Ambición oscura

34

El aire en la mansión Ferraioli se había vuelto irrespirable, cargado de la podredumbre del escándalo y el hedor de la traición. Rodrigo, sumido en su propia investigación, sentía el aliento de la verdad cada vez más cerca, una verdad que lo llevaría por caminos peligrosos. Juan, por su parte, se mantenía en un silencio sepulcral, su mente devanándose entre las revelaciones sobre Lluvia y Emiliano, buscando una pieza más, una confirmación final antes de actuar. Mientras tanto, la repentina desaparición de Micaela después de su encuentro con Lluvia, una pieza más en el rompecabezas de los eventos inexplicables, no hizo más que alimentar la creciente paranoia en el ya fracturado seno familiar.

Lluvia, en la quietud de su lujoso departamento, se enfrentaba a un profundo dilema moral. El éxito del plan de venganza contra los Ferraioli era innegable: la empresa se desmoronaba, la reputación familiar estaba por los suelos y Rodrigo, el principal arquitecto de su dolor, se consumía en la locura. Sin embargo, en lugar de la paz anhelada, Lluvia sentía un vacío creciente, una desilusión amarga. Las noches de insomnio se volvían eternas, y los días estaban marcados por una fatiga crónica que la invadía hasta los huesos, como si su energía vital se estuviera drenando. Los constantes mareos y las náuseas, que al principio atribuyó al estrés abrumador de la situación, se volvieron más frecuentes y persistentes, una incomodidad persistente que la acompañaba como una sombra.

Fue durante una reunión con Emiliano para discutir los "próximos pasos" del plan, que la verdadera y despiadada magnitud de su venganza se vislumbró con una claridad aterradora. Emiliano, con su calma inquietante, desplegaba gráficos y proyecciones de la aniquilación financiera y social de los Ferraioli sobre una pantalla holográfica que flotaba en el aire.

—La desintegración de sus bienes, la ruina de sus contactos, la erradicación de su nombre del ámbito público... la destrucción total del legado Ferraioli será completa —explicó con una frialdad matemática que le heló la sangre a Lluvia—. Los archivos que Tamara ha obtenido, sumados a los de sus socios en el extranjero, sellarán su destino penal. Serán parias, Lluvia, su existencia reducida a la nada. Los verán suplicar en las calles.

La frialdad de las palabras de Emiliano, que antes le habrían parecido música, ahora resonaban con un eco hueco en el pecho de Lluvia. Recordó el rostro triste de Micaela, la preocupación genuina en sus ojos, el dolor que su prima sentía por la caída de su familia. Lluvia había querido justicia, pero ¿esto era justicia? ¿Era necesario pulverizar hasta el último vestigio de lo que alguna vez fueron? Las devastadoras consecuencias de sus acciones, no solo para los Ferraioli, sino para todos los que se verían afectados por su colapso, comenzaban a pesarle como una lápida. Sentía la culpa como una punzada sorda, una espina clavada en su corazón.

Emiliano, percibiendo su vacilación, se acercó y colocó una mano tranquilizadora en su hombro, su toque extrañamente frío.

—Sé que es difícil, amor. Pero recuerda por qué estamos haciendo esto. Recuerda lo que te hicieron. El dolor, la traición, el despojo. La humillación pública. Solo así podrás encontrar la verdadera paz, una paz que borre cada rastro de lo que te arrebataron. Esta es la única forma de cortar el mal de raíz. —Sus palabras eran un bálsamo, pero también una cadena, reforzando su propósito y atándola aún más a la espiral de venganza.

Lluvia asintió, intentando convencerse, su voz apenas un susurro.

—Lo sé. Es por Camille. Es por lo que me hicieron.

Pero la convicción flaqueaba, como una vela a punto de apagarse. La desilusión, un vacío creciente que la abrumaba, se instalaba en su interior. Había imaginado este momento, el triunfo sobre sus verdugos, como el culmen de su existencia, el fin de su tormento, pero la realidad era un amargo despertar. La victoria se sentía hueca, ceniza en su boca. Los episodios de mareos y náuseas se intensificaron en ese momento, una ola de malestar que la obligó a cerrar los ojos y respirar hondo, un frío sudor cubriendo su frente. Una sensación de desmayo inminente la invadió. Su estómago se revolvió violentamente.

—Es solo el estrés —se repitió, intentando aferrarse desesperadamente a esa explicación, pero una duda, un atisbo de algo más ominoso, comenzaba a gestarse en lo más profundo de su ser, una sensación de que su propio cuerpo le estaba enviando un mensaje crucial, un misterio que no quería reconocer.

Mientras la red de venganza se estrechaba, Juan seguía en su departamento, inmerso en la vorágine de su investigación. Las piezas que había encontrado, la identidad de Lluvia y la conexión con Emiliano, eran devastadoras. Pero había algo más, una capa más profunda de la conspiración que se le escapaba, un hilo invisible que unía todo. Aún no decía nada, su silencio era una tortura, un peso que lo aplastaba. Quería la verdad completa, no solo la de los Ferraioli, sino la de Lluvia, la de Emiliano, la de todos los involucrados en este macabro juego. Su cautela era su única aliada, su obsesión, su guía.

En la fría quietud de su penthouse, la tenue luz filtrada por el ventanal iluminaba los rostros de Gabriel Ferraioli y Ciro. La atmósfera era densa con las recientes revelaciones. El aire, pesado con secretos, vibraba con una electricidad silenciosa entre ellos.

Ciro, que ya había procesado la impactante revelación de la identidad de Gabriel, no pudo evitar que sus ojos se abrieran con una mezcla de sorpresa y fascinación ante la nueva información. La Micaela Ferraioli, la prima de Rodrigo, la joven de aspecto inocente, era la hija de Gabriel. La complejidad de este ajedrez se volvía aún más intrincada, más personal.

Gabriel notó la reacción de Ciro, y una leve sonrisa, cargada de un propósito sombrío, apareció en sus labios.

—Y ahora, está ahí para cumplir una nueva misión —continuó Gabriel, su voz volviéndose más baja, casi un murmullo conspirativo—. Una que la acercará aún más al corazón de la familia Ferraioli. Un peón estratégico en el tablero, Ciro. Ella es la clave para la penetración final, el golpe desde adentro.



#2188 en Detective
#1375 en Novela negra
#5371 en Thriller
#2106 en Suspenso

En el texto hay: mafia, venganza, dolor

Editado: 30.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.