Domingo 30 octubre 2016
—Toma, esto te hará sentir mejor… —me dice con voz divertida y calmada, de igual manera termino por soltar un suspiro debido al dolor de cabeza. Tomo el vaso de té caliente y me siento con cuidado en la mesa de la pequeña terraza con vista a la piscina del primer piso.
Si pudiera describir al Hayes que ahora está a mi lado, sería… hogar. Se siente como un hogar. Yo, por otro lado, soy la zona muerta. Siento que me consumo.
—Gracias.
—¿Consumiste algo?
No respondo, no lo creo necesario. Solo tomo el líquido con tranquilidad en busca de calor y esperando que eso sea suficiente respuesta, así puedo concentrarme en recordar la sensación de estar en los brazos de la única persona que parece no huir de mi caos, sino que al contrario parece seguir viniendo por más…
—Bruja, ¿Consumiste algo? —inquiere cauteloso. Y asiento, porque la vergüenza con él no tiene sentido; la Clover que jamás he dejado de ser, solo él la conoce— ¿En el primer día aquí? ¿Cómo lo conseguiste?
—El chico del bus.
Hayes va vestido con una pijama, pero eso no es lo que me llama la atención, es que como ha cambiado hasta la manera de hablar por una más calmada y divertida, también se ve… limpio, en paz.
—Pero él vendía… —comienza confundido.
—No lo hacía —susurro—, supongo que como ya no pareces… ya sabes, prefirió ir a buscar más potenciales clientes.
—¿No parezco qué, Clov?
—Lo que yo sí —le digo y señalo mi cuerpo.
—Tú no pareces…
—¿Drogadicta? ¿Necesitada? Realmente sí, Hay, no tenemos que mentirnos entre nosotros. Antes éramos iguales. La ropa, la manera de caminar, ambos extrovertidos, la manera de hablar. El año pasado éramos idénticos —Desde niños yo siempre tuve el pelo rubio como mamá y Hayes azabache como papá, pero desde que pude me pinté el pelo, para ser igual al de él. Incluso ahora, las puntas verdes fosforescente que tengo tienen la raíz negra, queriendo simular que ese es mi color… Pero ahora ni siquiera eso me ayuda; él se ve tan distinto…
—Hasta tú cambiaste, Clov —lo sé, y Jules tenía razón, el cambio sí existió—. Ya no te ves tan extrovertida como en el año pasado.
—Estos nuevos nosotros son menos… nosotros.
—No, Clover, son menos forzados.
Quedamos en un silencio amplio, amplísimo. Y Hayes no hace más que sonreír ignorando que me aferro a mi abrigo de lana, para evitar la tristeza que me empalaga el alma cuando siento el viento en mi cara. El frío de la mañana se comparte con tantas cosas…
—Vi que te quitaste el piercing del labio.
—Solo me lo hice para molestar a mamá —se ríe—, ya no era necesario.
—No te quitaste los tatuajes.
—Es un poco más complicado. Pero, supongo que esos los conservaré.
En la piscina están los chicos, las chicas de Jules, Petra, Cecile y el resto del curso. Todas esas caras son tan conocidas por los años que tengo al lado de ellos, pero a decir verdad, siento que todas están tan lejanas… y no es la distancia física. Pickering era mi sueño, o al menos, vivirlo con mis dos amigas lo era… La Clover de ahora no siente ni una pizca de deseo de bajar a bañarse con los demás.
—¿Dónde estuviste todo este tiempo?
—En casa de un amigo.
—¿Cuándo me dirás la verdad?
Camina un par de pasos hasta quedar a mi lado y entonces, cuando yo apoyo mis codos en la barandilla, para aferrarme más a la taza caliente en mis manos, él se recuesta un poco sobre ella, pero en vez de ver a nuestros compañeros, solo me mira a mí.
—Esa es la verdad, Clov.
Levanté la mirada.
—La verdad puede ser difícil de aceptar, pero es la verdad.
—¿Cuál es la verdad de por qué te fuiste?
—Ya te lo dije, Clov. No puedo sanar si estoy recibiendo laceraciones aún. No puedo curar lo que no se ha dejado de lastimar. Y quedarme con mamá iba a destrozar… lo que quedaba de mí.
—Poético.
—Es la verdad.
—Parte de ella, al menos —susurro— ¿Por qué no te quedaste con Gael? Lo de mamá lo entiendo, pero ella no hizo más que… amarte.
Hayes suspira cansado y entonces sí comienza a mirarla. La mira y su semblante parece envejecer unos diez años con cada segundo.
—¿Has llegado a ver un copo de nieve perfecto? —pregunta y solo queda observando cada movimiento de la pelinegra. Gael podría decirse es la única persona que ha hecho que Hayes se vea tan en paz y tan lacerado, con solo tener su presencia en su campo de vista— Cuando lo encuentras es imposible no emocionarte. Pero si lo tocas… o siquiera intentas atraparlo, es muy probable que lo tengas que ver desaparecer, por tu calor interno. Y entonces su perfección… sólo se esfuma. Y no lo salvaste.
—Eventualmente desaparecería, no es algo que puedas evitar tampoco —mascullo.
—Pero ese sería su ciclo natural, no provocado por ti.
—A ver si entendí tu situación poética… Gael es ¿El copo de nieve? —asiente divertido— y tú, con ¿El calor corporal…?
—En teoría, Clover, pero no es literal.
—Como sea —dejo la taza a un lado—, es estúpido. Ella no es un copo de nieve, toma sus propias decisiones.
—Es muy sensible, y delicada… y siento que ella merece a alguien mejor.
No puedo creer lo que escuché, porque a fin de cuentas, ¿Quién es este que está aquí?
—No la dejé porque no la amara, lo hice porque la amo tanto que sé que podría hacerle daño —como si todo fuera un juego y el peso de sus palabras no estuviera haciendo sus ojos casi romper en lágrimas, Hayes comienza a sonreír—. Gael es el tipo de mujer que te vuelve loco… y saca la cordura que nunca habías tenido. Es la jodida perfección. Y yo no quiero quitarle eso.
—No se deja a quién amas —digo con las mías.
—Se puede amar a quién dejas, y eso termina doliendo el doble, Clov. Cuando alguien golpea a otro… el impacto los afecta a los dos.
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Editado: 30.09.2023