Martes 25 de octubre, 2016.
—¿Qué es ser prudente?
Estoy sentada en la isla, ¡Y en vez de comer, estoy pensando en sus palabras!
Como si no tuviera suficientes problemas ya.
—¿Uh? —la madre de las Russo levanta la mirada, con amabilidad y sus ojos miel me presta atención, dejando de lado el servir los panqueques; ella me mira directamente a los ojos, como es de costumbre cuando hablo… Que lindo se siente que las personas te presten atención. Nunca me siento tan escuchada, como cuando estoy con ella. Desearía que la señora Louan fuera mi madre —, ¿Qué?
No puedo evitar sonreír, de hecho, algunas veces me permito olvidar que no es mi madre y pretendo que esta es mi casa. Que suerte es tener una madre cuyos ojos solo se iluminen de esa manera cuando te miran.
—¿Qué es ser prudente? —Lou ladea la cabeza como intentando comprender— Es que alguien me ha mencionado esa palabra, y no tengo la más remota y pendeja idea. Es decir, ¿Quién carajos no puede usar sinónimos más entendibles?
—No es como que sea una palabra difícil, Clov —dice Porter, el esposo de Lou, mientras toma una manzana del frutero y besa a su esposa fugazmente—. No es difícil.
—No hablo contigo, Porter —mascullo y saco la lengua, él solo se sienta a mi lado y Lou se ríe de nosotros.
—Prudente… ¿No? Significa pues…
—No Clover, o más bien, Clover negativa—interrumpe—, esa es la mejor definición, es todo lo contrario a ti, querida.
—Gracias, Porter —le sonrío con cinismo.
—Prudente es que piense en las consecuencias de los actos —confirma con tono burlón Lou—, y evita problemas innecesarios. Creo.
Irónico. Realmente… Mentira no es. Porter tiene razón, no suena a mí.
Me río porque personalmente es divertido saber que Adam me pidió que fuera prudente, pero ¡Es cómo pedirle peras al olmo! ¡¿Qué le pasa?!
Si estuviese ahí ahora le diría que no soy maga, ¡No soy una pendeja maga!
Además, provocarnos problemas es parte de mi manera para soltar los propios. ¿Prudente? Prudente mi trasero.
—¿Puedes subir a buscar a las niñas? Ya deben haber terminado de cambiarse. Diles que el desayuno ya está listo.
Asiento y me levanto. Me provoca ternura verla saltando por haber terminado las pilas de panqueques, y aún más el ver a Porter mirándola y aplaudiendo… Eso de las relaciones nunca me ha llamado la atención, pero supongo que ellos sí tienen algo. Subo las escaleras y me dirijo los cuartos de ellas. Mientras voy subiendo comienzo a ver las pinturas hechas por Porter, las fotos familiares, las fotos de Cecile de niña, o las fotos de Petra en República Dominicana, también veo las fotos que el mismísimo Porter le toma a Lou mientras bailan, basicamente adorando sus pasos… Que linda familia.
Hayes y yo nunca tuvimos eso… Es más, ¿Qué tuvimos? ¿Gritos? ¿Golpes? ¿Ley de hielo? ¿Lágrimas?
La única foto familiar que exhibimos en nuestra casa era cuando papá aún estaba allá, y mostraba a mis progenitores con una sonrisa grande, cosa que no era recurrente. Solo estaba ahí para mostrarse a las visitas de negocios.
Ya entiendo por qué Hayes se fue… debió llevarme con él.
—¡¿Ya están listas?!
—Cecile aún se está cambiando —escucho a Petra. Entonces, me dirijo a su cuarto—, ¿Ya está listo el desayuno de Louan?
Su cuarto sigue de la misma manera que la última vez, solo que las flores que compró en la floristería maldita ya se están marchitando, ¿Por qué sigue visitando ese lugar? Agh, herida que se toca no cicatriza, se infecta.
—¿Por qué no le dices mamá? —le pregunto.
Petra y yo tenemos tanto tiempo sin tratarnos como amigas cercanas, que entiendo la pausa que hace y su sorpresa al ver que me intereso por ella. Si tan solo Petra supiera que me interesa tanto, que me duele verla tan diferente a la amiga que tenía antes. La extraño, aunque ahora mismo está a míseros centímetros.
Es desagradable ver como el “amor” puede herir a alguien si no sale como quería.
—Es complicado… Algunas veces lo hago, lo juro.
—Pero ella no es tu madre solo algunas veces.
—No lo ha sido todas las veces tampoco —lo es más de lo que la mía lo ha sido, porque no todas las veces le gana a nunca—, además yo ya tengo una madre —termina de amarrarse los tenis. Y se levanta, donde se amarra su largo y ondulado cabello pelirrojo—. ¿Debería ir a Italia para la universidad? He estado pensando, el siguiente es nuestro último año y la graduación… me está quitando el sueño. Italia no suena tan… mal.
—¿Eso no es lo que quiere Cecile? —asiente—, ¿Por qué irías tú? Odias Italia, ¿Dónde quedó eso de irte de mochilera? Ese era tu sueño, ¿Entonces?
—En la realidad, Clov, ¿Cómo haré eso? ¿Y luego qué? ¿De qué trabajaré? Siento que es mucho riesgo.
—Tomar riesgos es divertido, Petra.
—Eso es cosa de protagonistas… Solo he tomado un riesgo en mi vida —dice, sonríe pero no oculta la tristeza de sus ojos—, ya ves como me terminó. El que no arriesga, no pierde.
—Cecile se hará cargo del restaurante que será tuyo, y entonces recibirás tu parte del dinero… ¿Ese no era el plan?
Petra se da vuelta, y queda mirándome. Entonces, con lentitud y vergüenza sus ojos se enfrentan a los míos —No sé si confío en ella lo suficiente…
—Cecile no se quedará con tu dinero. Ella tiene su propia empresa con solo dieciséis años además de su restaurante, no necesita…
—Sabes que el dinero la mueve —sonríe triste—, es así, cómo su padre.
—¿Cómo su padre?
¿Cómo puede decir eso…?
¿Por qué la Petra de ahora no puede ver las cosas positivas y solo se maneja en esta oscuridad que parece opacar la ternura que antes tenías sus ojos?
“Como su padre”. Sigue siendo complicado entender la situación de ellas, y sé que Cecile no fue la mejor persona con ella en el pasado, pero Cecile… la Cecile que conozco ahora, no es como su padre. No lo creo.
#2279 en Novela contemporánea
#17233 en Novela romántica
profesor alumna deseo pasion, amor odio aventuras rencor bromas pasado, adolescentes euforia malas decisiones
Editado: 30.09.2023