Amor, caos y suerte

Prefacio

Aclaración - Call girl, no phone: ref a la canción THE A TEAM, de Ed  Sheeran, que habla sobre una prostituta. Call girl es una chica que solicitas por llamada.

Domingo 23 de octubre, 2016.

La música sigue, Three days grace inunda mis oídos de una manera redundante porque no hace más que turbar mi mente. Mi cuerpo ya no puede seguir como antes hacía, de hecho, apenas se puede mantener de pie. No es una situación física, no es una afección, es mi cerebro el que se ha enfrentado a una realidad y las emociones me paralizan como si volviera a mi infancia.

Y aquí estoy, a punto de echarme a llorar en un bar de mala muerte, que huele a cerveza rancia, personas sudorosas y alguna que otra sustancia convertida en humo. 

Solo soy una niña pequeña, forzada a crecer, pero que sigue jugando a las escondidas con sus propios sentimientos, dejada a su propia suerte, ¿Cómo eso podía salir bien? 

No quiero victimizarme, pero ¿Acaso había otro final posible para mí que la misma miseria?

No, y por eso en ella, quedo paralizada en mi propio eje, ante la mirada sucia de la persona que me sostiene con sus manos congeladas, evitando que me aleje o me caiga. Él me sostiene cerca de sí, aprieta mi cintura con fuerza y me sonríe con placer; le encanta ver que sus palabras me han afectado.

Construir y crear es algo natural en los humanos, pero él parece que su sadismo lo lleva a construir y crear dolor por placer propio.

—Clover, bonita… —comienza, mientras juega con un mechón de mi pelo que se resbala entre sus dedos con facilidad. El verde de mi cabello resalta entre la palidez de su piel.

—No me toques —le digo sin mirarlo a los ojos tan celestes que tiene, con la rabia de saber que yo nunca bajo la mirada y ahora no solo lo estoy haciendo, sino que apenas me sale la voz.

No es él, él no me intimida. Es que… Hayes…

Manoteo su toque y me alejo mordazmente. 

—¿No puedo tocarte?

—No —respondo con agries, entre mis dientes. 

—¿Te has enojado acaso?

No le contesto, sino que intento zafarme de su agarre. Mikal, pese a ser un escuálido, es irónicamente fuerte.

Me enoja ser débil, me enoja y me hace sentir vulnerable. Odio darle ese poder a las personas; y es mi suerte que siempre encuentren una manera de lograrlo.

—¿Puedo saber qué te pasa? —responde a mi silencio con un tono burlón.

—¿Puedo saber por qué demonios te importa? —intento irme caminando pero no funciona, otra vez.

—Clover, —su voz, aunque neutra y baja… choca con la música, y por alguna razón, se escucha más su estupidez que las notas imposibles de ignorar de esa banda—importar es una palabra muy fuerte.

A Mikal quizás solo le importe una cosa y ya murió: el mismo.

 —Siento que te lo has tomado personal, no es personal, querida. ¿Uh? ¿Te hubieras sentido mejor si te dijera que me contó dónde estaba, pero jamás… a ti? Hay cosas que es mejor guardarlas.

—Igual pudiste habérmelo dicho…

—¿Y perderme de verte andar desesperada? Por Dios, Clover… Eres mejor que eso, me conoces mejor.

—Eres una mierda…

—Nadie lo está negando, pero ¿Y eso para qué? ¿Eso en qué cambia que decidió abandonarte? No seas egoísta, amor, no todo gira a tu alrededor.

Trago la saliva que mi boca ha aguantado por todo este momento e intento cortar el lazo de veneno que quiere salir por mi boca e ir directo a su yugular.

—No todo el mundo gira a mi alrededor, idiota, pero mi hermano sí.

—Ni siquiera él, bonita.

—¡Dime dónde mierda vive!

—¿Y traicionar a Hayes? —el cinismo en su estupido ser es asqueroso— Jamás, amigos antes que chicas.

—¡No dices lo mismo cuando me llevas a tu casa! —le grito, pero él está muy concentrado en el trasero de la chica que le acaba de traer una cerveza—, ¡Mírame, Mikal!

—Te estoy mirando, Clov.

—No estoy en el trasero de esa estúpida.

—No, ahí estaré yo —susurra con una sonrisa.

Seguro está tan drogado que ni siquiera entiende dónde estamos. ¡Es sin razón estarle cuestionando!

—Eres una mierda —repito con asco. En vez de ofenderse, lame el aro de su labio inferior con lentitud y se da un largo trago de cerveza—. No puedo creer que Hayes haya confiado más en ti…

—Supongo que le importo más.

No me ha dolido… no me ha dolido… No me ha dolido…

—Espero que te pudras.

—Espero que nadie más te abandone, cariño.

No me ha dolido… no me ha dolido… No me ha dolido…

Suelto su mano y me escapo de su alcance, quizás por inercia, porque mis ojos comienzan a arder. No lloraré frente a Mikal. Jamás. Me asquea sentir que sus manos me han tocado, que su boca ha recorrido cada centímetro de mi cuerpo y que le he permitido tenerme. Maldito.

—Espero que te pudras, Hayes —murmuro mientras abro la puerta principal, para salir de ese lugar—. Pudranse los dos.

En mi camino afuera piso algunos líquidos desparramados, choco con algunas personas y ante todo eso… sé que quedarme destrozará lo último que me queda de fortaleza. Así que acelero mis pasos, porque voy a llorar, pero no será en su campo de visión.

Termino en la acera, el chocar del cuero de mi bota contra el suelo me hace salir de mis pensamientos cada tanto. Camino a las afueras del bar, con lentitud. El frío de la noche choca contra la piel desnuda de mis brazos y desearía estar vestida con algo más que una camiseta de Guns N Roses  y una falda a medio muslo. Detrás de mí queda el bar, pero ningún alcohol que me puedan ofrecer podría adormecer la rabia que corre por cada una de mis células.

Mi hermano y yo nunca hemos estado sin el otro. Hemos luchado contra ambos progenitores, hemos conocido el fondo desde pequeños y a decir verdad, la única razón por la que tengo este escape, la zona muerta, es por él; él me trajo aquí. Y ahora, simplemente… ya no está. No está, como si la ausencia borrara los recuerdos.




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