Amnesia

33

Ahora si, el capitulo. Se les quiere, cuidense.

Mateo Castillo

Miro de reojo a Leah, acurrucada en mi costado bajo la tela de mi chaqueta. Unos minutos después de que le entregue mi chaqueta me había entrado frío a mi también, así que tuvimos que arreglárnoslas con ese trozo de tela. Mi chaqueta nos sirve como una manta pequeña e improvisada, lo que significa que tenemos que estar muy cerca el uno del otro.

Noto como hace caras raras mientras ve el capitulo. Es de esperarse: en este capitulo muere el príncipe de Dorne, a manos de la montaña, en un juicio por combate. Justo ahora, están peleando fuera del castillo, pero el príncipe alardea demasiado todo el tiempo y exige a la montaña confesar que mato a su hermana e hijos.

Es un capitulo sangriento. Siento como mantiene la respiración mientras el príncipe es atrapado por la Montaña, y este empieza a presionar sus globos oculares. Como dije: sangriento.

Justo cuando la Montaña cae muerto junto al príncipe, con el cráneo destruido, escucho como se abre la puerta del patio y me apresuro a pausar el capitulo bajo la estupefacta mirada de Leah. Toco mis labios con el dedo indice y me asomo por las flores, como hice para descubrirle a ella hace un rato.

Oh, mierda.

Maldigo internamente, contemplando como Margaret mira a ambos lados, escaneando, buscando algo. La conozco lo suficiente como para saber que es a mi a quien busca con tanto ímpetu. Leah aparta una de las flores a mi lado para asomarse por la enredadera, arruga un poco sus labios, después de cinco segundos se vuelve a mirarme, señalando a algún lugar a través de la enredadera y luego a mi. Ella quiere, no, me ordena que vaya a ver que quiere Margaret.

Mi rostro se arruga involuntariamente ante esa perspectiva.

Para ser sinceros, Leah resulta una buena compañía. Hace comentarios divertidos e ingeniosos en el momento exacto y se mantiene callada, concentrada, en los más intensos. En los cinco segundo antes de que se reproduzca el próximo capitulo, ella comenta emocionada algunas cosas y, a sabiendas de que yo ya he visto todas las temporadas, me hace preguntas, para luego retractarse al pensar en los spoilers que puedo darle.

Ella vuelve a realizar el pedido, ladeando su cabeza en dirección a Margaret y frunciendo su ceño, apresurándome. No quiero lidiar con Margaret esta noche, mucho menos ahora que noto como se balancea ligeramente en su lugar y trastabilla un par de veces mientras camina da un lado al otro, buscando tras de las sillas del patio, como si me fuese a materializar ante sus ojos tras un cojín. Esta ebria, por lo tanto irritante e impulsiva.

Observo el costado de la casa, rezando, por primera vez, que mi hermano no haya disidido cambiar sus malos hábitos justo ahora sin avisarnos antes. Sonrió al encontrar la silueta precariamente iluminada de algo que se extiende desde el suelo, hasta el techo de la casa.

Toco el hombre de Leah, que estaba mirando a Margaret, y le señalo la silueta de la escalera. Se ceño se frunce aun mas, hasta que su cabeza comprende lo que quiero decir y veo como sus ojos se agrandan con terror.

«Miss Hamilton tiene miedo a las alturas —pienso, mientras su mirada aterrada me traspasa, implorando que cambie mi plan—. Interesante.»

Hago un gesto al otro lado de la enredadera a Margaret, que ahora mismo se esta acercando micho mas a donde nos escondemos, murmurando cosas entre sus dientes, y luego a la escalera, señalando su pecho y el mio antes de cada opción. Mi mensaje no es muy claro, pero es creo que lo entiende: subimos o nos enfrentamos, los dos, a ella. No pensaba pararme frente a Margaret yo solo para tener que soportar su temperamento de alcohólica pasivo destructivo.

Leah vuelve a mirar a Margaret y frunce sus labios, sus ojos vuelven a mis ojos y asiente con su cabeza, pero el miedo aun esta en sus ojos. Acerco mi mano y ella la toma sin dudar. Aun esta congelada, tal vez eso es algo normal en ella. Puede que la sangre no circule bien por sus manos. La llevo conmigo hasta las escaleras lo mas silenciosamente que puedo y hago que ella suba primero.

Es una suerte que se me haya ocurrido desactivar los sensores de las luces que rodean la casa, de no ser así, estaríamos fritos.

Me doy la vuelta mientras sube, vigilando el avance de Margaret, evitando así una vista algo intima de la mejor amiga de mi hermana.

Margaret esta cerca de la enredadera, estamos a punto de ser descubiertos. Me arriesgo y alzo la vista. Leah acaba de terminar de subir y me apresuro a subir por la escalera mientras ella la mantiene estable desde arriba. Cuando me acerco a los últimos escalones ella se hace a un lado para permitirme subir y, en un acto de profunda torpeza, mi pie se enreda en el escalón y la escalera cae al suelo.

Leah jadea con fuerza cuando la escalera choca contra el suelo, rebotando por el impacto, y produciendo un ruido que alerta de inmediato a Margaret.

«Dios, ojala este lo suficientemente ebria como para no registrar ningún —pienso, esperando que la cabellera rubia de Margaret se asome desde ese lado del porche del patio—. Ojala este lo suficientemente cansada y borracha como para no querer hacer otra cosa que marcharse de aquí.»

Pero, como todo en esta vida tiene que salir mal para los Castillos, Margaret camina hasta la escalera echada en el suelo contra la hierba y mira hacia arriba, siguiendo la trayectoria que debió hacer al caer. Tomo el brazo de Leah y la acerco lo mas que puedo a mi, intentando que nuestros cuerpos se fundan al techo o se vuelvan invisibles, lo que llegue a pasar primero.

—¿Mateo? —dice la rubia desde abajo, arrastrando las palabras—. ¿Matty, estas aquí?

Tuerzo el rostro al escuchar ante el apodo con el que ella me había bautizado, sin mi consentimiento, y que insiste en seguir usando a pesar de que muchas veces le dije cuanto lo odio. Intento empujar nuestros cuerpos mas contra el techo, clavándome una esquina del tejado en la mejilla. Leah tiene cara de haber chupado un limón cuando volteo a verla.




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