Amnesia

21

Mateo Castillo

—¿Por que llegaste tan temprano?

—Es una larga historia, hermanito.

Lucia se sienta junto a mi en el sofá de la sala dejando el sombrero ridículamente grande que le robo a mamá en la mesa de centro, se quita los zapatos a patadas con un rápido movimiento y se acuesta con los pies en mi regazo.

—Debes comprar talco —digo, tomando su dedo pulgar y corriéndome un poco al lado para ponerlos sobre el sofá.

—Lo tendré en cuenta —dijo, con el brazo cubriendo sus ojos para protegerlos de la luz.

—¿Esta todo bien? —inquiero, empezando a preocuparme por su tono apagado.

—¿Hiciste la cena? —pregunta ella al mismo tiempo.

—No, es el turno de Luca —respondo.

—No, fui a un funeral. No es como ir a un parque de diversiones, por lo que es obvio que este algo deprimida.

—Entiendo. ¿Que quieres para cenar?

Realmente no quiero tener nada que ver con la cocina, pero dejar que Lucia Pilar Castillo cocine para todos es un delito que puede ser penado por la ley, por lo que es mejor evitarlo a toda costa.

—¿Rollitos de jamón y queso al horno? —sugiere, apartando el brazo de sus ojos y haciendo un patético intento de los ojos del Gato con Botas.

—Vamos —digo, levantándome del sofá.

—¿Donde esta Magnus? —pregunta, refiriéndose a su gato.

—¿No se llamaba Presidente Miaw?

Lucia le cambia mucho el nombre a su gato y cuando parece decidirse seriamente por uno, es rápidamente seducida por uno nuevo y mas ridículo que el anterior que, según ella, era mucho mejor en comparación al viejo para el gato. El pobre animal tenia que tener un serio problema de identidad para estas alturas.

—Es demasiado largo —alega, paseando la mirada por el piso buscando a la pequeña bola de pelo bi-color—. Magnus es mejor para él.

—¿Como Magnus Bane, el gran brujo de Cazadores de Sombras?

—Exacto.

—¿Cuando dejaras de cambiarle el nombre?

—Creo que ahora —dice, mirando bajo la mesa—. Me da buena espina el nombre de Magnus.

—Si tú lo dices. Aguarda, ¿antes no se llamaba como el gato de ese brujo?

—Si, pero ahora sera protagonista de la historia.

Me encojo de hombros mientras ella busca a su gato por la cocina y el comedor.

Es una cosa bastante extraña, como con dos caras, por así decirlo. Se parece mucho al gato Venus que aparece en Internet y estoy seguro de que es por eso que a Lucia le encanta tanto. Una de las mitades de su rostro es blanca, con el ojo de un azul claro, pero la otra, era más grisácea y en partes rallada, con el iris color verde.

Hace unas semanas atrás, caminábamos por el centro cuando Lucia escucho al gato llorar en un callejón y se lo encontró en una caja, abandonado a su suerte. El pobre animal no podía tener más de dos meses, pero Lucia se enamoro por completo de él y casi llora para que mamá permitiera quedárselo. El llorar, por supuesto, solo seria una muestra de manipulación vil por su parte, a la que mamá cedería.

Mamá dejo que se lo quedara con la condición de que lo cuidara ella siempre, lo que implicaba, claro, encargarse de todo la que el gato pudiese hacer en la casa o, en este caso, deshacer. Lo llevamos al veterinario por sus vacunas (resulta que el animal es mitad angora y mitad demonio), se le empezaron a quitar los parásitos y ahora es un gato apasionado a romper todo lo que este en el cuarto de Lucia y a casar algunos ratones y pájaros inocentes, ademas de mirar con ansias asesinas a todos los perros de la calle.

—¡Te encontré, cosita! —chilla Lucia, triunfante, agachada bajo la mesa del comedor—. ¡¿Quien es un gatito lindo?!

Olvide mencionar que Lucia habla como idiota con un serio retraso mental con ese animal.

—¡¿Quien es un lindo Magnus?!

Se levanta del suelo con el gato entre sus brazos con su cara de «odio a todos, muéranse ya o denme alimento» que suele poner después de que lo despiertan de una de sus interminables siestas. ¿A quien engaño? Siempre tiene esa expresión. Se sienta en la isla de la cocina con el gato encima de sus piernas mientras yo revuelvo la heladera por algo que se pueda recalentar y comer.

De verdad, no quiero cocinar. Lanzo un suspiro al no encontrar nada interesante y saco las bandejas de jamón y queso.

—¿Como están las chicas? —pregunto, mientras saco las laminas de queso y jamón y las enrollaba juntas. Ciertamente no me importa, pero se siente correcto preguntar.

—Clare esta destruida —enumera, levantando sus dedos mientras habla. El gato le dirige una mirada cruel cuando deja de acariciarlo tras las orejas—, Ana esta haciéndose la fuerte todo el tiempo y estoy segura de que quiere un porro grande de hierba para animarse un poco, pero lo peor es que, a mitad de la ceremonia...

—¿Ceremonia? —interrumpo, confundido.

—Cosas de familia—explica rápidamente, haciendo un gesto para restar importancia con su mano—. Como decía, a mitad de todo Leah se volvió loca y...

—¿Loca de atar o solo es un decir? —interrumpo de nuevo.

—¡Podrías dejarme terminar!—grita. El gato da un salto por el susto al oír la voz de Lucia tan elevada y se baja de un salto de sus piernas, mirando indignado a su dueña, para volver a su viejo escondite bajo la mesa. Lucia lo mira alejarse con una ceja alzada, pero no va en su persecución. Cuando vuelve a mirarme con amenaza en sus ojos azules, paro un cierre imaginario por mis labios cerrados. Hueles a queso, puaj—. Enloqueció, se levanto de su asiento y salio corriendo por el cementerio, así que la seguí corriendo con Ana hasta que se canso, o se tropezó o algo, no se, y se arrojo al suelo a llorar.




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