había sucedido? Alguien se había pasado de listo con ella y eso no iba a suceder. Lluvia no iba a dejar que nadie la atacara y menos un hombre que no valía la pena. Por suerte nadie estaba afuera como para ser testigos de lo que acababa de pasar.

Ella le mintió a Jeremías y le dijo que iba a ir hasta la casa a buscar algo, así que le pidió el auto; sin embargo, costó bastante convencerlo de que no la acompañe, pero lo logró, ya que le comentó que Emiliano y otro chico irían con ella. Le dio las llaves a Emiliano, ya que Rodrigo estaba más nervioso que ella.

El sentimiento comenzó a crecer en el interior de ella y se dio cuenta de lo que había hecho, pero debía mantener la mente fría y aceptar que había hecho lo correcto para sobrevivir. Ellos subieron al auto y ella se subió a la parte de atrás. Lluvia todavía no caía en lo que acababa de hacer, no del modo correcto.

Lluvia se miró las manos; el brillo de sus ojos se apagó por un tiempo; el tiempo se detuvo como cuando sus padres murieron como cuando decidió matar a Camille; esos bellos ojos ya no eran los de ella.

—Lo podemos ir a tirar al río —propuso tratando de darle una solución a lo que había hecho.

Por un instante, se preguntó la razón por la que Rodrigo la estaba ayudando, no lo comprendía.

—¿Cómo estás tan normal? ¿Tan tranquila? Acabas de matar a alguien, Camille —habló Rodrigo un poco alterado.

Emiliano observó de reojo hacia Rodrigo y luego a Lluvia. A ella le dedicó una sonrisa ladina que su amada no dudó en responder. Rodrigo se dio cuenta de ese instante y no le agradó en lo absoluto, solo se quedó callado.

—¿Y? Como si fuera que vos nunca lo hiciste —contestó Emiliano a las palabras de Rodrigo.

Se escuchó una risita de parte de Ferraioli, pero luego vio a Lluvia y se calló solo por un instante para luego decir lo siguiente:

—Pero ella nunca lo hizo y está de lo más tranquila, estoy más nervioso yo que ella ¿Y si encuentran el cuerpo?

Emiliano se dio cuenta de la preocupación que Rodrigo cargaba, pero no solo de eso, sino también del miedo por lo que le podría suceder a Lluvia. Lo último le molestaba un poco, ya que ese no era asunto de los Ferraioli; sin embargo, Lluvia había tomado el brazo de Rodrigo después de matar al chico y era por ese motivo que él estaba ahí ahora. Reconoció que ella hubiera preferido no decirle nada a él y sí a Rodrigo y eso lo molestaba más de lo que cualquiera podría haber imaginado.

Lluvia se vio en el deber de abrir la boca una vez más, puesto que notó la mirada de molestia en los ojos de Emiliano y el dolor en los de Rodrigo.

—Nadie va para esos lados. —Ella se encogió de hombros y luego intentó sonreír.

Rodrigo se estiró para sacar de su bolsillo del traje un pañuelito, luego lo miró y rodó los ojos.

—Toma. —Rodrigo le tiró el trapo a ella y soltó de sus labios—. Limpiate los zapatos y las manos. No queremos llamar la atención.

—¿De dónde sacaste esto? —cuestionó ella y luego empezó a limpiarse.

—Del bolsillo de mi traje —respondió él sin dudarlo—. Oh, esperá, no vas a usarlo porque es mío, ¿verdad? —Alzó ambas cejas.

—Estás equivocado, Ferraioli, lo único que quiero es cavar una estúpida tumba para que este imbécil descanse en paz —soltó ella con una dulce sonrisa sobre sus labios—. Lo vamos a enterrar cerca del río, en la orilla, la tierra olerá asquerosa y nadie lo notará. 

—¿Y si el cuerpo sale a la superficie?

—Si lo enterramos del modo correcto, no saldrá a la superficie más que el olor a muerto que, por supuesto, se mezclará con el olor del río —le explicó ella a los chicos—. Solo hay que cavar profundo y dejarlo pudrirse en las lejanías del hermoso y profundo río, que luego se vuelve mucho más profundo e infinito. Será fácil, no entiendo la razón por la que te preocupás tanto, Ferraioli.

Ella lo miró mal y Rodrigo le regresó aquella mirada. Eso parecía un concurso de miradas, al menos, eso era lo que pensaba Emiliano, ya que no podía intervenir por estar conduciendo rumbo al Río de la Plata.

—No me dijiste por qué lo hiciste.

La última de los García observó a Emiliano con el ceño fruncido ante aquella pregunta, aunque, en su interior, ella sabía que era tiempo de decir la verdad de lo que había sucedido.

—Me llevó para afuera, así… para que supuestamente lo ayude a buscar su celular y cuando salimos me intentó agarrar y llevarme a un lugar en donde no nos vea nadie —respondió ella sin dar vueltas en el asunto—. No iba a dejar que ese malnacido cumpla sus caprichos de niño rico con quien desee.

—Así que le pegaste piñas y patadas en la cara hasta matarlo —sentenció Rodrigo.

—Sí, eso fue lo que hice.      

—Se lo merecía —dijo Emiliano con seguridad en su tono de voz.

Llegaron al lugar, Emiliano estacionó y todos bajaron del auto, para luego agarrar el cuerpo del chico y envolverlo en una manta que se encontraba en el baúl. Lluvia sonrió amplia al haber recordado que hace un par de días hubo un día de campo, al parecer, Jeremías no había limpiado el baúl, ya que la manta seguía allá.

Después de hacer lo correcto, los tres se subieron al auto y esta vez Rodrigo manejó. Ninguno decía nada, solo se escuchaba la música de fondo, un tema de Ariana Grande Dangerous Woman. Lluvia lo único que hacía era cantar la canción, mientras observaba por la ventana. Los tres debían regresar a la fiesta.

Ocho de la mañana, a esa hora sonó la alarma, era tiempo de volver al trabajo. Otra vez a la empresa García. Otro día en el que ella tenía que actuar, en el que debía soportar a la competencia porque, de algún modo, los Ferraioli se habían enterado del nuevo trato de los García con los Souto, así que ellos también deseaban ofrecerle sus servicios.



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En el texto hay: mafia, venganza, dolor

Editado: 14.07.2022

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