La he buscado desde que mi horario ha iniciado, sabiendo que no aparecería hasta las ocho.
Deseo verla y no sé cuál es la razón de tan ansiado sentimiento.
A las ocho aparece.
Metros antes su cabellera rojiza me llama la atención a lo lejos. Es imposible pasarla por alto. Destaca en donde sea que se encuentre; corriendo estrepitosamente o sentada de forma pacífica.
Mi corazón se acelera al percatarse de que está allí.
Ella está allí.
Como el día anterior freno en esa parada y abro la puerta delantera. Ella sube más relajada y, al verme sonríe.
Quiero capturar esa sonrisa y guardarla conmigo para siempre. Siento que es capaz de curar cualquier mal… incluso mi propio tormento.
—Buen día —me saluda animada.
Está de buen humor, lo noto en el aire que la rodea.
—Buen día —murmuro tímidamente recibiendo el dinero del boleto.
—Hoy tuve que esperar yo —comenta mientras le alcanzo el pequeño papel que se asemeja a un ticket.
—Ya estamos a mano —le digo dedicándole una pequeña sonrisa.
Deja escapar una risita mientras se dirige por el pasillo. Nuevamente espero a que se siente y pongo el autobús en marcha.
Automáticamente mi vista la busca en los espejos y una nueva sonrisa aparece al encontrarla.
Cuando llegamos a un semáforo me encuentro pensando en lo que está sucediendo conmigo. ¿Por qué de repente una desconocida se apodera de mis pensamientos? Temo por lo que muchos llaman amor a primera vista. No creo en esa posibilidad… aunque empiezo a dudar en la existencia del amor a primera sonrisa.
A dos cuadras del lugar donde ha bajado el día anterior, se pone de pie y, en vez de dirigirse hacia la puerta trasera, encamina hacia el frente.
Mi corazón se acelera nuevamente.
¿Qué me dirá esta vez?