Amnesia

24

Ana Dominé

Contra todo pronostico, logro convencer a mi familia para que me dejen arreglar el asunto por mi cuenta con los Diamond. Aunque no fue sencilla la pelea. Lo que termino de decidir la situación sobre quienes estarían presentes allí, fue que Isabella estaba aun muy enfurecida y que no seria capaz de hablar con frialdad ni sensatez y yo, aunque aun molesta, estaba lo bastante centrada para poder destruirlos sin volverme loca en un arrebato de furia.

Es obvio que la decisión final la tomo la santa inquisición de Anastasia Musett.

Hizo que su colérica hija se distraiga chismorreando con los invitados restantes y luego, se encarga de despedirlos con cordialidad para que ellos puedan salir corriendo a contar los acontecimientos dramáticos de la noche. Con muchos detalles.

Leah se queda con Lucia, ambas siguen hablando sobre sus cosas y se notan algo tensas entre sí, pero Lucia sonreía de vez en cuando y Leah hacia lo posible para no hacerlo con ella, así que no me preocupo mucho por su relación. Aunque no puedo evitar recordar lo acalorada que parecía su discusión en el patio.

En algún momento de la noche, antes del desastre, alguien me comento que Margaret estaba en el club y en la fiesta, así que hice que Clare la vigilase junto a Luca Castillo, el hermano mayor y rubio teñido de Lucia. Los Lincer fueron unos de los primeros en retirarse para difundir las primicias de la noche.

A pesar de que esta claro que la única opción viable para terminar con esta situación es que yo tome el asunto en mis manos, Lucian, la abuela e Isabella están un pequeño lapsus de tiempo hablando en voz baja con las cabezas juntas, antes de darme el visto bueno para retirarme a la otra habitación. Lucian, en particular, no parece feliz al estar ausente en la discusión, pero al ser anfitrión de la fiesta, debe quedarse a despedir a los invitados. En el momento en el que estoy pasando por su lado, camino a la otra habitación con los Diamond, me toma del brazo y me da su mensaje de buenos deseos:

—Destrúyela —ordena con su voz de magnate empresarial y dueño del universo, mirándome fijo a los ojos.

Asiento, sonriendo como niño en navidad al que le hubiesen dado exactamente lo que había pedido a Santa, y salgo al pasillo con Denovan a mi lado.

He pasado los últimos dos minutos (los dos minutos más indecisos de mi vida, aunque tal vez solo este exagerando, de nuevo), mirando el picaporte de acero inoxidable de la puerta de madera. Pienso en mis palabras con exactitud, en las reacciones que mi rostro debía mostrar al pronunciarlas, en mi lenguaje corporal y en las posibles reacciones que mis oponentes tendrán cuando diga todo. Las palabras poseen el poder de infundir terror si las sabes usar sabiamente.

Debo ser dura.

Debo ser fuerte.

Debo ser fría y calculadora.

Ahora que lo pienso me doy cuenta de que son las palabras que me repito internamente antes de interpretar un papel de villana. Salvo que yo no soy la mala ahora, la mujer que me espera tras la puerta, enfurecida, mojada y ebria, es la villana de esta historia.

Y las villanas siempre pierden en las buenas historias.

—Dev, quédate siempre junto a esta puerta—ordeno, recogiendo el coraje que poseo, junto a mis palabras de animo, y entro a la habitación.

La habitación resulta pequeña pero acogedora y la decoración la hace ver elegante. Una mesa larga de puntas dominaba el ambiente, candelabros de cristal, una chimenea en la punta principal de la mesa y flores en jarrones en diferentes áreas, llenando el ambiente con olor a lirios y rosas. Este club es el único que tiene flores sembradas en macetas y floreros para que duren mucho más sin tener que cortar sus raíces. Las sacaban durante el día, para que tomen sol, y en la noche, para que pudiesen hacer la fotosíntesis; si hay un evento como este, las flores eran sacadas más tarde por los empleados.

Broke Diamond esta mirando la chimenea desde uno de los asientos laterales de la larga mesa de cristal, con las manos entrelazadas frente a ella, a su lado su esposo, Jaime, da sorbos de un vaso con agua. Una solitaria rodaja de limón se balancea en el centro del liquido.

—Buenas noches, señor y señora Diamond—saludo, mientras me siento justo en la cabecera de la mesa, frente a la chimenea, ganándome la mirada de la señora Diamond, posicionándome como figura de poder ante ellos—. Creo que no hemos tenido el honor de presentarnos aun, soy Ana Dominé.

—¿Donde esta Lucían? —pregunta sin rodeos la mujer, sin estrechar mi mano educada tendida junto frente a su rostro.

Siento deseos de abofetearla con esa mano, pero debo controlarme... tal vez la próxima.

—Creo que mi presencia, dada este fatídico desenlace de la noche, resultara mucho más agradable a la de mi tío Lucian —opino, ladeando un poco mi rostro y dedicándole una sonrisa falsa.

—No tengo tiempo para los juegos de una niña tonta —dice despectivamente, apartando su mirada de mi rostro con fastidio.

—Esta reunión sera bastante interesante, dada la ocasión. No estoy aquí para decepcionarla con mis cosas de "niña tonta" —inyecto tanto veneno en la ultima frase que noto como me mira de reojo por un par de segundos, curiosa. Me vuelvo a la puerta—. ¡Denovan! —llamo, sabiendo que estará justo donde le ordene estar.

El hombre abre la puerta inmediatamente y se queda en medio de ella, esperando mis indicaciones.

—Trae los papeles que Antoan trajo —pido con amabilidad, como estoy acostumbrada a hacer. Él asiente y cierra la puerta tras de sí cuando sale.

—¿De que se trata esto? —inquiere la mujer del diablo, removiéndose en su silla. Casi puedo escuchar su atolondrado cerebro maquinar para intentar descifrar mis intenciones antes de que las hiciese realidad—. ¿Que? ¿Lucían ahora depende de sus niñas para administrar sus negocios? —dice con sorna.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.