Narrador omnisciente:
Desde aquella noche en que Amelie desafío a su madre; esa mujer con un corazón oscuro y dolido, tenía como meta hacer infeliz a su hija. La única hija que había tenido con ese hombre que daba el mundo por Amelie, pero que ella odiaba por no ser el hombre al que ella amaba.
Margaret de Clark se había convertido en el verdugo de la felicidad de su propia hija. Sin remordimiento alguno, sin filtros y mucho menos, sin compasión alguna.
Cuando Margaret tenía 16 años, conoció a un italiano rebelde, Gael Ferragamo. Ese hombre de 20 años que la hizo vibrar en todos los sentidos, ese mismo hombre que huyó con la mejor amiga de Margaret y la dejo sola, sin valor y sin lo más preciado que tenía en ese tiempo retrógrada; la virginidad.
Luego, encontró a ese hombre que la amó como nunca, pero que ella no correspondería por nada del mundo. Se casaron, ambos intentaron hacer las cosas bien para complace al otro, empero, Margaret quería ya irse del lado de ese hombre que solo trataba de hacerla feliz.
Una noche de copas bastó para concebir a Amelie, ese hombre si antes era un encanto, ahora era más amoroso y sobreprotector.
Nació esa bella niña de orbes castañas y sonrisa divina, dedicándose Margaret a odiarla toda la vida.
Cuando pasó lo de Salvatore, ella rebobino tiempo atrás y cayó en cuenta que había pasado por lo mismo, enamorada de un extranjero, solo que con la diferencia en que él inglés estaba enamorado irrevocablemente de Amelie.
Pasaron los años luego de la maldad que había cometido, matar a su nieto y las ilusiones de Amelie, con eso ella lograba calmar un poco el odio que le tenía a su propia hija.
Cuando quedó viuda; acontecimiento que ella misma causó, quedó libre, un poco tranquila y feliz.
A los años encontró de nuevo a ese italiano, ese mismo hombre que le había robado el corazón. En ese mismo hospital en el que mandó a cometer tan atroz asesinato contra un infante inocente, el amor de su vida estaba moribundo de cáncer.
La última cifra de dinero que poseía la familia, se la otorgó a ese hombre para los tratamientos del cáncer, más sin embargo el tratamiento no dio sus frutos, dejándola con el corazón hecho añicos y odiando más a su hija, ya que ella había sobresalido en todos los modos posibles.
Porque Amelie no se notaba quebrada, no ante ese ser vil que tenía como madre, esa mujer déspota y aberrante que le había otorgado la vida.
—No entiendo que rayos te pasa, pero no voy a permitir que me alejes nuevamente del hombre de mi vida, y menos, que destruyas algo que la vida me está dando. Ya una vez lo hiciste y mataste el fruto de ese amor, no lo harás de nuevo. Estaré antes muerta a que lo hagas, escúchalo bien. La vida lo quiso así y, así será — exclamó Amelie, furiosa con esa mujer que le había traído al mundo.
Amelie tenía la ilusión de recuperar a ese hombre que tanto amo pero, su madre tenía otros planes para ello.
—¿Qué estas tramando ahora, Margaret?—exclamó su esposo Jacob.
Jacob es un hombre de negocios, con un viñedo gigantesco y distribuidor del mejor vino de California, quedo impregnado de la belleza y la elegancia de Margaret, desposándola nuevamente y amando a Amelie como su propia hija.
Ella se quedó viéndole, sin retirar la mirada envalentonada que tenía. Jacob solamente suspiro, posó su mano en el hombro de la dama y deposito un beso lujurioso en el cuello de la mujer malvada.
Empezó un vaivén de besos y caricias lujuriosas, que terminaron en la cama del “feliz matrimonio”.
—Le haré añicos la vida a ese inglés, se arrepentirá de haberse fijado en Amelie… esta vez iré con todo y contra todos, cueste lo que cueste—exclamó, encendiendo un cigarro luego del acto de pasión.
Jacob solamente la vio y se levantó de la cama, se puso su bata y se dirigió al baño, dándose una ducha de agua fría, se seco el cuerpo y se puso un pijama.
—No entiendo cuál es el problema con tu hija… Amelie ha sufrido demasiado con todo esto y, lo peor del caso es que eres consiente de ello. Por favor, ya no hagas nada—espetó aquel hombre que se sirvió una copa más de vino.
Embriagarse del olvido era poco para lo que había sufrido al lado de esa loca.
Mientras que ella seguía maquinando su maquiavélico plan, salió Jacob a su despacho, mientras que la poesía golpeaba en su mente.
Tinta y papel fueron los testigos que tuvo para plasmar ese poema que le dedicaba a esa mala mujer.
Los pétalos del tiempo:
La ventisca fresca
Me recuerda a ti
Tus labios como
Los pétalos de una rosa
Golpean mi rostro
Al sentir tus caricias,
Labios rojos
Tal como el carmín,
Atrapantes del destello
De mis ojos,
Dueños de mis
Lujuriosos deseos,
Atrapados en el tiempo
Del amor
Soy esclavo
De tu amor…
El pétalo del tiempo,
Que concede mi clamor…
A ti, amada rosa que
Un día dejo plasmado
El aroma de su amor,
A esa rosa que me dejó
El recuerdo de su dolor
Y se renovó
Con los nuevos
Pétalos del tiempo
Y se llevó mi amor.
Dando por concluida su velada con la poesía, Margaret lo interrumpió, pidiéndole las llaves del auto.
El plan de Margaret, consistía en ir a buscar al padre de Vladimir, amigo y eterno enamorado de Amelie y comprometerlos a un matrimonio sin amor… la infelicidad de Amelie, comenzaba ahora.
Tomó el auto de su esposo y se dirigió hacia la casa de Vladimir.
Tocó la puerta con desespero y urgencia, la empleada salió a abrir la puerta, eran las dos de la mañana cuando ella pidió hablar con él dueño de la casa.
—¿Margaret, que gusto pero, qué haces aquí? —preguntó anonadado el hombre.
Ella carraspeo y suspiró.
—Vengo a ofrecerte un trato, por la felicidad de nuestros hijos. —exclamó la malvada mujer con sed de venganza.