Amnesia

16

Leah Hamilton

—Leah.

Me veo a mi misma sostener la pluma negra que me tendía mi padre. Mi mano temblaba ligeramente al sostenerla. Veo como mi mano hacia una curva en el papel. Firmaba.

—Leah —llama de nuevo mientras me jala los brazos—. Despierta.

—¿Que?—pregunto, con los parpados cerrados negándome a dejar el sueño.

—Abre los ojos —pide. No, ordena.

—No quiero.

—Por favor.

—No fastidies, Clare.

—Te dije que no se levantaría—dice la voz de Ana desde otro lugar de la habitación. ¿A quien diablos le importa donde este parada?

Ciertamente, a mi no.

—Pero tiene que hacerlo, hoy le quitan el yeso

—¿Como...? ¡Auch! —Me levanto de golpe y choco cabezas con Clare en el proceso.

¿Por que se tiene ponerse tan cerca de mi? Estaba comprobando que aun respiraba o ¿que?

Ana se ríe a carcajadas desde el umbral de mi puerta.

—Lo siento —se disculpa mi hermana,con su mano en el lugar de su frente donde le había dado el golpe.

—¿Que dijiste sobre mi yeso?

—Que es mejor que te bañes y te vistas —ordena Ana, dejando de reír y acercándose a la cama—, porque tenemos un día muy ajetreado.

—Mientras no tenga que ir a la escuela mucho mejor —digo, levantándome de la cama y alcanzando mis pantuflas negras peludas de Gucci.

Me siguen hasta el baño, así que dejo la puerta abierta mientras me lavo los dientes, Ana se sienta en la tapa de mi retrete mientras Clare se queda en el umbral de la puerta, sostenida por sus muletas, tras de mi. Oficialmente estoy rodeada de rubias de ojos claros.

—¿Con que soñabas? —indaga Clare, mirándome desde el espejo.

—Con nada —miento, aun recuerdo el estudio de Lucian al cerrar los ojos— ¿Pop 'e? —balbuceo con la boca llena de pasta de dientes.

—Te escuche diciendo algo sobre un contrato —se explica, mirando sus perfectas uñas acrílicas con indiferencia.

Mierda.

No 'e de que 'e abaass.

Termino de cepillarme y me vuelvo a ellas.

—Me voy a bañar —espero a que se muevan y saquen sus traseros del baño. Sobra decir que no lo hicieron—. Quisiera privacidad para hacerlo.

Ahora si captan la indirecta y salen del baño.

¡Demonios!

—¡Ana! —llamo en el momento en que cerraban la puerta tras ellas.

—¿Que? —pregunta, asomando su cabeza rubia por la puerta.

—Me ayudas con el yeso —pido de forma patética, señalando el yeso y la pequeña cajita con bolsas que debo amarrarme para poder bañarme y no apestar a muerto.

—¿Como lo hiciste anoche? —inquiere, caminando a mi lado y tomando una de las bolsas.

—Me metí en la bañera.

—Estoy orgullosa de ti.

.

.

.

—No creo que sea buena idea ponerme pantalones cortos —opino, mientras Ana saca prendas de mi vestidor sin ningún orden—. Aun hace frió afuera.

—De hecho, dicen que el frió debería haber pasado hace un rato —expone Clare a mi lado, mirando el reporte del clima en su teléfono—, pero tampoco creo que lo correcto sea presentarte con Madame Critica con una prenda tan corta —apunta los pantalones con el teléfono como si se tratara de un arma, descartando los pantalones cortos.

—Entonces, nada de pantalones cortos —acuerda Ana, devolviendo los pantalones cortos a la percha de los pantalones—. Eso deja afuera también las faldas, así que nos quedan los jeans y los pantalones de corte largo, acampanado... —revisa en las perchas— ¿Les parece cuero?

—Definitivamente si —afirmo.

—Absolutamente no —dice Clare por su vez. La miro como si estuviese loca— ¿Que? Es invierno aun —agrega, como si eso lo explicase todo.

—¿Que tiene que ver? —pregunto.

—Nunca te gusto usar cuero en invierno —explica, encogiendo sus hombros pálidos.

—Pero quiero usarlos —me levanto de mi asiento y me acerco a Ana, tomando los pantalones ajustados de cuero negro en mis manos— ¡Son absolutamente hermosos! Además —agrego, paseando la mirada por el resto de mi vestidor—, creo que vi una chaqueta negra que combina perfecto.

—Tienes un yeso, no puedes usar chamarra —objeta Ana.

—Pero no lo tendré todo el día, por eso vamos al doctor —replico, mientras voy a la percha de las chaquetas y saco un hermoso ejemplar de cuero negro y cierres platinados, como el pantalón—. Ahora solo necesito una camiseta.

—Técnicamente el hospital es solo una parada —informa Clare, mientras destripo la percha de camisetas por una que me vaya bien—. Primero debemos ir al aeropuerto, luego de nuevo aquí; ir al hospital para que te quiten eso y por ultimo ir al salón, en ese orden.

—Dos cosas —enumero, volviéndome a ella con dos dedos levantados. Bajo el primero— ¿Que vamos a hacer en el aeropuerto?—Bajo el segundo—¿Por que vamos al salón después?

—Primero—Levanta uno de sus dedos, imitándome—, debemos ir a recoger a la abuela.

—¿Llegaba hoy? —se extraña Ana, bastante sorprendida.

—Si, se lo dijo a Isabella hace unas semanas —responde, para luego subir otro dedo—. Y vamos a que te arreglen las uñas, a todas, de hecho.

—¿Que tienen de malo mis uñas? —indago, mirándolas. La pintura se había caído hace tiempo y ahora solo quedan algunos vestigios de color azul oscuro con plata.

—Tienen todo de malo y a la abuela no le agradara verlas en ese estado de descuido, créeme.

—Estoy de acuerdo—dice Ana, levantando su mano derecha como si estuviéramos votando por algo mucho más importante—, creo que deberíamos hacer tu cabello más rubio de paso, Clare.

—¿Crees que ya no soy platinada?

—Creo que te estas poniendo café.

—¡Me ofendes, Dominé!—exclama Clare en un asentó bastante afectado— ¡Yo nací platinada!




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