Ambición oscura

32

La ansiedad por Tamara se sumaba al ya insoportable peso que Lluvia cargaba. La fatiga crónica y el insomnio se habían convertido en compañeros constantes, sus noches llenas de un torbellino de pensamientos y el eco de pesadillas recurrentes de su vida como Camille. Se sentía como una cuerda de violín estirada al máximo, a punto de romperse. La necesidad de proteger a Tamara la obligaba a un nivel de concentración que su mente, ya al límite, apenas podía sostener. Cada día era una batalla por mantener la fachada, una actuación constante para ocultar la verdad de su identidad y el abismo de su dolor.

Fue durante una rara salida para "desconectar", a una exposición de arte contemporáneo en el Recoleta Design Centre, un espacio luminoso y minimalista, que el pasado se materializó ante ella. Lluvia, vestida con un sobrio traje sastre gris que le permitía pasar desapercibida entre la multitud bohemia y elegante, observaba una instalación de luz y sonido. De repente, una voz dulce y familiar la interrumpió.

—¡Camille! ¡Qué sorpresa verte aquí!

Lluvia se giró, y su sangre se heló. Era Micaela. No la había visto en años, no desde su "muerte". Micaela Ferraioli, la prima querida de Rodrigo, la confidente de Camille en tiempos más inocentes. Pero esta Micaela también estaba cambiada, y no solo por el paso del tiempo. Tenía el cabello negro azabache, largo simétrico, lacio y atrevido, y un maquillaje dramático con delineador grueso y labios de un rojo intenso. Vestía una chaqueta de cuero y unos jeans rotos, un estilo que contrastaba con la Micaela más recatada de su memoria. Sus ojos, sin embargo, conservaban esa calidez inconfundible que Lluvia recordaba, una calidez que la golpeó con la fuerza de un puñetazo.

—Micaela —Lluvia logró decir, improvisando rápidamente, su mente a toda velocidad—. Qué... qué casualidad. No te había reconocido con ese look. Estás muy cambiada. —Intentó sonar natural, como si no la conociera en absoluto, como si esa fuera la primera vez que la veía.

Micaela sonrió, una sonrisa genuina que reabrió viejas heridas en el corazón blindado de Lluvia.

—¡Lo mismo digo! Me encanta tu estilo, tan elegante. Y tu nombre... Lluvia, ¿verdad? Me lo comentó Rodrigo. Dijo que tenías un aire a... alguien que conocíamos. Pero no sé. Él a veces ve fantasmas. —Su risa fue suave, pero sus palabras eran una punzada de ansiedad para Lluvia.

¿Rodrigo había notado la similitud? ¿Era pura coincidencia, o había una sospecha latente?

Lluvia forzó una sonrisa, sintiendo la presión en su pecho.

—Sí, Lluvia García. Es un placer. Y sí, Rodrigo es... peculiar. —Intentó desviar la conversación—. Cuéntame, ¿qué tal todo? ¿Y la familia? —La pregunta le quemó la lengua, pero era necesaria para mantener la farsa.

Micaela suspiró, la sonrisa se desvaneció un poco.

—Pues... no muy bien, la verdad. Todo lo de la empresa, las noticias, la tensión en casa... es un caos. Rodrigo está insoportable. Y Don Daniel... está muy mal. —Su voz se quebró ligeramente—. Siento que el mundo se nos viene encima.

Lluvia escuchó en silencio, una parte de ella saboreando el dolor de los Ferraioli, otra parte, la vieja Camille, sintiendo una punzada de culpa al ver la genuina tristeza en los ojos de Micaela. Esta dualidad la estaba carcomiendo. La situación se volvió aún más tensa cuando Micaela, con una mirada de sincera preocupación, se acercó a Lluvia, intentando conectar.

—¿Estás bien, Lluvia? Te ves un poco... cansada. Como si no durmieras.

La observación de Micaela fue un dardo directo a su ya frágil estado mental. La ansiedad se intensificó, y Lluvia sintió que su fachada se desmoronaba lentamente bajo el escrutinio de alguien que la conocía demasiado bien. Tuvo que forzar una sonrisa, un gesto casi doloroso.

—Solo el estrés del trabajo —Lluvia respondió, intentando sonar ligera—. Muchos proyectos nuevos. Sabes cómo es.

El encuentro terminó poco después, con una promesa vaga de Micaela de "tomar un café pronto", lo que solo añadió otra capa de ansiedad a la vida de Lluvia. Había logrado improvisar, pero el susto había sido real. Este encuentro inesperado resaltaba la constante amenaza de que su fachada se desmoronara en cualquier momento, complicando aún más su concentración en el plan. Cada rostro conocido de su pasado era un campo minado, y cada interacción una prueba para su ya agotada psique.

Mientras tanto, en su departamento, Juan seguía absorto en su investigación. La revelación de la identidad de Lluvia como Camille, y la conexión de Emiliano con fraudes pasados, lo había dejado en un estado de shock y profunda reflexión. La desconfianza hacia su propia familia, que había crecido con las noticias de la cuenta suiza, se mezclaba ahora con una nueva incertidumbre sobre Lluvia y sus verdaderas intenciones. No había dicho nada a nadie, ni una palabra a Rodrigo o a Camilo, ni a sus padres. Necesitaba más piezas del rompecabezas. Sentía que había una verdad más profunda, más siniestra, que aún se le escapaba, una que ligaba a Emiliano, a Lluvia, y a los Ferraioli de una forma que trascendía la simple venganza. Su silencio era una mezcla de cautela y la búsqueda obsesiva de la verdad completa.

En la fría quietud de su penthouse, la luz tenue que entraba por el ventanal de techo a suelo proyectaba las siluetas de Gabriel Ferraioli y Ciro en la pared, alargadas y enigmáticas. Había una tensión palpable en el aire, una expectación silenciosa que precedía a una confesión largamente guardada.

La confesión de su hermano fue solo el principio, la punta del iceberg de una historia de traición familiar y dolor. La razón última de su venganza, la más profunda, seguía siendo un misterio, un hilo más en la compleja red que aún no se revelaba, un dolor que aún no compartía. Gabriel hizo una pausa, y una leve sonrisa, cargada de un nuevo propósito, apareció en sus labios.

—Hay algo más que debes saber, Ciro. Algo crucial para los próximos pasos. —Su mirada se endureció con una determinación fría—. Nuestra querida Micaela... ella es mi hija. Y ahora, está ahí para cumplir una nueva misión. Una que la acercará aún más al corazón de la familia Ferraioli. Un peón estratégico en el tablero. —La revelación dejó a Ciro en silencio, asimilando la nueva pieza en este complejo ajedrez.



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En el texto hay: mafia, venganza, dolor

Editado: 30.05.2025

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