Amelie

Miel sobre hojuelas

Amelie:

Terminé de hablar con Salvatore, realmente me sentía dichosa y que flotaba en una burbuja rosa.

Quería dormir un poco pero, obviamente no pude. Primero por la emoción y segundo por el grito de mis amigas al saber que iba a casarme con él hombre que me había hecho sentir segura. Esa felicidad que realmente no quería que nadie la borrara.l

a puerta de mi habitación ha sido tocada.

Me levanto a abrir y ver quien es, Jacob tiene el periódico en sus manos, con una sonrisa de oreja a oreja. Le invito a pasar para que conversemos y, gustosamente acepta.

—¡Enhora buena, Amelie! —exclama con tono rimbombante ante mis oídos

Lo abrazo y agradezco su alegría por mi.

Después de tanto tiempo de estar triste y cargando con una culpa que no me había dejado dormir durante tantos años, he entendido que fuimos víctimas del destino, del juego macabro de quien dice ser mi madre y quién; le corresponde cargar con esa culpa. Con esa vida cegada.

—Gracias Jacob, obviamente tú me entregaras en el altar, de eso nadie te salvará. —digo entre risas.

—¿En serio me concederás ese honor? —exclama con voz tambaleante y quebrada.

—¡Pues claro! Eres mi padre después de todo y haz sabido entenderme y cuidarme de las garras de la bruja con la que te casaste... — espeto entre risitas.

Todo es felicidad para mí, le muestro el bello arillo con el ámbar qué lo adorna y me pierdo entre ese destello.

—¿Mi madre ya lo sabe? —indago.

—No, no lo creo, como ella no sale a las calles y se mantiene sola arriba en el despacho, no lo creo, sino, ni te imaginas como se hubiese puesto.

—Entonces evita a toda costa que lea el periódico, no quiero que se altere ni me quite mi felicidad. —exclamo.

Se me va el tiempo en hablar con Jacob y sobre la sociedad que ha hecho con Vania y el rubro del vino.

(***)

Ya son las cuatro de la tarde, así que decido comenzar a arreglarme para esperar a mi amado, Vladimir no me ha hablado desde hace varios días. A él le he dejado claro que no quiero nada con nadie y; el periódico no ha ayudado mucho a reforzar ese punto.

Mis amigas en el chat, no paran de spamear con respecto a la boda y a ver a Salvatore.

Me pongo lo primero que encuentro y que me quedara bien, una falda tubo skinny, blusa de puños color blanco, tacos de aguja y una coleta alta, lista para conquistar a mi chico.

Bajo las gradas para irme directo a la puerta, ahí está ella sentada en la misma silla en la que mi padre acostumbraba contemplar la noche, en el pórtico de la casa.

—¿A dónde vas? —acota fríamente.

Sé encontraba bebiendo vino, sola y a oscuras.

—Voy con las chicas y con Salvatore. —digo sin más…

—Vamos a ver cuanto te dura esto Amelie, disfruta mientras puedas y te quede tiempo. —exclama soberbia y con hiel en la voz.

A la larga jamás he sabido porque ella se comporta de esa manera conmigo, siendo yo su única hija.

No le hablo, me giro sobre mis talones y pido un taxi, a lo lejos veo que viene la camioneta de Salvatore, así que me quedo parada esperándole, ya no pido el taxi En cuanto llega a donde estoy yo, baja el vidrio del auto.

Sensual y guapo como siempre, regalandome una sonrisa celestial, dándole un toque de sensualidad a cada estrofa que sale de su boca, así me recibe.

—Hermosa, aquí está tu carroza. —acotó sensual.

Mis piernas se vuelven de azúcar, se derriten al solo escuchar su voz y me siento entre las nubes, descubro que estoy más enamorada que antes y suspiro de lleno al ver como clava sus ojos en mi.

Mi madre solamente observa detrás, siento las miradas de odio hacia el hombre que me hace sentir especial, subo al auto, él me ayuda y se queda viendo hacia el pórtico, mientras mi madre solo analiza la situación, así como un depredador analiza a su presa.

—No le pongas importancia, vamos que ya es tarde para ir con las chicas. —exclamo en tono serio.

El solo hecho de que mamá ve que yo comienzo a estar feliz, me da miedo, ansiedad y nostalgia porque es difícil olvidar lo que me ha pasado hace mucho tiempo y que comience de nuevo a sangrar la herida que duele desde hace mucho, me arde al solo tacto de recordar.

—¿Te dijo algo Margaret? —dice serio Salvatore, quien tiene la vista fija en el camino.

—Solo palabras, tú sabes como es ella. Pero no importa, yo lo que quiero es que estemos bien... —exclamo dándole la mano.

Él la toma y besa el dorso de la misma, acaricia con su pulgar donde ha dado el beso y seguimos directo a donde estan las chicas.

—Amor… ¿Quieres que vivamos juntos? —pregunta.

La idea me encanta, me parece genial y atractiva.

Obviamente con él, yo quiero todo porque merecemos ser felices, después de todo siempre hemos estado destinados a estar juntos.

—¡Si, si quiero! Hoy mismo hablo con Jacob. —digo feliz, al borde del nerviosismo.

Al fin llegamos con las chicas, la rubia, la morena y la pelirroja estan ahí, tomando desde ya, mojitos y tequilas, envueltas en un ambiente bastante rumbero.

—Anhele este momento Amelie, no puedo creer lo que estamos viviendo. —exclama mi chico, quien tiene razón porque esto es irreal.

—De ahora en adelante nadie nos va a separar, ¿ok? —digo segura de mi misma y de la situación.

Bajamos del auto, llegamos junto con ellas y le saludaron todas emocionadas, gritando al unísono mi nombre, en cuanto dejo de abrazarlas, entra la acción, la miel sobre hojuelas, derramando y desbordando de felicidad este compromiso.

—Ahhh, querido Salva, ya era hora de verte de nuevo, ¿Dónde dejaste esa guitarra y el sombrero de copa media?—Exclama Nova, quien es amiga de ambos desde ese otoño.

Él lleno el lugar de risas, cada que lo hace me enamora más, endulza mi corazón y me lleva al límite.

—Está guardada en el baúl de los recuerdos, así como las faldas de tres tallas que solías usar. —Dice en risas mientras Nova roda lo ojos.




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