Amor de padre

Reconociendo a mi hijo: Capítulo V

Al amanecer, aparece Olena para saber sobre el estado de Sebastián. La ucraniana se alegra de sobremanera al escuchar que el pequeño subirá al piso de Pediatría al estar su condición más estable. Minutos después aparece Pablo, algo que me sorprende, pero me agrada. Eliana y yo notamos que la rubia se puso muy nerviosa al verlo y que él… ¿se sonrojó al mirar a Olena? Algo está pasando aquí y voy a averiguarlo. Como Eliana debe avisar a su jefe en el hotel que faltará al trabajo por la condición de salud de su pequeño hijo y yo debo ir a mis clases, Olena se ofrece a hablar con el chef del hotel, ya que lo conoce, de ahí que pudo recomendarla para el puesto que tiene, mientras que Pablo se ofrece a llevarme a casa para que no demore en la estación del metro.

  • ¿Me vas a contar qué se traen la rubia y tú? –pregunto a Pablo sin filtro cuando ya nos encontramos solos en su auto.
  • Nada, ¿qué podría tener con ella? –dice mi amigo policía tratando de lucir tranquilo, pero no logra ocultar lo que le sucede por completo.
  • Pablo, soy joven, pero no nací ayer, hasta Eliana se percató que tanto Olena como tú estaban nerviosos cuando se encontraron en el hospital –el policía empezó a sudar y estacionó el vehículo.
  • Está bien, te voy a contar lo que sucedió porque necesito desahogarme. No quiero que me juzgues, solo que me escuches –dice Pablo con toda la autoridad que puede salir por cada poro de su piel, y yo acepto porque siento que, si no lo hago, me va a dar un golpe que sí me va a doler, y mucho.

Olena junto a su hermano Aleksandr, quien viajó al lado de su esposa embarazada de su primer hijo, llegaron a la ciudad hace cinco años. Por ese tiempo, Pablo había dejado de ser el compañero inexperto, y se había convertido en un policía modelo, siendo para el superior de la estación de Policía a la que estuviera designado, alguien en quien podía confiar y considerar como su segundo al mando. Una noche, cuando estaba patrullando junto con unos novatos a quienes gustaba instruir, llegaron a una conocida y muy concurrida discoteca por esos años, en la que hubo una trifulca y, por lo cual, habían solicitado la presencia policial porque uno de los revoltosos portaba un arma. Cuando ingresaron, encontraron dos cuerpos masculinos sin vida en plena pista de baile y algunas personas muy asustadas, escondidas debajo de las mesas al no haber tenido oportunidad de escapar del recinto. Tras sacar a los civiles, continuaron con revisar las instalaciones para ver si encontraban a los responsables de esos dos asesinatos. Caminando hacia los baños, escucharon el ruido de una pelea cuerpo a cuerpo, encontrándose a dos gigantes fornidos que se agarraban a golpes. Pablo es alto al tener 1.96 m de estatura, pero esos dos sobrepasaban los dos metros, y por sus características físicas, parecían ser del este de Europa.

Pablo llamó la atención de esos dos y pararon de pelear. Estaban por ser esposados y llevados a la estación de Policía del distrito, cuando una mujer rubia, alta, de piernas que lucían muy largas gracias a su diminuta minifalda, de ojos grises como la bruma y piel muy blanca, llegó llorando y pidiendo que no se lleven a uno de esos dos tipos. Esa mujer era Olena, y Pablo, ni bien la vio, quedó impactado por su belleza. La ucraniana le decía que Aleksandr no había hecho nada malo, que él había evitado que la balacera continúe. Mi amigo no podía soltar a alguien solo porque una bonita mujer le dio su versión de los hechos, así que le dijo que, si después de revisar los vídeos de seguridad de la discoteca se confirmaba lo que ella estaba diciendo, él mismo agilizaría el retiro de aquel hombre por quien abogaba.

En la estación de policía pudieron comprobar junto al fiscal de turno que lo dicho por Olena era verdad, así que Aleksandr solo duró unas cuantas horas en la carceleta del recinto policial. Pablo, cumpliendo su palabra, estuvo pendiente del papeleo que debía llenarse para que aquel que actuó como héroe, al impedir que el otro gigante continuara aumentando el número de cadáveres sobre la pista de baile, saliera en libertad. Ahí fue que se enteró que esos dos extranjeros eran hermanos. Al principio había creído que Olena era la mujer de Aleksandr, pero este le explicó que era su hermana, que estuvo en la discoteca porque ella estaba aburrida y quería conocer la ciudad de noche, ya que recién habían llegado al país, y como su esposa hace poco había dado a luz a su primogénita y no podía acompañarlos, ellos dos estaban ahí solos. Aleksandr se percató que el tipo con el cual lo encontraron peleándose tenía un arma, por lo que primero puso a buen recaudo a su hermana, pero mientras hacía eso el tipo pudo matar a dos personas. Entre el tumulto de gente desesperada por alejarse del sujeto enloquecido que disparaba a los cuerpos de los asistentes en la discoteca sin ningún remordimiento, el ucraniano pudo llegar sin ser visto, y ahí fue que logró desarmarlo y empezar el intercambio de golpes para poder someter al asesino.

Tras esa inusual forma de conocerse, Pablo y Aleksandr congeniaron y empezaron a frecuentarse inesperadamente cuando se volvieron a ver a los pocos días en el gimnasio donde el policía entrenaba y luego lo hicieron cuando se toparon en el hospital. Por esos años la hermana de Pablo también estaba gestando un bebé, y como el esposo de la embarazada se encontraba de viaje por trabajo, el policía acompañó a su hermana a su control mensual. «Tú vas a la discoteca con tu hermana, yo acompaño a la mía al ginecólogo», soltó Pablo cuando Aleksandr puso cara de no creerle al policía que la fémina embarazada que le gritaba por todo era su hermana, pero terminó por convencerse cuando la hermana de Pablo le dijo que no tenía tan mal gusto como para fijarse en él, concluyendo que esa mujer no podía ser más que su hermana porque hizo un comentario muy similar a los que Olena hacía para aclarar a la gente que Aleksandr era su hermano y no su novio o marido.




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