Amelie:
Luego de tener ese encontronazo con el amor de mi vida y, el enterarme que había escrito 744 cartas, explicándome que me amaba, que esperaba en un futuro regresar a California y qué, luego de sopesar que ya no tendríamos un “nosotros” se daba por vencido… hasta que lograra el objetivo; convertirse en médico pediatra y así, poder volver como alguien y no un don nadie, ne hicieron sentir miserable, dolida, lo peor…
¿Qué cómo hice para obtener todas esas cartas? Fácil, tuve que pelear con mamá.
Flashback:
Entre al auto, Vladimir me ha hecho el favor de llegar a traerme al hotel, dejarme en el recinto del teatro y recoger el bentley. Nova fue la que me llamó con respecto al accidente que Salvatore había sufrido y, exactamente en la carretera hacia la ciudad; enloquecí inmediatamente al saber sobre este suceso y, de inmediato, me dirigí al hospital en donde estaba hospitalizado, durante tres días estuve esperando a que despertara y poder hablar con él.
Me sentía culpable de lo que le había pasado, gracias al cielo despertó y pudimos hablar… ese beso que pedí a gritos internos y que él y solamente él, pudo saciar ese mar de emociones y calmarlo.
—Estamos juntos ahora y no importa que no hayas contestado ninguna de las cartas que te envié durante ese tiempo. — acotó de forma seria.
En ese momento me sentí vulnerable, engañada y desprotegida en cierto aspecto.
—¡Dime! ¡¿QUÉ CARTAS?! —grite perdiendo los estribos.
—¡Cálmate por favor, cálmate! Yo escribí una carta diaria durante dos años… siempre las envié a tu dirección, más no obtuve respuesta, no entendía pero… creo saber ya el motivo. — Dijo como ido, pero con la conciencia en donde debía ir… mi madre.
comienzo a llorar nuevamente.
—Pase 9 años odiándote y amándote, ahora resulta que me escribías cartas… ¡Dios, no puede ser! — entre hipidos, empecé a formular palabras y me levanté de la camilla, le di un beso en la frente y salí de esa habitación en modo furia.
Vania solamente contempló mi ida repentina, Jacob solo me monitoreo para saber si ya había comido y dormido aunque sea un poco. Mi madre no sabía de lo que está pasando y, menos que es Salvatore Stone el que ha regresado a California.
Me monte en el bentley, llegué a casa y entre despotricando contra todo y todos.
—¡Mamá, mamá! —grito con desmesura en toda la casa.
Las chicas del aseo, mi padrastro y mi madre, salen corriendo hacia el living.
Cruzada de brazos estaba esperando una respuesta a todo lo que tenía que preguntarle a esa mala mujer que, con muchísimo dolor, tenía que soportarla día a día.
—¿Qué pasa Amelie, qué son esos gritos? —dice sería, caminando siempre con esa postura prolija, con la cabeza en alto.
—Debemos hablar ahora, ¿podrían dejarnos a solas? Por favor. —exclame.
—¡Claro hija!— dijo Jacob, dándome un abrazo de apoyo y sacando al personal de la escena.
Mi madre se sienta en uno de los sofás de tres cuerpos que hay en el living, cruza la pierna y me ve con suma atención.
—¡ya estamos solas, dime lo que debas decir! —dijo soberbia como siempre.
Respiré hondo y me senté frente a ella, estar a su altura sería un poco más fácil, según mi tonta yo.
—Durante estos años me he quedado callada mamá, sabes todo lo que he vivido hace 9 años atrás… nunca pregunté pero, hoy, precisamente hoy, me surgió una duda tremenda. —acote.
Ella se puso tensa y, de inmediato se encabrono. Sabía que era lo que tenía que decir, inconscientemente.
—otra vez con lo mismo, Amelie, por favor. Ya tienes 26 años, debes de olvidar eso, él te rompió el corazón cuando decidió irse. —dijo en tono adusto.
—Él no me rompió el corazón, yo ya lo tenía roto. Ese no es el punto. ¿En donde están las cartas? —solté sin más.
Ella abre sus ojos como platos, inmediatamente se para del asiento que ocupaba, me da la espalda y se enfila hacia las escaleras, inmediatamente camino hasta ella y poso mi mano sobre su hombro en señal de detención.
—Amelie, ¡aléjate ahora! —expresó con voz rábica.
Me dio miedo su actitud, pero debía enfrentarla y pedir muchas explicaciones.
—Por favor mamá, dime ¿dónde están esas cartas? Ya me separaste una vez de su lado y nunca entenderé el porqué, ahora, entrégame esas cartas de una vez, por favor. —dije envalentonada.
Ella sonrió con sorna y se dio la vuelta, me vio y rodo los ojos en señal de arrogancia.
—¿Quién te dijo sobre eso y para qué las quieres? Confórmate con qué aleje a ese hombre que no era para ti, un pobre diablo que no te ofrecería un futuro digno, Amelie. —espeto.
Las lágrimas tontas jugaban con mis emociones, no sé si lloraba por rabia o por dolor, pero de lo que si estaba segura era que debía aclarar esto ya.
—¡tú no sabes nada! Las cartas, dime ya donde están mis cartas. No me interesa si pensabas que él no era para mí. Lo que te digo es que mi cuerpo y mente le pertenecen y, ahora que podemos estar juntos, lucharemos contra todo y contra todos.
Ella se quedó perpleja ante tal declaración… no debí abrir mi boca.
—¿Cómo que esta aquí? ¿Lucharán juntos?... ¿Pero que demo…? —Jacob nos interrumpe, dándome una caja sucia de tierra, sus manos lucen sucias y su frente perlada por el sudor, me demuestran que estuvieron enterradas las cartas todo este tiempo.
Mi madre lo ve fúrica y yo agradezco el gesto que tuvo conmigo.
—Misterio resuelto. Léelas pequeña y sana lo que debas sanar. No es un crimen amar a nadie que no sea de tu nivel o incluso, que no comparta el mismo amor que me tienes…—dijo Jacob, suavizando la situación.
—Gracias papá, gracias por esto.
—No durará mucho, Amelie. Goza mientras el tiempo te lo permita, pero escúchame bien; ese hombre no estará contigo de nuevo. No mientras yo esté viva. —Dijo mi madre en tono villano, subiendo las escaleras.
Molesta, va diciendo improperios durante el camino.