Amor, caos y suerte

+ Capítulo 22 +

Clover.

Lunes 14 noviembre de 2016

Abro los ojos. 

Me duele el cuerpo, pero joder… ¿Qué ha pasado? Siento cada pedazo de mi cerebro doler dentro de mi cabeza, y como si se desagarrara mi piel al moverla. La luz me hace arder también los ojos y respirar me pesa en el pecho. ¿Qué coño?

¿Donde estoy? Intento recordar, pero no puedo. Sin embargo, comienzo a forzarme un poco a hacerlo.

Casa, Lissy, charla, Hayes y papá… amnesia, zona muerta, la chica nueva, su flechazo con Mikal… conduje, la curva, el muelle… el agua, los gritos… las luces, el frío, la sensación de irme, el placer que me dio y… negro. Ya no recuerdo más. 

—¿Morí? —la voz me sale raspada. Mi garganta duele un poco.

Quizás debía haber muerto. 

—No tengo tanta suerte.

¿Uh?

—Hasta en el cielo es cascarrabias —susurro al escuchar la voz de Adam—, Espera, ¿también moriste, ogro?

Volteo la cara y lo encuentro sentado al lado de dónde estoy acostada. Su pelo está alborotado, su camisa muy arrugada y sus ojos se ven cansados. 

—No, pero si sigues así me dará un puto infarto. Además, ¿Qué te hace pensar que si mueres irías al cielo, Clover?

Su voz suena monótona, así que aunque lo que dice podría soner infantil, lo entiendo como un reproche.

—¿Dónde estoy, ogro? 

—En un puto hospital —murmura, pero al parecer se altera un poco al escucharse a él mismo—, porque eres tan condenadamente infantil que no tomas en serio ni tu propia vida. Estás en un puto hospital, porque pudiste haberte ahogado. Estás en puto hospital —la vena de su cuello casi se sale por completo—, porque aún no se ha encontrado una manera de hacerte entrar en razón. Estás en un puto hospital, Clover. En un puto hospital, porque eres un caso perdido. Y mientras tú estabas casi muerta, los que nos preocupamos por ti deseábamos estarlo. Mientras tú tomas tu vida a juego, los que te cuidamos ni respiramos bien. Estás en un maldito hospital, ¿No ves?

¿El ogro cuida de mí? ¿Le importa al ogro?

—Sí, Clover, en puto hospital, pero casi en la morgue.

Sonrío un poco. 

—¿Te importo? 

—¿Eso fue lo único que entendiste de toda la…?

—¿Me cuidas?

—Jesús… —cierra los ojos algo frustrado.

—¿Estoy bien?

—De maravilla, de puta madre —¿Eso era sarcasmo? —¿No te dicen algo las tontas mierdas conectadas a ti?

Miro a mi lado. Es cierto. Hy un cable que conecta mi dedo y una máquina, es esa que dice el latido. Y hay otro, pero ni idea para qué o qué.

—¿Por qué tienes ojeras, ogro?

—Por tu culpa, Clover —no me gusta que me llamara Clover—, no pude dormir por tu culpa.

—Deja de hablarme así —intento sentarme, pero me duele el abdomen—, ¿Qué no ves que me molesta?

—¿Acaso crees que me importa en estos momentos?

Le saco la lengua. 

—Juro que cuando el doctor me dijo que las drogas que te suministraron te pondrían rara, no creí que te iban a hacer parecer una niña de cinco años —cierra los ojos y pasa una mano por su cara —Tienes suerte que tu madre pagó para manipular tus exámenes toxicológicos. Sino, puede que estuvieses de camino a juicio, Clover.

Me río.

—No me puedo creer que dije eso así de normal…

—Es normal para los Bloom.

Los ojos marrones de Adam me apuñalan.

Él no me dice nada, ni yo a él. La puerta se abre interrumpiéndonos, una voz fina me saca de mi conversación silenciosa con Adam.

—¿Despertó ya mi hermana? Quiero conocerla.

¿Hermana? 

Ese no es Hayes.

—Señor Adam, ¿Aún no despierta mi hija?  

Mierda.

Esa voz sí la reconozco.

Volteo mi cara casi sin saber si quiero verlo. 

Reconozo a papá, reconocería esa voz en cualquier lugar, ee la voz que me arrullaba todas las noches, era la voz que me hacía feliz… 

 Hace cuatro años

Hayes regresaba de su viaje a la cocina, mamá me dijo que mandó a comprar postre. Así que le dije a mi hermano que fuera por ellos.

—Hayes —se sentó a mi lado y me pasó el plato—, ¿Escuchaste a mamá y a papá?

—¿Quién no los escuchó, resaltador? 

—No me llames así, tonto —reí.

—No me lo pones fácil con ese pelo rosa.

—A mí me gusta y a papá también —me encogí de hombros—. ¿Sabes por qué discutieron?

—No… 

Él sí sabía.

—No me mientas. Sé que me mientes porque haces esa cosa con la nariz. 

No pudo negarlo.

—Clov, los esposos pelean mucho, eso es normal. Además, nuestros 13 años de vida nos han demostrado cómo funciona todo. Se enojan, pelean, no se hablan, papá duerme en el sofá, al día siguiente mamá lo ignora y en la tarde todo está arreglado como por arte de magia. Sí, todo estará bien.

—Bien —asentí y me comí mi postre—, ¿Crees que hayan terminado?

—Termina de comer y ya veremos.

—¿Y tu postre?

Miró el piso —No había más…

—Revisaste todo el refrigerador, ¿En serio no había más? ¿Mamá no mandó a comprar para ti?

No puedo creer que mamá no le haya comprado postre a Hayes otra vez.

—No, pero está bien, brujita.

Le di un zape tras de su cabeza —Solo papá puede llamarme así.

—Aun no comprendo por qué demonios papá te llama así desde siempre, ¿Y es necesario que te vistas así cada Halloween?

—Papá dice que soy su brujita, así que…

Seguimos viendo las estrellas…

—Clover —mi hermano me miró preocupado—, ¿Irás conmigo a dónde vaya? No dejarás que ella me mande lejos, ¿Verdad?

—¿Por qué preguntas? —le cuestioné con la boca llena de pastel.

—Creo que mamá me quiere mandar a un internado… la oí hablando de eso con tía Mirage. Será un año… pero no quiero eso.

—Dónde sea vayas iré yo también, siempre —le pasé la mitad de mi postre—, y dónde vaya Demien, también.




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