Amelie

Derribando obstáculos

Amelie:

Después de ese abrazo gigantesco, decidimos pasar por fin a la mesa. Vania está ahí, tomando una copa de vino, nuevamente, y, levanta con su mano una campana que tiene en la mesa y la hace sonar tres veces, inmediatamente empiezan a desfilar todos los platillos que desprenden un aroma muy exquisito, Salvatore y yo nos sentamos juntos, mientras que nos sirven esas delicias en los platos.

Pollo horneado, ensalada de papa, arroz gratinado, pan de calabaza, uvas y manzanas, panecillos blancos e integrales, tablas para picar, y, delicias turcas.

Todo eso era un exquisito festín que inunda la mesa, no sólo de colores sino de sabores y olores deliciosamente infernales.

—Espero te guste lo que he mandado a preparar para ustedes. —dice Vania, levantando la copa en honor a nosotros.

Me siento como de la realeza, halagada y viviendo un sueño.

A mi memoria vienen los recuerdo cuando comíamos perros calientes en el parque, bebimos soda del mismo recipiente y, nos deleitabamos del mismo chocolate como postre.

Todas esas vivencias me erizan la piel, los recuerdos gratos y de nuevo ese horrible suceso en el que mamá me obligó a destruir lo más bello que había quedado de ese hombre, esa semilla que había puesto en mi.

Me quedé ida un momento, sumergida en esas memorias.

—Amelie, ¿Estás bien? —comenta Vania, mientras que Salvatore tiene lágrimas en sus ojos.

Salgo de mi ensoñación y asentí en señal de respuesta a su pregunta, mientras que tomo la mano de ese hombre y le doy un beso en su mejilla, tomo los cubiertos y comienzo a comer, tranquilizándolo.

Hablamos de todo y de nada, reímos, bebemos vino, menos Salvatore porque está bajo medicamentos, pero, de igual forma estamos amenamente y conozco más a Vania.

—Y así fue como nos ayudamos mutuamente. Salvatore es un hijo para mí, aparte, me ha enorgullecido a tal punto de sentirme la madre más feliz y bendecida.—acotó.

Increíblemente dos almas necesitadas fueron atendidas la una a la otra y crearon ese vínculo fraternal.

—Bueno, ahora cuéntame un poco más de ti —exclama atenta.

Comienzo a hablarles sobre cómo me había convertido en bailarina y había hecho tantas cosas en ese ámbito, en mi lugar seguro.

—Ese papel fue espectacular, amé cómo expresaste tu sentir en la danza. Todo estuvo maravilloso, Jacob tenía razón de estar orgulloso de su hija. —Dijo Vania, mientras que Salvatore me veía embobado.

—Claro, Jacob fue es de las personas que me apoyo en este camino y con otras situaciones. Mi madre no lo merece sin duda alguna, él es muy tierno, amable, un ser humano muy bueno y ella es… bueno, es muy insensible.

—Esta bien Amelie, no hables de ella si no te hace bien. ¿Quieres postre?

—Esta bien— dije sonriendo.

Transcurrió la noche entre pasteles y cháchara, llega la hora de irme, no quiero hacerlo, tengo miedo de que esto sea un sueño y despegarme de Salvatore me pone mal, ansiosa y depresiva.

—No te vayas si no quieres, puedes quedarte en la habitación de huéspedes, está acomodada para ti. —Dice él, con su rostro lleno de ternura.

¿Cómo negarme a eso? Pero no, no puedo quedarme. Mamá se pondría histérica y yo no podría lidiar con eso ya que con su odio y locura, puede hacerle daño a Salvatore.

—Me encantaría pero, debo irme. Prometo venir mañana por la tarde a verte y si no te molesta, traeré a Nova para que hablemos los tres, es la que más se emocionó con tu regreso. —dije sonriente.

Nova es amiga de ambos, y estará dichosa de poder hablar con él.

—Claro, es bienvenida en esta casa también. Un gusto Amelie y gracias por alegrar la noche. Hablaré con Jacob para cerrar el negocio, ese hombre se merece el cielo. —dijo Vania, se despide de mí, dándome un beso en la mejilla, mientras se retira e indica a la servidumbre ayudar a Salvatore en cuanto me vaya.

—No quiero despegarme de ti un solo instante. Quiero que estemos juntos todo el tiempo, así como ese otoño en el que éramos inseparables... —espeta con ternura y devoción.

El amor ocupaba eso; devoción.

Lo miro y me planta un beso eterno, la verdad me pone cachonda tan solo sentir sus besos calientes en mis labios. Siempre fue un buen amante, me prendía con solo mirarme.

«¿Cómo será ahora ese hombre en la intimidad?» me pregunto con suma curiosidad.

El bochorno se acrecienta en mi vientre, bajando a mi intimidad haciéndola humedecer y el rubor sube a mis mejillas, haciéndome quedar en ridículo.

Mi corazón delator, desborda lujuria a gritos, e inmediatamente Salvatore lo nota.

—Prometo que cuando me den el alta te haré llegar al cielo—Dijo con voz ronca y gruesa, mientras yo trague saliva y volví a besarlo.

—Entonces… te veré hasta mañana, galán —digo mientras me separo de él y suelto a regañadientes su mano.

Él sonríe y se despide de mí, esta vez en serio y espera a que suba a mi auto y encienda motores, me lanzo directo a la carretera y él queda ahí, protegido y en un techo, un techo que lo alberga, que es propio ya que Vania, su madre adoptiva generosamente le ha heredado.

¿Quién diría que el tiempo iba a recompensar a ese ser lleno de obstáculos?

Pensando en todo el camino, por fin llego a casa, estoy de buen humor y me siento especial.

Entro a la casita del horror, todo esta a oscuras. Entro de lo más normal, mamá no puede quitarme ésta felicidad que traigo luego de estar en donde siempre pertenecí; en el regazo de ese inglés bohemio que se había convertido en un excelente médico.

—¡No lo veras más! —grita mamá, sentada en el sofá de un cuerpo que estaba en el living, haciéndome saltar de la impresión.

Respiro profundo y me enfilo hacia las escaleras para ir a mi habitación.

—¿Estas escuchándome Amelie? No te quiero cerca de ese hombre.

—Ya sabes que esta aquí, ¿cierto? Pues ahora lucharemos por lo nuestro, por lo que nos corresponde vivir y para ser felices. Tú ya no puedes interferir en eso, mamá, no puedes. —digo envalentonada, mientras que ella se acerca rápidamente más a mí.




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