Leah Hamilton
¿Como se les ha olvidado mencionar esto? Me pregunto. Maldita sea, tengo novio y ni siquiera sé nada de él. Esto debe ser triste para alguno de los dos, ¿a quien diablos engaño? Esto es tan triste para él que de estar yo en sus zapatos, me tiraría de un risco.
¿Donde coño esta Ana cuando se necesita?
El chico aun me miraba extrañado y mi cerebro atontado aun esta procesando lo que me dijo desde hace unos cuantos minutos. ¿Novio? ¿Yo novia de él? ¿Eramos novio y novia? ¿Por que?
—Lo siento —digo, con una sonrisa tímida, sus ojos brillaron un poco e inmediatamente lo atribuí a las luces de la sala tras de mi—. Yo... Creo que deberías volver en otro momento —¿No puedo conseguir una buena excusa para sacarlo de aquí ahora?
El frunce el ceño de nuevo y su vista pasa de mi rostro a mi brazo enyesado.
—¿Que demonios te paso, Le? —pregunta alarmado.
La verdadera pregunta es: ¿que no me paso?
Puedo no recordar mucho, pero no ignoro el hecho de que cuando entramos a la mansión por primera vez para mi después del accidente, habían unas cuantas personas grabando y tomando fotos y el hecho de que Ana me haya hecho usar lentes oscuros y luego empujado dentro de las paredes, mucho menos. Los autos con ventanas muy polarizadas, los lentes oscuros que cubren buena parte de mi rostro, la seguridad por todos lados, la mansión gigante (o ¿este es el tamaño promedio de las mansiones?), los empleados de la casa... Tengo amnesia, no ceguera.
Sé que mi rostro ha estado muchas veces en las noticias por el accidente, lo comprobé yo misma cuando encendí la televisión de mi cuarto mientras Ana tomaba una ducha. Hablan de cosas que parecen importantes, como la futura administración de la firma de abogados de mi madre o el futuro de Hamilton Co., ya que se supone que mi hermana tendrá que ocupar un puesto dado y ambos se encontraban vacantes por el momento.
Mencionan un par de veces a la hermana de la difunta abogada Hamilton y a su hija adoptiva que ahora estaban en New Adventure, las que intuí eran Isabella y Ana.
Por eso, el que este chico en particular que dice ser mi novio, del que yo no recuerdo absolutamente nada, me diga que no sabe lo que le paso a mi brazo, parece completamente extraño. Aun así, y con todas las frases que pude haber elegido para demostrar así su falta de información, lo que sale de mi boca es:
—¿Acaso no tienes televisión? —mi voz suena más socarrona de lo que espere, pero funciona.
¡Vaya que este chico sabe juntar las esas cejas!
—Tuve un accidente —aclaro, poniendo los ojos en blanco mientras los suyos se abrían cual grandes eran—. En el bosque, hace unas semanas —no puedo recordarte por eso. Decido guardarme eso para mi, aunque no estoy segura del porque—. Necesito estar sola por ahora, así que... —dejo la frase en el aire, esperando que entienda la indirecta para que se largue de mi casa, mientras miro por encima de mi hombro para ver si la divina procedencia hace que Ana baje ahora mismo y me salve.
—Yo no lo sabia —admite, negando con la cabeza y mirando al suelo, supongo que intenta asimilar todo—. Acabo de regresar del retiro, no nos permitieron usar tecnología. Debí suponer que algo pasaba cuando no vi el auto de tu padre o por los paparazzi que están durmiendo en frente —niega de nuevo con la cabeza para luego clavar sus ojos en mi con una mirada que no sé identificar—. Quería disculparme por tener que irme cuando las cosas se estaban poniendo feas —toma mi mano sana entre las suyas y se inclina para besar mis nudillos con delicadeza—, pero es que todo parece salirse de control de un minuto a otro. No quiero que peleemos así de nuevo.
Este chico, además de apuesto, me resulta completa e indiscutiblemente... incomodo de alguna manera. No lo se, es algo de cuando esta así de cerca...
—No te preocupes —digo, apartando mi mano de las suyas y dejándola sobre el pomo de la puerta—, todo esta perdonado —miento, no puedo perdonar algo que no se recuerda—. Tampoco quiero pelear así de nuevo —porque no lo recuerdo—. Debo volver con Ana —me excuso.
Cierro la puerta en sus narices, quedándome con su mirada de sorpresa minutos antes de que esta se cierre por completo, y me dirijo a las escaleras decidida más que nunca a recorrer cada habitación hasta encontrar a esa rubia tonta que omite cosas importantes para mi.
Lucia Castillo
—¿No piensas decirme en serio dónde estabas? —pregunto de nuevo a mi hermano, sintiéndome algo herida por tener que insistir tanto.
Luego de que Leah haya dicho que vio a Mateo en el bosque la noche del accidente, y de que haya tenido que mentir para encubrirlo, he pasado el resto del tiempo preguntándole donde carajos había estado y él se niega a responder, lo que continuo en una intensa guerra de spoilers, aunque él aun se negaba a aclarar mis dudas evitándome o cambiando de tema en cualquier momento.
—¿Dónde estaba cuando? —pregunta para evitar mi pregunta, mientras revuelve la salsa de la pasta.
Y ahora elige la carta de hacerse el loco.
—La noche del accidente, Alejandro —estoy más que dispuesta a usar todas las armas que tengo para molestarlo y que diga la verdad, eso incluye su segundo nombre prohibido.
Aprieta los labios con fuerza, ya se esta molestando. Genial.
—¿Qué accidente estas mencionando, Pilar? —ahora es mi turno de fruncir los labios. Nunca perdonare a mi madre por ese nombre.
—El accidente de los Hamilton, Mateo —no responde, como ahora acostumbra hacer cuando lo menciono. Su cara muta en expresiones de despreocupación hasta su clásica cara de póquer—. Ambos sabemos que no estabas conmigo esa noche, solo quiero saber dónde estabas y porque Leah piensa que te vio en el bosque. ¿Don.De.Es.Ta.Bas? —agrego acentuando cada una de las silabas.