Amnesia

8

Leah Hamilton

Luego de salir del cine (nos pasamos media hora peleando porque película ver antes de decidirnos por la primera que empezaba, la cual resulto ser una película de superhéroes llamada «Pantera Negra», en donde no entendí absolutamente nada), vamos a comer helado en una heladería cercana al área del cine (chocolate con vainilla para Ana, fresas y frutos secos para Lucia y chocolate con una crema de chocolate que se endurece arriba, fresas y kiwi en almíbar para mí), para luego empezar a rondar todas las tiendas que conseguimos abiertas y Ana empezó a instruirnos sobre que piezas de ropa que valen la pena probarse.

Denovan da vueltas por todos lados y siempre parece estar lo suficientemente lejos para no interrumpir nuestra salida de chicas, pero lo suficientemente cerca como para no perdernos de vista nunca.

Y al parecer no es el único que nos tiene en el radar.

A cada tienda que entrabamos las miradas parecen seguirnos a todos lados, aunque a decir verdad, se paran más en mi que en mis acompañantes. O nos están observando mucho, o yo me estoy volviendo paranoica y algo desquiciada... no estoy segura de que sea un estado mental que defina lo que siento, pero al decirlo se siente bastante acertado.

Cuando salimos de la cuarta tienda de ropa, decido expresarle a Ana mis inquietudes junto con mi muy probable paranoia.

—No te preocupes por eso —asegura, observando a las personas que pasan a nuestros lados hasta parar en un punto exacto tras de mi cabeza. Estoy segura que Denovan esta allí ahora mismo—. Todo está bien, es común en tu familia. Ya te lo explique —hace un ademan con su mano como restando importancia al asunto y sigue caminando y hablando vívidamente con Lucia sobre una cartera de cuero que, según ella, «es exquisita y completamente parecida a algo de Katy Perry».

Al final del día, volvemos a casa luego de pasar por McDonald y con el auto lleno de bolsas de diferentes tiendas, bastante listas para el acontecimiento bautizado por Ana como: «ERegreso de Miss Hamilton 2018, al Instituto Dumort». Estoy bastante segura de que el instituto a donde voy tiene la palabra «Celestial» por algún lado en vez de «Dumort».

Lucia se queda a dormir en casa para el pre-suceso. Otro termino de Ana para bautizar a el lunes.

Al cruzar las puertas de la mansión en Paradise Hamilton, nos llega el inconfundible llanto de un bebé recién nacido, y las tres nos apresuramos a subir las escaleras hasta la habitación de nuestro nuevo invitado, pero Isabella ya se encuentra allí meciendo al pequeño Abraham Hamilton en sus brazos con el ceño profundamente fruncido, como si intentase adivinar porque su sobrino quería llorar de esa manera... aunque tal vez solo tiene migraña por el llanto estridente del niño.

—Hace tanto tiempo que no se ve un bebé en esta casa, que ya no estoy segura de que hacer con este—admite Isabella, percatándose de nuestra presencia en la puerta— ¡No logro hacer que pare de llorar! —lloriquea mi tía, mirando con desesperación al bebé.

—¿Puedo cargarlo? —pregunta Lucia, para asombro de todas—. Mi prima vino con su hijo hace algunos meces y creo saber qué hacer, es todo —asegura, mientras toma al pequeño bebé de los brazos de su tía... que también es mi tía.

Debo recordarlo más a menudo.

Balancea al bebe en sus brazos mientras murmura una canción de cuna. Al poco tiempo, a Abraham parece gustarle la canción y se queda dormido y quieto en los brazos de Lucia.

—Creo que encontramos a la madrina perfecta para este bebe gruñón —asegura Isabella en susurros, atrapando la manita de Abraham con la punta de sus dedos mientras este duerme tranquilamente en los brazos de Lucia.

Lucia deja escapar un pequeña sonrisa tímida y deja al bebe en su cuna con dosel, antes de hacernos salir a todas en puntillas para no arruinar su trabajo durmiendo a mi hermano.

—¡Misión dormir al bebé Abraham, completada! —exclama Ana en susurros mientras nos dirigimos a mi habitación, donde sera nuestra pequeña e improvisada pijamada.

—¿Era una misión? —pregunta Lucia—. Porque de ser así, no me sirvieron de mucha ayuda con el bebé.

—Estábamos allí como grupo de apoyo. No es nuestra culpa que no nos necesitaras —se defiende Ana, cruzando sus brazos sobre su pecho, actuando como si estuviese profundamente ofendida.

Lucia pone los ojos en blanco y murmura algo en español mientras entramos a mi habitación. Alguien (no estoy segura quien, pero me hago una idea), trajo dos colchones extra hasta mi habitación, aunque estoy bastante segura de que en mi cama entrabamos fácilmente las tres, no me molesto en retirar los colchones de allí.

Nos cambiamos y nos dejamos caer en nuestras camas, lo suficientemente cansadas para no molestarnos en hablar hasta más tarde, dejándonos llevar por los brazos de Morfeo con alegría...

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Es de día, un glorioso día soleado sin nada de nieve blanqueando el césped.

Estoy tumbada en una silla junto a la piscina con un refresco burbujeando en mi mano. Junto a mí, igual de relajados que yo, esta mi padre sentado con un refresco igual al mío con mi madre entre sus piernas, recostada en el pecho de papá y acariciando distraídamente su vientre plano.

De la piscina se levanta la figura de mi hermana, saliendo majestuosamente del agua perfectamente azul y brillante mientras empuja su cabello hacia atras para sacar el exceso de agua. Pasa a mi lado y deposita un cálido beso en la coronilla de mi madre antes de dejarse caer en la silla junto a ellos.

—¿Cuándo llegara la tía Bella? —pregunta Clare, recogiendo su bebida de la mesita de cristal junto a su silla.




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