Salvatore:
Ya no discutí con Vania, sabía que debía acompañarla y enfrentar mis miedos, ser optimista y salir libre… libre de mis ataduras y de mi vida pasada. Merecía ser feliz, claro que sí.
—¡Gracias por acompañarme! —exclamó Vania, subiendo la última maleta al vehículo.
—Es mi deber acompañarte, pero no puedo quedarme muchos días… tengo pacientes que me esperan. —espeté preocupado.
Pase mis manos sobre mi cabello, alborotándolo totalmente y sintiéndome el tipo más extraño.
Mi corazón lanzó punzadas fuertes y eso me aterraba.
La última vez que sentí esa sensación, fue cuando esa mujer sin corazón me sacó de la vida de su hija, no sólo de su casa.
—¿Te encuentras bien, querido? —dijo Vania, preparada para emprender el viaje hacia el aeropuerto.
—¡sí, gracias por preguntar! Debemos irnos o perderemos el vuelo.
(***)
Un viaje de catorce horas y diecisiete minutos me había hecho sentir pésimo.
Un humor de perros por no poder dormir bien y no tener el control de lo que pasaba. Al fin llegamos a la casa de Vania en California y me sentí mejor, aunque, a decir verdad, tenía pena de quedarme tanto tiempo aquí… en el lugar en que fui feliz y lloré a mares también.
—Jacob nos ha invitado a una gran noche, una obra teatral con las mejores bailarinas de toda California. — vi la cara de emoción de mi madre.
—Pues veremos qué tan buenas son, ¿a qué hora empieza la obra? —pregunté, viendo la pantalla de mi teléfono.
—A las ocho, si saldrás debes estar aquí a las seis de la tarde. Sabes que odio salir tarde.
Asentí y me fui a duchar, me relaje unos instantes.
En el tiempo que estuve con Amelie, Beea Schulz fue una gran amiga de ambos. Con ella compartía todo lo que sentía por la castaña preciosa que, bamboleándose los cabellos me hipnotizaba. Recordaba donde ella vivía y quise pasar saludando, ¿sería una mala idea? Tal vez. Pero nada perdía con intentar hablar con ella y saber de Amelie, Amelie Clark.
Deambule por el mismo parque en donde solía tocar la guitarra, recibir monedas para comer y cuando la esperaba en esa misma banca, cada que salía del colegio y pasar horas con ella.
No me anime a ir con Beea, tuve miedo y entonces, regrese a casa. Vania estaba desde ya, preparándose para la función que tendríamos esta noche gracias a Jacob, el inversionista o más bien, quien sería socio de Vania.
—¡Qué bueno que ya estés aquí! Anda, ve a arreglarte y ponte guapo esta noche. —Ella se aplicaba el rímel, poniéndose despampanante y a la vez sobria y elegante.
Asentí y me fui directo a la habitación que tenía para mí.
Le debía tanto a Vania, ella confío en mi sin ser yo alguien y, amor y cuidado fue lo que me brindó aparte de darme de su riqueza terrenal.
Un fino tuxedo color negro, adornaba mi cama con una nota de mi madre, que amorosamente escrito decía: —Úsame esta noche, porque los milagros, los milagros si existen—.
Sonreí y me fui directo a la ducha, apliqué el gel de baño y terminé enfundado en un albornoz alrededor de mi cintura.
Terminé de peinarme y salí, rumbo a la habitación de Vania quien se veía hermosa en ese vestido verde esmeralda.
Salimos directo al recinto, Jacob Swan estaba ahí, esperándonos con los brazos abiertos.
—¡Bienvenidos a California! Esta noche mi hija es la estrella principal de la obra. Espero les guste esta noche y podamos llegar a un acuerdo con respecto a los vinos—Dijo con su voz suave.
Definitivamente nos hizo sentir en casa.
Entramos a la sala, la segunda fila de enfrente era la que nos tenían reservada y sin ver más, me senté y esperé a que el show comenzara.
Mi madre estaba deseosa de ver el talento de la hija de Jacob, él, un padre que se veía muy amoroso y orgulloso; sorprendiéndonos en cuanto empezó a sonar la música.
Sueño de una noche de verano, era la obra que estaba siendo expuesta, no quería prestar atención, la verdad me estresa este tipo de cosas.
Mi sueño frustrado de ser artista, está molesto.
—Mi hija esta por salir, espero les guste verla—Dijo el padre feliz, presumiendo a su hija en total libertad.
En cuanto sale la chica, me quedo perplejo.
Mis ojos no dan crédito de lo que ven… ¿Amelie, mi Amelie Clark?.
¡No, esto no puede ser!
Sus ojos conectan con los míos, sus orbes marrones contrastan con los míos, perdiéndome y sumergiéndome en los recuerdos… en cómo la conocí, le robé el primer beso y… la hice mía.
Su piel tersa como la porcelana, mis labios fuego recorriendo su espina dorsal… cada estocada que daba en su húmeda estrechez y mi nombre entre sus gemidos… ¡Dios!
Mi delirio mortal está frente a mí.