— Ya me oíste, Dina, no finjas, — Domin saca un cigarrillo, lo gira pensativamente entre los dedos y lo guarda de nuevo. — Tú me gustas, pienso mucho en ti, y eso crea algunos inconvenientes. No voy a cortejarte, no tengo tiempo para eso. Te propongo salir conmigo. Hay una serie de condiciones que debes comprometerte a cumplir. Yo mismo decidiré cuando vamos a encontrarnos, a veces tendrás que quedarte conmigo unos días. Cuando me convenga. No vas a trabajar. No te entrometerás en mi vida y no me armarás escándalos. A cambio, te prometo un buen apoyo financiero, soy bastante generoso, no lo dudes.
Aprieto unos dedos con los otros como si fuera a arrancarlos de cuajo. Me siento como si me hubieran metido de cabeza en un vertedero. Varias veces.
Una mantenida. ¡Él me propone convertirme en su mantenida!
¡Qué tonta soy! ¡Idiota! ¿Qué esperaba de este cínico trozo de roca? ¿Una declaración de amor?
Por supuesto que no, pero ciertamente no una propuesta así, dicha en un tono seco y empresarial. Domin, que está sentado frente a mi, con atención estudia mi cara. Quiero dejar de atormentar mis dedos y aferrarme a mi cabello. Pero no puedo hacerlo.
No puedo dejar que sepa lo que estoy pensando. No debe adivinar lo que sucede dentro de mí. Y dentro de mi, por la ofensa, está surgiendo un verdadero incendio.
"Todas las apuestas están hechas, caballeros. Ahora me toca a mí abrirme".
— Dame un enlace a la cuenta donde puedo leer las valoraciones y los comentarios de tus amantes, — realmente trato de que no me tiemble la voz e incluso logro ser un poco mordaz. — ¿O no estás en las redes sociales? Esto no sirve para nada, Domin, así no te venderás nunca.
El hombre sentado a la mesa frente a mi frunce las cejas de forma espeluznante, aunque yo diría que los ojos se le suben a la frente.
— ¿No estás confundiendo nada, cariño? De hecho, es todo lo contrario.
— ¿Sí? — hago como si estuviera asombrada — pensé que te estabas promocionando. Sobre mí no se ha dicho ni una palabra. Pintaste lo generoso que eres, lo único que faltó es que presumieras de lo bueno que eres en la cama...
Me detengo, me muerdo la lengua, pero ya es demasiado tarde. Tiene razón Alex cuando dice que no se callarme a tiempo…
Domin se inclina hacia adelante y pronuncia con dureza:
— Te vendrá bien. Puedes asegurártelo ahora mismo. ¿Quieres que te lo demuestre en la barra del bar o en el sofá de la habitación del personal? Hay un Sofá en el vestíbulo, elige donde quieres.
La sangre me fluye hacia las mejillas, me parece que estoy ardiendo. ¡Dios, qué vergüenza! ¿Por qué piensa que se puede hablar así conmigo? Creo que no le he dado motivo.
— En ninguna parte, — me paso la lengua por los labios, secos de miedo, — no quiero en ninguna parte.
Mis ojos están enturbiados, pero a menudo parpadeo para contener las lágrimas. Domin nunca me verá llorando en su presencia ¡Nunca!.
Me levanto y hago un gran esfuerzo para que no me tiemblen las piernas.
— Yo pagaré por el café en el bar en el próximo turno. O, - miro con interrogación a Domin, — ¿esto no fue una propuesta, sino una condición? ¿Puedo considerarme despedida?
— Esto fue una propuesta, — Domin parece relajado, pero es una impresión engañosa, veo como se pone tenso. — Por el momento, todavía está vigente. Te aconsejo que no tomes decisiones precipitadas, Dina, piénsalo bien, no te apuro.
— Ya lo he pensado, Maxim. No me conviene,— estoy a punto de pasar junto a Domin, pero él me agarra del brazo, se levanta y me atrae hacia si de un tirón. Me estrallo con fuerza contra su pecho.
Sus músculos elásticos ruedan bajo mis manos y siento como pequeños fuegos se encienden dentro de mí. Quisiera probar estos músculos al tacto, desabrochar su camisa, poner las palmas de mis manos sobre su piel caliente…
Entorno los ojos, concentrando mis fuerzas me aparto del pecho de piedra de Domin y me apoyo en él con los codos. Y él ruge, elevándose sobre mi:
-¿Por qué? ¡Te gusto, lo veo. ¿Para qué estas formalidades? ¿Me tienes miedo, Dina? "No es a ti a quien temo. Sino a mi misma".
"No es a ti a quien temo. Sino a mi misma".
— ¿Te equivocaste, Maxim, — trato de esquivarlo, pero Domin me agarra firmemente.
— Conmigo vas a tener una vida muy diferente, y si no hay babeo y mocos, ¿a quién esto puede causarle daño?
— Yo misma decidiré qué es lo que necesito y qué es lo mejor para mi,— me libero de su abrazo sofocante y tiro de mi blusa.— Tengo que cambiarme. ¿O debo encerrarme en el baño?
— Ve, — él baja las manos, su mirada se vuelve oscura y malvada. — Estás cometiendo un error, Dina. — Dice entre dientes
Paso a su lado en silencio. ¿Piensas que no lo sé, Max?