Dina
Me escapé a dar un paseo por el jardín y ahora disfruto inhalando los alucinantes aromas de los arbustos sureños florecidos. Está oscureciendo, se escuchan voces desde la puerta de la valla, los hombres han regresado de la pesquería.
Estoy sentada en una glorieta techada, en un cómodo y blando sofá, no me estoy escondiendo de nadie. Simplemente estoy sentada respirando el aire fresco.
— ¿Vamos a fumar? — Domin enciende un cigarrillo.
— Estás dejándo de fumar, Max, — le reprocha su primo.
— Ya lo dejé, fumo solo dos cigarrillos al día, — asegura Domin, — este el segundo. Vamos, tenemos que hablar.
Así que enviaron al tío Nodar con la captura a la casa. No tengo prisa por salir, si me ven, que me vean. Pero los hombres se detienen a dos pasos de la glorieta donde estoy sentada y parece que no me ven.
— ¿ Me llevarás contigo? — la voz de Shalva está llena de esperanza.
— Por el momento no tengo a donde llevarte. Y además la tía me arrancaría la cabeza, pero veremos el próximo año. No tengas miedo, no te abandonaré, — Domin bromeando lo golpea en el hombro con el puño. — Espera a que me mude a la capital.
—Tu chica es hermosa, — dice pensativo su primo, después de un breve silencio.
Me aprieto contra el respaldo y me deslizo por el asiento. Tengo que manifestarme de alguna manera, llamarlos o, como último recurso, estornudar. Especialmente porque no es bueno escuchar sin autorización. Pero no hay fuerza en el mundo que pueda hacerme salir de mi escondite ahora.
— A mí también me gusta, — resopla Domin, — pero la situación es la siguiente, hermano. Todavía la estoy cortejando.
— ¡No me digas! — el primo lo dice con un tono muy sorprendido. — ¿Cómo es eso?
— Ella... ella es una chica especial, Alan. Yo mismo no puedo explicarlo. Y estuve a punto de echarlo todo a perder, ahora lo estoy intentando de nuevo, — Maxim habla muy serio, y yo me pellizco un pie.
— ¡Caramba! Y mi madre estaba dándole cuerda a mi padre para acostarlos juntos en mi habitación. Pero conoces a mi padre, en su casa esto puede hacerse solo después de la boda.
Ambos se ríen. A mi no me hace ninguna gracia y rezo en silencio para que no se les ocurra sentarse en el sofá de la glorieta.
— Sí, el tío Nodar es incorregible.
— ¿Pero tus intenciones con respecto a ella son serias?
Me tenso como una cuerda y clavo las uñas en las palmas de las manos.
— Las mías sí, — Max se calla, y un minuto después dice de nuevo: — en general, me tiene loco. Pero ella…
— Todo está bien con ella, — a juzgar por el sonido, Shalva le da una palmada a Max por el hombro, — ella está enamorada de tí, hermano.
— Aquí todo no es tan sencillo, — dice Max, y suelta una bocanada de humo. — Dina no es una chica simple, con ella cada vez hay que empezarlo todo de nuevo. Es para volverse loco.
— Pero eso es lo que a tí te gusta, — Shalva se ríe, y yo me quedo fría, reconozco que tiene razón, — si ella fuera como todas ni la hubieras mirado. Allá hay millones de chicas hermosas. Aquella que trajiste.…
— No me recuerdesr eso, — dice Domin con el tono del Montañés, — no hay nada que recordar de ella. Y en cuanto a Dina ... Probablemente tengas razón, y en ella me gusta que es impredecible. Con ella, nunca sé lo que me espera.
Genial. Yo soñaba con una relación tranquila y pacífica, y resulta que a Domin le falta excitación en su vida. ¿Y ahora tengo que ser ingeniosa para que no se aburra de en cualquier momento?
— ¿Y qué te impide pasar de la etapa de cortejo a la etapa siguiente?
Estoy harta de estas revelaciones. Tal vez lo mejor sea cruzar por encima de la valla e irme corriendo en dirección al mar. Pero, el jardín es pequeño y los hombres probablemente oirán el ruido. Y además, el alabai puede recordar para qué sus dueños lo alimentan.
— Es que lo olvidé, hermano, olvidé cómo hay que comportarse con una mujer normal, — Max está bromeando claramente, incluso puedo imaginar como agita sus manos.
"¿Y acaso alguna vez las tuviste, Maxim?".
— ¿Y acaso alguna vez las tuviste Max, normales?
Me estremezco. Shalva literalmente expresa mis pensamientos. Afortunadamente, la tía Lisa sale al porche y los llama a la casa. Espero un minuto, salgo por la puerta y camino hacia el mar.
La orilla está tranquila y luminosa, aunque es bastante tarde.. La luna amarillea en el cielo y las primeras estrellas ya se han encendido, perforando el cielo con puntos brillantes. Me descalzo y entro en el agua. Sorprendentemente, el agua aquí está más caliente que en la playa donde Domin refrescó ayer las cabezas calientes.
A mi también me vendría bien refrescarme un poco. O mejor aún, ahogarme de inmediato después de todo lo que acabo de escuchar. Camino hacia la roca en la que Maxim me sentó antes de zarpar. ¿Y dónde está mi pez dorado?
La piedra, que se calentó tanto durante el día, hace tiempo que se enfrió. Levanto las rodillas, las abrazo y busco a lo lejos la delgada y apenas perceptible línea del horizonte que separa el agua oscura del cielo igualmente oscuro.