Amelie

Volver...

Amelie:

Estoy afuera de la casa de Vania, Salvatore ha sido dado de alta hoy, y, él necesitaba que yo le explicara porque no volví a verlos estos días, pero, necesitaba mi tiempo para procesar tantas cosas.

Salgo del auto, me giro sobre mis talones directo hacia la puerta que me llevaría a ver al amor, siento como un escalofrío recorre toda mi espina dorsal, sintiendo como una mirada de fuerza y poder me hela hasta los huesos, voltee a ver para todos lados, más no encontré nada y a nadie.

Toco el timbre, no duro ni dos segundos en arrepentirme y salir corriendo pero, la puerta se abre tan pronto que no me da tiempo de escapar.

—¿A dónde ibas, Amelie? —dice Salvatore, quién gracias al eterno está bien y solamente han sido los raspones, el brazo fracturado y una costilla rota… ¿solo eso?

—Había olvidado algo en el auto, no te preocupes— dije avergonzada, las mentiras me salían tan bien.

Sé hace a un lado para que yo pase adentro, lo miro, contemplo su rostro y esos ojos cielo que me habían enloquecido en un pasado y que lo siguen haciendo ahora. Vania está sentada con una copa de vino, elegante y vivaz, mientras que la servidumbre pasa con varios platillos hacia el comedor principal. Por lado fuera, la casa es sencilla, por dentro es un palacio.

—bienvenida, querida Amelie, toma asiento por favor. —exclama.

Solo de estar en este momento me ha llegado una lluvia de recuerdos… no me olvide del día que separo mi vida de la pobre qué me toco vivir después, nuestro amor tenía de nuevo una oportunidad. Aunque yo debía de hablar de muchas cosas de las que no estaba orgullosa…

Tomo asiento y Salvatore suelta un carraspeo en señal de privacidad. Vania inmediatamente capta la intención y se disculpa conmigo un momento dejándonos a solas.

—¿Estás bien? —Dice él, acercándose poco a poco a mi y tomándome de la mano.

Sentir el contacto de su piel con la mía me hacen sentir agradecida con la vida.

—Claro, estoy mejor que tú. —dije con sarcasmo y el sonríe.

Suelto un suspiro grande y él solo me contempla como si de una pieza de cristal se tratara y en cualquier momento se quebraría en mil pedazos. Acaricio su mano, acuno su rostro en mis pequeñas manos y con mi dedo índice recorro su fisonomía. Él sigue igual que ese otoño, más sin embargo se ha conservado como el vino, mejorado con los años. Se ha convertido en un hombre atractivo, culto y sumamente sensual, deja demasiado a mi imaginación.

—¿Por qué no viniste a verme después de la confesión de las cartas? —acota, besando mi mano.

Sus ojos destellan como hace tiempo atrás.

Ni pensar que ese amor de críos podía ser recuperado 9 años después.

—Me enfrenté a mí madre, le pedí que me dijera donde estaban esas cartas y discutimos un par de cosas, nada de relevancia, la verdad. —espete sin ponerle interés ni hacer ahínco en el tema de mi madre.

Él suspira, se acerca más a mí, haciendo a que nuestros rostros no tengan un centímetro de distancia y deposita un beso delicado en mis labios, uno que correspondo de inmediato, soltando la necesidad urgente de fundirme en él.

—Prometo no soltarte nunca más. —Dice entre ese beso delicioso que sabía a cielo.

—Tengo tanto que contarte y… —Vania nos interrumpe con una risita avergonzada, haciendo que me sobresalte y golpee la cabeza de Salvatore con mi frente.

Empezamos a reír y me separo un poco del sujeto al que he odiado sin razón y amado con el corazón, mis amigas o bueno, dos de ellas estaban consientes de ello y mis varios intentos de morir.

—Perdón que los interrumpa, la cena ya está servida, los espero allá. —Dijo riendo.

—Claro madre, iremos en un momento—Dijo Salvatore, masajeándose la frente.

Ella asintió y se retiro nuevamente.

No quiero arruinar la noche con noticias tristes, aun no es momento de cosas tristes y subir a Salvatore a una montaña rusa de sucesos que al fin y al cabo eran del pasado.

—Te amo Salvatore, siempre lo he hecho y… —me interrumpió poniendo su índice en mis labios.

—También te amo Amelie… veo que siempre me haz tenido presente… —Dijo tocando el relicario que cuelga en mi cuello, solamente que he añadido una cadena de oro entrelazada con la de plata que el me había dado.

Recuerdo que era su única pertenencia valiosa y que, su madre biológica le había dado antes de desaparecer.

Nunca me quedó clara esa parte.

—Fue lo único que me mantuvo cuerda, nunca pensé que llegaría el ahora en que las luces brillarán entre nosotros nuevamente… —expresó un poco sentimental.

—Eres una de tantas cosas que he soñado, de hecho el día del accidente tuve una alucinación, no sé si fue un presagio, visión o poder divino pero, te vi con ese relicario en tus manos, mientras llorabas. Traté de pedirte perdón una y mil veces… —expresa.

A veces mi odio era más grande que mi amor por él, en este momento algo así se estaba apoderando de mí.

—Es que, aún no entiendo porque no volviste, porque no luchaste por mí. Leí todas las cartas y, en cierta parte entendí que jamás dejaste de amarme pero… ¿Por qué no volviste? —digo llorando.

—Cuando tu madre me sacó del granero, no se conformo con eso y me acuso de robo y de invadir propiedad privada —expresó, apretando sus manos en forma de puño y dejando a la vista los nudillos blancos de tanta fuerza e ira que tenía por dentro.—, como no encontraron pruebas de lo que decía, me acuso de inmigrante y; volví a Inglaterra sin nada y a punto de matarme en un puente—expresa.

Mi madre ha sido todo un monstruo, si le había hecho daño a él y a mucha gente, obviamente yo no me he salvado de eso. Menos el amor que crecía en mi vientre.

—Nunca más nadie podrá separarnos Salvatore, jamás nadie nos hará sufrir nuevamente… Si es de volver, lo haremos y con más fuerza, sin miedos… solo somos tú y yo. —digo besándolo nuevamente y amarrándolo en un abrazo.




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