Salvatore:
He pasado una de las mejores noches de mi vida, desde hace mucho tiempo atrás no sentía esa libertad de amar con confianza.
Ella es la mujer de mis sueños, la niña que me cautivo de principio a fin, y hoy, eso quedó más que demostrado.
Cuando ella dormía sobre mi pecho, con sus piernas entre las mías, y ver sus delicadas manos cerca de mi pecho, contemplo el anillo que luce en su mano izquierda, ese dedo anular que demuestra con el brillo de ese ámbar precioso; el mismo que tenían sus ojos, y que reafirmaban que se convertiría en mi esposa, en mi mujer y formaríamos el hogar que siempre soñamos.
Me ha dolido el corazón al enterarme de la pérdida de mi hijo, sabiendo que debía de proteger a la pequeña mujer que dormía a mi lado, porque si esa mala mujer fue capaz de hacer tal crimen atroz, sería capaz de todo.
Un hijo… ¡Dios!.
Contemplo toda la madrugada a la mujer que en poco tiempo compartirá definitivamente su vida a la mía.
Cierro los ojos y caigo rendido, ante su piel tersa y húmeda y el olor a miel de su cuerpo perfecto… es sin duda mi lugar seguro.
(***)
—Recuerda que te amo, no lo olvides. —digo en cuanto la llevo a su casa, a ese horrible calabozo que la tiene presa.
Ella sonríe, me abraza y contempla su anillo.
—Yo también te amo, hoy hablaré con Nova, Beea y Shanon para que me ayuden con los preparativos del compromiso, no puedo esperar más tiempo lejos de ti. —exclama, tomando mi mano y jugando con los dedos entrelazados a los suyos.
—Pensé en ver a Nova hace un tiempo, antes de que tú y yo estuviésemos juntos. Quería llegar a ti y debía encontrar alguna forma de hacerlo pero, no me animé. Ahora veme aquí, seré el futuro esposo de Amelie Clark, la bailarina de talla internacional... —expreso acercándome de nuevo a su boca, reclamando sus labios carnosos que me hechizan.
—Y yo la futura esposa de un pediatra guapísimo, el mejor de Inglaterra… te veré por la tarde, así que ponte guapo—espeta sonriente, dándome el último beso de pico.
Baja del auto y se enfila hacia la entrada de la casa, abriendo la puerta y despidiéndose de mí, arranco motores y voy directo a casa, sé que mi madre sabía dónde estaba pero no cómo.
Llego por fin a casa, entro y directo voy a mi habitación en la casona, me ducho y me pongo un chándal deportivo, una polo y mis sandalias de estar, estoy a punto de acostarme pero Vania entra, se sienta a la orilla de mi cama y sonríe.
—¡Qué sorpresa tenerte por acá tan temprano! —dice sonriente, con el periódico en la mano.
—Perdóname por llegar hasta esta hora Vania, no volverá a pasar. —acoto.
Ella enrollo el periódico y me da un golpe en la cabeza, se ríe y me extiende el papel.
En primera plana aparece una foto de Amelie a mi lado, la foto en miniatura de la pedida de mano y otra donde nos abrazábamos. Para mí es una sorpresa grata, pero, reflexionando bien, sé que esto le traerá problemas a Amelie.
—¡Felicidades Salvatore! Ya es hora de ser feliz. —Dice mamá con sus ojitos destellantes.
Abrazo a mi madre de vida, mientras ella sonríe por mí felicidad, aunque yo sé bien que esto no es un buen presagio, esta foto podría arruinar la miel que derrochamos con Amelie.
Tomo mi teléfono y llamo a mi futura esposa, quien no responde a los dos timbrazos del teléfono, me angustio, no lo niego.
—Hola mi amor, ¿ya me extrañas? —expresa con tono coqueto.
Saco el aire que tenía atorado, de un suspiro y, doy gracias a Dios por lo que no está pasando.
He quedado tan dañado que, cuando hay felicidad no puedo gozarla bien por el miedo a que me arrebaten de mis manos, las ilusiones que tengo para darle, hacerla desde ya al lado mío, yo me dejo hacer de todo.
—claro que te extraño Amelie, solo quería escucharte y saber que estas bien ahí. —digo, tratando de no entrar en pánico.
Ella de inmediato lo nota, sabe que yo no estoy tranquilo.
—A ti te pasa algo que no quieres decirme. —insiste.
No me queda de otra más qué decirle lo que me acongoja, yo siempre he sido muy expresivo, aunque por ser inglés mucha gente pensaba que era muy frío y reservado, pero no es así.
—Tú ganas, pero prométeme que todo estará bien, ¿vale?
—Dime ahora o me quedaré sin uñas.
—Tranquila, es que hoy Vania me mostró el periódico, veo que eres famosa. —expreso después de tanto.
—¿Yo, famosa? No lo creo Salvatore, pero dime de una buena vez lo que está pasando.
—En primera plana y el titular de la hoja principal del periódico, aparecemos nosotros. Nuestro compromiso es público ante todos… ese es mi miedo, que te quieran separar de mi.
Ella suelta un largo suspiro y respira.
—No te preocupes por ella, ella no hará nada, no mientras tú y yo estemos juntos, porque él amor todo lo puede, todo lo malo es vencido. Ya hablé con las chicas, nos veremos esta noche; guapo y hermoso debes de ponerte… me pongo cachonda solo de pensarte... —exclama la castaña lujuriosa.
Reí de nervios, aun era tímido en ese sentido, no toqué a ninguna mujer desde que nos separaron, y hoy, hoy soy adicto a ella, a su piel.
—Amelie, mi corazón siente todo por ti.
De inmediato ella empezó a lanzarme besos por el teléfono, sonreí como imbécil, lo admito. Pero yo merecía sentirme feliz, vivo, sin miedo a nada.
—entonces yo iré a recogerte, espero verte así, guapísima como siempre y con una falda corta… quiero imaginar que tanto puedo hacerte con la falda puesta—expreso, con voz ronca de la excitación.
Ella sonríe nerviosa, se nota que la pongo como ella me pone a mí.
—Salvatore, ¿no te bastó con lo de la madrugada?, éramos unos conejos, aunque admito que extraño sentirte en mi piel, créeme que no halló las horas para casarme contigo y vivir juntos y lejos de todo. —espeta.
Ella tiene el mismo deseo que yo, el mismo de amar y compartir su vida conmigo, de ser felices lejos de todos y de la maldad que habita en su casa, disfrazándose de mamá.