Amelie

¿Quién soy?

Soy dueño de mi propio dolor

Soy dueño de mis heridas

Soy dueño de mis cicatrices

Soy dueño de todo aquello que ya no sanó y también

De lo que tengo que sanar.

Me pertenece mi historia, mi pasado, todas aquellas cosas que me han marcado.

Cada persona dimensiona sus propios

Problemas, no puedes decir que el dolor de alguien

Es irracional si no sabes lo que esa persona

Esta sintiendo. Porque lo que para ti puede

Ser algo insignificante para otra persona

Puede ser una herida mortal, y lo que

Para ti es una herida mortal

Para otra persona puede ser algo insignificante.

—Ochoa Silliezar—

Amelie Clark se debatía entre el dolor, la depresión y la cobardía. Sus impulsos envalentonados fueron breves y jamás consiguieron sacarla de la dictadura en la que vivía por parte de su madre; la mujer que le había dado la vida y la trataba como el estiércol, como un inmundo ser…

¿Qué sí era normal sentirse sola? Tal vez.

Esa tarde de septiembre, esa misma tarde en que el único apoyo que tenía se había ido de este mundo terrenal, empezó su calvario.

Tan sólo 17 años tenía la castaña de orbes marrón, que cambiaban según su estado de ánimo y pasaban de castañas a color verduzco amarillento… esa chica que fue feliz en el regazo de su padre y en los brazos de ese hombre inglés que le llevaba 5 años de diferencia en edad.

Conoció a Salvatore Stone, un inglés de clase baja, llegó como un don nadie a Estados Unidos y, tras su paso torpe, se topó con la bella Amelie. una chica de California que soñaba con comerse el mundo y que también, su mirada se impregnó en el corazón del inglés, convirtiendo ese otoño en la estación mágica del año.

El primer amor siempre duele, siempre quema y deja cenizas esparcidas por doquiera.

Una tarde de octubre, Margaret de Clark, escucho ruidos en el granero que habían reformado como apartamento para la bella Amelie, encontró durmiendo ahí al inglés de cabellos negros y ojos azules, quien a su vez no se intimido al ser encontrado por la madre de su bella chica.

Ella no daba crédito a lo que sus ojos veían e inmediatamente corrió al muchacho de la estancia, pero, lo que ella no sabía, era que la castaña y el pelinegro rebelde, sostenían una relación amorosa mágica, como de película y que dentro de poco se convertirían en padres…

O al menos solo uno de los dos.

—Lárgate de mi propiedad, mocoso insolente. —Exclamó en tono despectivo al muchacho que dormía ahí desde hace unas dos semanas.

—¿Usted quién es? —exclamó Salvatore, con un poco de confusión.

El momento fue demasiado tenso entre ambos hasta que llegó Amelie, con una sonrisa que se desvaneció al ver que su madre había encontrado al hombre que la hacía feliz, que la protegía y la amaba como nadie.

Intentó interponerse al hecho que su madre había cometido, el sacar a un joven de su único refugio.

—Madre, él es Salvatore, mi novio—acotó Amelie, con sus vidriosos ojos y la voz tambaleante.

Sus fuerzas ante su madre eran nulas, ya que ante la viudez en la que atravesaba su progenitora y el carácter dictador que manejaba, le asustaba.

—No me hagas reír, niña tonta. Este hombre se va de aquí hoy—dijo cuál fiera defendiendo su territorio.

Pasaron dos semanas en las que Amelie no vio a su Romeo, el chico había desaparecido del mapa y de su vida… no sin antes dejarle de recuerdo una cadena de plata, un camafeo con piedras zafiro color azul que dentro llevaba una foto de él para que ella nunca se olvidara de su rostro.

Era la única reliquia que ella guardaba de él y del amor de otoño que la había dejado destruida; un embarazo y el odio inmenso que su madre le proAmeliefesaba al enterarse que llevaba en su vientre la vida compartida de un donnadie.

Amelie:

—¿Estás segura de lo que quieres hacer? —me pregunta el doctor con tono indeciso.

—¡Hágalo, por favor! —dice mi madre, decidiendo por mí, como siempre.

En la vida, o más bien, en los pocos años que llevo en esta tierra… mi madre siempre decidió por mí, absteniéndome siempre de tomar mi propio juicio, tuve que renunciar a los dos amores de mi vida, solamente por el qué dirán de la sociedad.

Un amor prohibido por cuestiones de sociedades fue lo que me hizo enloquecer, el dolor y la angustia y sobre todo el renunciar a los amores fugaces de mi vida, un amor que traspasó la barrera entre el delirio y la cordura; Salvatore Stone fue el causante sin darse cuenta y también sufrió ante ese recuerdo, el recuerdo que lo marcó de por vida… Porque el amor duele.

Siempre duele…

Una decisión difícil era la que había tenido que enfrentar, mi madre tuvo el corazón de aniquilar al fruto del amor que tuve con Salvatore y me llegué a preguntar, ¿Por qué el no regresó?...

Tenía dos meses desde que él se marchó y desde que ese amor crecía dentro de mí.

Perdí un amor verdadero… quisiera llorar y gritar al sentirme tan sola, tan vulnerable y saber que tuve miedo de volver a amar… todo eso lo pase a mis 17 años… decidí irme de casa y emprender mi vida, pero no pude… terminé de estudiar en la Escuela de Danza Glorya Kaufman de la Universidad del Sur de California, especializándome en el ballet, amaba la danza y la música, recordar al bohemio Salvatore me daba aún esperanzas de verlo pero, mi dolor y tristeza no habían perdonado del todo que él me abandonara… nos abandonará.

Todo esto lo sentía al tocar mi vientre seco y recordar que hace 9 años pude haber tenido una familia hermosa y llena de amor… así como mi padre me crío.

«¿Qué estás haciendo?»

Me preguntaba con frecuencia, al todavía permanecer llena de esperanza y qué él me buscara, necesitaba sus abrazos, sus besos y su cuerpo enredado al mío…

¿Cómo alguien ponía de cabeza tu mundo?




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