Salvatore:
Si no te hubieras ido así, estrepitosamente de entre mis brazos, yo no estaría con este insomnio del demonio.
Qué se subiera a ese auto y con ese tipo, me enerva la sangre. Sí yo le hubiera dicho que no me dejara, que me escuchara, seguramente mi corazón se hubiese también reído de semejante súplica.
Me aguante hasta donde pude pero ya no aguante el océano que quería salir de mi ser, la extraño demasiado y esos nueve años fueron y siguen siendo una tortura que pesa día a día hasta el presente, Amelie sufrió mucho pero, es egoísta pensar que yo no lo hice, un amor de inocencia, un cielo azul y un otoño seco fue lo que me lleve de nuevo, a regañadientes cuando fui enviado de nuevo a mi país.
Sigo el auto, un hotel a inmediaciones del bosque es el lugar que ellos han elegido para reafirmar la pasión y al chico se le ven los ojos destellantes ante la sola insinuación de Amelie al subir al auto y cuando ella cometió ese acto tan inmaduro de irse, él, ese tonto hombre era el más feliz del planeta.
—No puedo creer que piense en eso, ella estará en esos brazos, esos que no son los míos. ¡Joder! —, exclame frustrado en cuanto ambos se bajaron del auto.
No era preciso decir otra mentira a mi despechado corazón, pero la esperanza que triunfo en el, se había iluminado cuando ella se despidió del tarado, quedándose sola en la habitación 06 del lugar, y eso me envalentono para bajar del auto, secar mis tontos ojos que lloraron de impotencia y tocar la puerta de la habitación.
El sonido de mis toquidos los cuales no fueron recibidos por ella, hicieron que mi alma completa se me llene de hielo y el cuerpo de frío, a punto de irme, escucho como llora amargamente.
Intento tocar de nuevo, pero, sus hipidos son demasiado fuertes como para escucharme. Me quedo recostado en la pared de afuera, no se que horas pasaran pero, me quedo dormido esperándola como un perro.
(***)
—¡Hey, tú!— Dice una voz gruesa y pesada.
Abrí de una vez los ojos, anonadado de donde me encontraba.
—¿Qué haces aquí? Son las tres de la mañana, si peleaste con la chica que entró, te recomiendo que hables ahora con ella o te saco de aquí— espetó el gorila que al parecer, es el guardia del lugar.
Me levanto de sopetón, aliso mi camisa y mi pantalón, aflojó mi corbata y lo escudriño con la mirada. —¿Tienes otra llave de esta habitación? Ella no me dejará entrar solo así… ayúdame —, dije sacando dos billetes de cien dólares de mi billetera.
—Mmm… creo que si pero no se donde están las de remplazo—, dijo el tarado, tomando los doscientos dólares.
Saqué otros tres billetes de cien e inmediatamente, de su sucio pantalón, sacó el juego de llaves.
Era algo estúpido lo que yo trataba de hacer y más, violentando la privacidad de la castaña; la misma llave abriría la oportunidad de un diálogo extenso.
Necesitaba hablarle con la verdad y escucharla, era eso o que me golpeara y dejarme hacer.
—Yo no te conozco—, dijo el gorila dándome la llave en la mano—, abre y me la entregas ahora, no quiero problemas— acotó.
Inmediatamente tome la llave, la inserte en el cerrojo y abrí la puerta silenciosamente, entregándole la misma al hombre.
Entro de puntillas en la habitación, ella está completamente dormida en esa gran cama, sus castaños cabellos esparcidos por la almohada y durmiendo como la recuerdo, boca arriba y desplayada en la cama.
Me acerco de a pocos... ¿Cuántos años he esperado para este momento? ¿Cuántas noches he llorado recordando sus besos y cuántas charlas habíamos dejado pendientes? Nuestros sueños se habían visto frustrados por la misma mujer que la trajo a este mundo.
El pasado estaba a prueba de su amor y no tenía el valor de escapar para siempre de ese dolor, no podíamos seguir en esta treta de inseguridades, rencores y dolores.
Ella ha robado mi corazón y yo tengo el suyo.
En cuanto me acerco a ella, puedo contemplar que lleva el mismo relicario que le había regalado… lo único que había dejado mi madre biológica como herencia en mí, con una foto mía a los once años… si, ella me lo había dado todo en ese instante y ya no le quedaba nada más porque, hasta su llanto fue en mi honor.
¡Vaya tonto pasado!
Ella sintió mi presencia, lo sé por el solo hecho de suspirar y ponerse en la misma posición que acostumbrábamos a dormir cuando estábamos juntos.
Me siento a la orilla de la cama, tratando de no lastimarla ni mucho menos, hacer ruido. Siento la presencia de la tremenda tristeza que embarga su corazón y el mío, que empieza a latir desbocado.
Repaso con la yema de mis dedos la comisura de sus labios, no puedo evitar acercarme un poco más y clavarle un beso con alevosía y pasión. La devoción que le he profesado a este amor, es más grande que cualquier otra cosa.
—¿Qué demonios estas haciendo? —dijo entre susurros, tratando de despegar mi boca de la suya.
Acuno su rostro en mis manos, sentir esa tersa piel entre mis manos era elixir. Ella ya no refunfuña y acepta gustosa ese beso que pacta una nueva oportunidad para esclarecer el pasado.
Correspondido y envuelto en sus brazos, devoro cada centímetro de sus labios, hasta que una mordida en el labio, me hace a que despegue de inmediato de sus labios.
El sabor a metal de la sangre que estilaba de mi labio, me hizo entender que estaba soñando, sí, mi imaginación había volado al punto de soñarla y desearla… esa misma noche, por seguirla, había tenido un accidente de auto y ahí, comprendí que era la noche de mi mal, de tragedia y de soledad…
Solo el hecho de imaginarla, besarla y saber que tenía el relicario que le había dado, me hacían sentir vivo y sin importar que pasara conmigo, ya tenía un poco de paz para dejarme morir.
Morir en ese momento o, ser salvado por colegas médicos, especializados en eso; salvar vidas, más no el corazón.
El suelo de la carretera es resbaloso y está húmedo por la llovizna que ha azotado la noche. La ventisca fresca y pesada le da otro sabor a la amarga noche que he vivido.