Sábado 12 de noviembre 2016
Adam Henderson.
He sido un tonto muchas veces.
De eso estoy claro, no tengo que pensarlo mucho para aceptarlo. Y ahora lo soy doblemente; por tocarla y por no terminar mi trabajo. Porque estoy con la culpa y el deseo a la vez. Uno me carcome y otro me consume.
Cual de los dos me torture más es imposible de delimitar.
La bruja, el tormento peliverde, quizás sea una indeseable un montón de veces, pero ahora la deseo más que al oxígeno.
Apago la televisión, porque el mercado de valores jamás podría quitar mi mente de sus… valores frontales.
¿Me estoy volviendo adicto a recordarlos?
Es que eran tan… Mierda, amo como se veía esas estrías en sus pechos.
—Jodida bruja, salte de mi mente por un maldito segundo…
Doy vueltas por mi departamento, corrompo mi propia paz con uno que otro suspiro… ¿Cómo se me ocurre pensar en ella? ¿Cómo puedo estar pensando en ella?
En serio que soy estúpido.
—Mierda. ¡Dame un maldito respiro!
Siento una presión en el pecho y el estómago revuelto. Es ansiedad. Sé que lo es y eso lo hace peor, porque jamás había sentido esto por una mujer. Me tiro en la cama y me complazco con mirar al techo y pensar a los lejos. Restriego mis manos contra mi cara esperando algún sosiego.
“Terminemos esa mierda de una vez por todas, Bruja”
Eso quisiera decirle… Pero no envío el mensaje.
De una maldita vez, que terminemos esto. Al mierda cual fueran sus intenciones con Demien, si ella quería estar conmigo, pues la haría mía cuantas veces fuera necesario… porque lo entiendo ya, el deseo noquea la culpa si es por esos hermosos y tiernos labios rosados.
Quizás solo debemos hacerlo, luego de ahí dejaré de pensarla.
Quizás solo debemos dejar de lado todo eso y saltar.
Salto y muero. Me quedo al borde… y me siento aún peor, porque la muerte no se siente como sus besos.
Se me seca la garganta en la oscuridad de mi habitación, y solo repito en mi mente cuando la tuve casi desnuda para mí. La escena nunca para en mi mente y siento mi cuerpo reaccionar a ello; la excitación me provoca dureza física pero me ablanda el autocontrol.
Y como por arte de la bruja, se enciende la luz de la sala principal.
Me asustaría, pero los robos aquí son muy difíciles de ver; y las Clover son frecuentes últimamente.
—¿Bruja?
—¡Ogro mío! —una voz canturrona entra y sonrío en la oscuridad. Hago como que no escucho nada y simplemente me quedo inmovil.
¿Qué demonios?
—¿Estás dormido? —susurra de la manera más ruidosa posible—. Estás dormido…
Murmulla cosas que sabrá Dios que significan y se recuesta a mi lado. Siento su cuerpo recostarse ahí y hacer presión.
—Sé que estás despierto…
¿Qué?
—Estás agarrando mi blusa con tus puños, Adam… ¿Te aferras a mí o me estás empujando?
Abro los ojos.
—¡Lo sabía!
Sonríe cómo niña pequeña.
—¿Qué haces aquí? —susurro.
—¿Por qué pusiste tu puño para evitar que nuestras caderas chocaran…?
—Lo hice inconscientemente…
La luz en mi habitación comienza a hacerse aún más molesta a mis ojos, así que estiro mi mano al control que está en mi mesita de noche y la apago; porque no me iba a parar hasta la puerta a presionar el botón… No quería alejarme de ella.
—Inconscientemente no paras de alejarte…
—Son las diez de la noche, ¿Qué haces aquí?
—Nos acercamos en Pickering, te alejas. Sucede esto… te alejas… ¿Acaso lo haces a propósito…? —Su voz suena un poco afónica, así que supongo que estuvo de fiesta antes de venir, además, estoy seguro de que ese olor a cerveza y brandy lo deja aún más claro —¿Quieres volverme adicta?
En la oscuridad recuerdo el viaje antes de Pickering, cuando casi fue abusada por Montserrat y fuimos al baño, en completa oscuridad y frío… Y lo tierna que se veía al permitirse ser vulnerable.
—Siempre haces algo que me aleja.
—No haces presión para quedarte tampoco…
Ella está recostada sobre mi cama, a mi lado, ambos boca arriba. En el oscuro del momento , sé que estamos como dos líneas paralelas: juntas, cerca, en el mismo sentir… pero sin tocarnos.
—¿Qué haces aquí? —vuelvo a preguntar con la ilusión de que diga que está aquí por mí.
—¿Estás volviendome adicta? —retoma su pregunta— ¿Es eso? ¿Me das un poco… me envuelves y luego te vas?
No respondo, porque sé que no es así. El adicto soy yo.
—Sabes que siempre voy a volver por más.
Si ella se siente así sobre mí, y yo me siento así sobre ella… Significa que estamos muy lejos de tener una conexión saludable…
—Estamos enfermos, Clover.
—Sé que sí.
—Igual no quiero apartarme de ti.
—Siempre lo haces, siempre me abandonas —hace pequeños movimientos de incomodidad y escucho un sollozo.
Ella provoca que las personas se aparten y luego sufre el duelo… como el joven Adam.
—¿Estás ebria?
Deja su cabeza contra mi pecho.
—¿No te alegras de verme?
Ya no somos paralelos, ya no estamos lejanos… su cuerpo se echa sobre el mío y se acurruca en busca de mi calor.
Quiero ver el azul de sus ojos, incluso aunque sea un poco por la falta de luz, así que tomo su mandíbula con mi mano… la muevo con delicadeza hasta dar cerca de mí… y con la leve y tenue visión puedo ver algunos delineados de su cara… más no sus ojos.
—Amo tus ojos.
—Y yo te amo a ti…
¿Clover acaba de…?
—Pero sé que terminaremos haciéndonos daño…
—¿Cómo entraste? —pregunto otra vez, controlando mi corazón, porque como está recostada en él podría oírlo en cualquier momento.
—No has cambiado la contraseña, aunque he entrado varias veces, es como si me esperaras.
—Se me olvida.
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Editado: 30.09.2023