Amnesia

29

Leah Hamilton

Denovan estacione en la acera frente al edificio Diamante, con su gran diamante blanco sobre la puerta de entrada, y a mi solo queda la mitad de mi helado. También unas intensas ganas de regresar a Wonder. No estoy segura de si es para buscar mas helado o para cerciorarme de que ella haya retirado sus garras del cabello de Mateo.

Un chico, con un uniforme de chaqueta roja y pantalones negros, me abre la puerta nada mas notar que el auto se detiene. Lo dirijo una sonrisa de agradecimiento, y él, en respuesta, se queda con la boca abierta mientras me bajo de un salto con toda la agilidad que puedo reunir, cayendo sobre la parte delantera de los zapatos para no romper el fino tacón de mis botas.

En el camino a las puertas de cristal bajo el diamante, enciendo mis audífonos, los conecto a mi teléfono y empujo uno de los pequeños aparato en mi oído izquierdo, así puedo estar al tanto de lo que pasa a mi alrededor y escuchar música al mismo tiempo. El equilibrio perfecto entre mis ansias de distracción con la necesidad de saber lo que las personas dicen cuando están conmigo. Aleatorio de nuevo. Charlotte Cardin canta Wicked Game, directo en mi oído.

Llego al mostrador de recepción y la chica levanta la mirada de su pantalla. En cuanto sus ojos cafés dan conmigo se levanta su asiento con un movimiento bastante parecido al de un resorte.

—Miss Hamilton —dice con una nota de admiración en su voz que me resulta enfermiza, junto a una sonrisa sumisa en sus labios. Inclino mi cabeza a un lado a modo de saludo silencioso hacia ella—. Su prima nos dijo que vendría. ¿Quiere algo mientras espera que la lleven a ella?

—No gracias —digo, alzando el recipiente de helado casi vació para que lo vea—. Estoy bien.

Le dirijo una mirada a Denovan, buscando alguna explicación para el comportamiento tan sumiso y servicial de esta chica, pero él solo se encoje de hombros y me señala las sillas de la sala de espera. Lanzo un suspiro de resignación y empiezo mi camino hasta ese lugar, sabiendo que al voltear Denovan estará justo detrás de mi, como un sombra.

Me dejo caer en la primera silla que encuentro en mi camino y arrugo mi rostro con desagrado al sentir como el frió del aluminio besa la parte trasera de mis muslos desnudos. Me pregunto porque había elegido un vestido tan corto para salir hoy, mientras me esfuerzo por bajar la tela negra lo más sutilmente posible, para que se interponga entre el aluminio frío y mi piel desnuda. 

Aprovecho el momento para subir un poco más mis botas súper altas de color crema, recordando entonces que me había puesto el vestido porque quedaban sensacionales junto a las botas.

Tal vez haya exagerado un poco con mis decisiones de vestuario, pienso.

Una mujer, con una blusa azul que deja al descubierto sus pálidos hombros y una tableta atrapada bajo su brazo, se acerca a donde me encuentro sentada con una sonrisa en sus labios carnosos. Lo mas impactante de ella es su cabello de color plata que le roza los hombros desnudos. Me encanta. Ver lo bien que se ve el plata en el cabello de esa chica intensifica mis ansias de usar el spray y probar como se me vería a mi.

—Hola, soy Amanda Weber, pero todos me llaman Mandy —se presenta la platinada, tendiéndome su mano. La tomo y le doy un par de sacudidas, procurando no apretar mucho su mano—. Su prima, la señorita Dominé, nos espera en el piso de arriba. Sígame.

Nos lleva hasta el elevador del edificio y luego por un pasillo donde cuelgan fotos de la revista, mientras yo elogio su cabello para mis adentros. La canción cambia por algo mas movido. Denovan dice que se quedara afuera de la habitación a esperarnos. Llegamos a una habitación con un gran ventanal que muestra una vista espectacular de la ciudad y del bosque que la rodea. Ana, junto a otras dos modelos, posan frente a una sabana blanca.

—Están a punto de terminar —informa Mandy, luego de indicarme donde puedo sentarme sin interrumpir nada del «proceso creativo», como ella lo llamo.

Observo a mi prima posar para las fotos. Unos pocos minuto después, el fotógrafo les ordena a las otras modelos que se retiren, le grita a Mandy que le acerque algo (no estoy segura de que) y esta lleva corriendo un taburete blanco a escena, donde Ana toma asiento. Mi prima mueve los hombros, luciendo relajada y profundamente presuntuosa. Apenas si sonríe, solo de vez en cuando y de forma leve. Su mirada se traba en algún lugar de la sala o se fija en la cámara, siempre consiente de su cuerpo y expresiones faciales mientras se movía unos centímetros para la siguiente pose.

Unas cuantas fotos más son tomadas y la sesión termina oficialmente. Ana corre, aun con la ropa de las fotos puesta, y se sienta a mi lado, con una sonrisa de suficiencia en sus labios pintados de rojo.

—¿Que te pareció? —me pregunta de inmediato. Ana tiene la costumbre de saltase salude si ya ha hablado contigo o te ha visto ese día.

—Me parece que amo esas medias —digo, tomando la media transparente y tirando de ella un poco.

Tienen un estampado lindo de corazones y definitivamente tengo que darme la tarea de encontrar unas medias así cuando salgamos de este lugar.

—Si, yo también —dice ella, mirando su falda de tull y las medias largas de corazones—. ¿Por que tardaste tanto?

Señalo el resto de mi helado aun en el recipiente y ella me lo arrebata, se mete un montón en la boca y veo como su rostro se descompone de placer al saborear el dulce sabor del cacao.

—No he comido nada hoy —aclara, tomando otra cucharada.

—Eso no puedo creértelo.

—Bueno, comí algo antes de llegar, pero no suelo comer mucho antes de una sesión de fotos.

—¿Que comiste?

—Café, principalmente. Oh, y un pastelito y un dona, aunque eso no se puede contar como un almuerzo decente.




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