Amnesia

38

 

Ana Dominé

Probablemente no debí haber tomado las pastillas sin considerar que era de madrugada y que me iba a molestar mucho si pasaba mi segundo día en California dormida. De todas formas, Connor se las arregla para despertarme las diez y media, justa a tiempo para un desayunocasialmuerzo, cortesía del hotel. Me siento encantada en la mesa a degustar mis calorías, waffles con arándanos y salsa de chocolate, mientras él bebe café.

—¿Que vamos a hacer hoy? —inquiere, mientras termino de meter el ultimo trozo de arándano en mi boca.

—De hecho, anoche creo que conseguí un trabajo —comento, él me mira extrañado y yo me lanzo a la explicación de mi insomnio y en como siempre hago las cosas cuando viajo—. No nos dará molestias, de hecho creo que este trabajo te va a gustar mucho más a ti que a mi.

—¿Y eso por que?—pregunta, dejando la taza en la mesa.

—Es una pasarela —explico. Sigue sin entender—. Inspirada en princesas Disney. —Su ceño se profundiza—. Y modelare lencería.

Sus cejas se disparan al cielo y sus ojos se dilatan bajo mi atenta mirada, ahora ha comprendido todo el asunto.

—¿Esperas que me siente en el publico a verte en ropa interior? —pregunta, lamiendo sus labios.

Vaya, no sabia que terminaría excitado por el asunto.

—Es lo que un buen novio haría —digo, dando un sorbo a mi jugo de naranja y ocultando mi sonrisa tras el vaso luego.

—Una buena novia me mostraría lo que usaría, ya sabes, para aprobarlo antes de que el resto del mundo la vea.

—Una buena novia puede llegar a considerarlo —le sigo el juego.

Su sonrisa se expande, lasciva, provocando que me pecho se hinche al saber que soy la responsable de ella. Se levanta de su asiento y se inclina a mi altura con una mano en mi barbilla para besarme. Paso mis manos por su cuello y enredo mis dedos en su cabello, acercándolo más mientras él se incorpora, llevándome consigo.

Sus manos acarician mi espalda y alcanzan el borde de mi camisa de seda, escurriéndose bajo ella. Mi espalda se arquea, describiendo una curva perfecta y apretando mis pechos al suyo, Connor suelta un gruñido que se aloja en lo mas bajo de mi vientre y, cuando estoy lista para que me lleve a la cama y cierre el trato, mi celular suena en alguna parte de la habitación.

—Deja que suene —murmura Connor en mi oído, sus labios rozan mi lóbulo y envían descargas eléctricas a mi vientre.

—Podría ser Isabella —replico, separándome de su agarre haciendo mella de todo el auto control que poseo y él suelta un bufido frustrado, dejándome ir a la mesa de noche donde reposa mi teléfono.

Salvo que no es Isabella. Pongo los ojos en blanco y contesto al numero desconocido. Si no es algo importante tendrán que vérselas conmigo y con el moreno que me espera de pie junto a la mesa, por interrumpirnos.

Es una chica llamada Elizabeth Manson, tardo un par de segundos en darme cuenta que es la encargada de la pasarela a la que había mandado mi hoja de vida anoche. Hablamos sobre la pasarela, ella me da más detalles y yo acepto a todo, pensando en la poca ropa con la que Connor tendrá que verme. Mañana hay una prueba de vestuario y la pasarela seria el viernes, lo que es un milagro porque nos iríamos el sábado.

—Seras Aurora, la Bella Durmiente —dice Elizabeth, a la que prefiere que la llamen Ellie.

Pensé que seria Rapuncel, ya saben, cabello rubio, ojos verdes... sera una fantástica Rapuncel, pero en estos eventos uno no decido que seras ni que usaras.

—Claro —acepto, aunque aun me imaginaba como Rapuncel en lugar de Aurora, la princesa muda de Disney—. Nos vemos mañana a primera hora.

Me despido y cuelgo la llamada mientras Connor se levanta de su asiento y camina lentamente a donde me encuentro parada, justo junto a la cama. Paso mis manos por sus hombros antes de enrollarlos de nuevo en su cuello, él pasa la lengua por su labio inferior, sus ojos oscurecidos y profundos.

—¿En que estábamos? —inquiere con su voz ronca.

—Creo que estabas mucho más cerca —apunto, haciendo que se acerque aun más, arqueando mi espalda para amoldarme a él como minutos antes—. Que decías lo hermosa que soy y lo bella que me veré con un disfraz de la Bella Durmiente.

—Te imagine como Rapuncel —confiesa, besando mi mandíbula.

—Triste, triste decepción —canturreo, acercando su rostro a mi boca. 

Leah Hamilton

Últimamente no logro concentrarme en nada.

La señorita Jackson tiene como media hora en un discurso de introducción al nuevo tema de filosofía que estudiaremos, creo que Socrates. Pero no puedo pensar en lo que pensaban Socrates o Platon o quien sea, hace miles de años atrás, cuando yo ya estoy inmersa en mi propia filosofía.

No. Mi filosofar tenia nombre y apellido, hora y lugar y déjenme decirles que es mucho mas interesante.

Pienso en la belleza de los ojos de Mateo hoy, en lo fantástico que luce su cabello y en lo curiosamente nerviosa e impaciente que estoy porque se acaben las clases de una vez por todas para poder salir corriendo a cambiarme a Paradise Hamilton, para luego ir a encontrarme en el centro comercial con Mateo. Hasta podría irme directo hasta allá con el uniforme soso y corto del IMPEE, solo para ahorrarme la molestia de perder aunque sea un minuto en su compañía.

No debería ilusionarme tanto, me lo repito constantemente, pero me es casi imposible...

Llevo con disimilo mis manos a mi bolsillo y saco el pequeño estuche de los audífonos y mi teléfono, activo la grabadora del teléfono y me pongo los audífonos en los oídos, alborotando mi cabello para disimularlo y llevando toda mi melena, aun gris, al frente de mi cuerpo para que caiga sobre mis hombros y cubra mis orejas. Pongo la reproducción aleatoria y los audífonos cobran vida.




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