Amor de padre

Reconociendo a mi hijo: Capítulo VI

Aunque estoy muy ocupado entre la universidad y el trabajo en el hotel, me doy tiempo y envío mensajes a Eliana para saber sobre los avances en la salud de Sebastián y cómo se encuentra ella. Al saber que el pequeño ya ha subido al piso de hospitalización de Pediatría y que ella está a su lado, me quedo más tranquilo y puedo concentrarme al máximo para que el evento de esta noche sea todo un éxito, y mis jefes y clientes queden satisfechos con mi trabajo. No puedo evitar encontrarme con Nadia, quien tenía un humor de los mil demonios solo conmigo por lo que sucedió la tarde de ayer, pero ella se lo buscó al estar de besucona. Yo no le había pedido un beso, así que ella solita se arriesgó a hacer algo que tenía el 100 % de probabilidad de rechazo, cosa que sucedió porque ella a mí no me atrae. Sí, es bonita, alta, modelo y todo eso, pero no es la mujer que tiene mi corazón, así que, ni modo, lo siento por ella.

El reloj señala que son las 12:13 am cuando dejo el hotel. De inmediato llamo a Eliana esperando escuchar su voz. Cuando contesta la llamada, cierro los ojos para concentrarme en esa bonita voz e imaginármela mientras conversa conmigo. Como quiero verla, le pregunto si puedo ir al hospital para conversar un ratito, claro que insisto en el punto de “si puedo” porque no quiero romper ninguna regla del nosocomio ni que ella tenga que dejar solo a Sebastián por bajar a verme. La escucho reír, y me dice que sí puedo ir sin problemas, ya que Olena y Aleksandr han costeado una habitación privada para Sebastián, por lo que pueden llegar las visitas durante todo el día y la noche sin ningún problema. Animado por lo que acaba de comentar, corro hacia el paradero de taxis a tomar uno, ya que quiero evitar perder el tiempo en el metro; muero por ver la sonrisa de la mujer que me enamora y al niño con el que me identifico.

Ya en el hospital, pregunto por la habitación de Sebastián Carrillo Del Río, y recuerdo que tengo una plática pendiente con Eliana sobre el reconocimiento paterno del bebé, ya que quiero darle mi apellido, hacerme responsable de él. Al llegar a la habitación, veo que Sebastián duerme mientras Eliana lee un libro sentada a su lado. Ella no se percata que ya estoy adentro, y me quedo por un breve momento contemplando al niño desde los pies de la cama. Mi deseo de volver a escucharlo llamándome «papá» es enorme, tanto que empiezo a verle un parecido conmigo. En ese momento sonrío y niego con la cabeza, ya que su voz pronunciando ese par de sílabas ha calado tan profundamente en mí que siento que esta presión que percibo en mi pecho no va a parar hasta que salga del Registro Civil con la nueva partida de nacimiento de Sebastián, donde se indique que sus apellidos son Meyer Carrillo. Yo crecí usando el apellido de mi madre, y ese será el que le daré, así él no será el hijo abandonado de nadie porque será mi hijo, y yo lo defenderé de todo y todos.

  • ¿Mateo? ¿Cuánto tiempo llevas ahí? –pregunta asombrada Eliana al verme.
  • Unos diez minutos –digo por decir un número.
  • ¡Vaya! ¡Sí que he estado entretenida leyendo! –sonríe, y yo me acerco a ella, hinco una rodilla enfrente de ella y le doy un beso.
  • Todo el día he deseado ver esta bonita sonrisa, pero los deberes me mantenían lejos de aquí –comento, y ella se sonroja, agacha la mirada y sonríe con timidez. Conozco cada rincón de su cuerpo, pero ella sigue avergonzándose ante mis palabras llenas de amor, algo que me hace sentir especial… no cabe duda que amo a esta mujer.
  • Yo también te he extrañado –sus ojos vuelven a apoderarse de mi mirada y sé que es sincera, que lo que acaba de decir no es por compromiso, es lo que su corazón siente.
  • ¿Y cómo ha estado nuestro pequeño valiente? –pregunto, y ella sonríe feliz al notar la ternura que emana de mí al referirme a Sebastián.
  • Más animado desde que lo han pasado a esta habitación y puedo estar con él todo el día. El médico indicó que le dieran dieta blanda y le pude dar de comer una papilla de verduras que se la acabó en un dos por tres –ella deja la silla para guardar el libro que leía en su bolso que había dejado en el interior del pequeño ropero que hay en la habitación para que el paciente guarde sus enseres personales. En eso llega a mi mente una duda que quiero despejar, así que suelto la pregunta.
  • Eliana, ¿por qué Sebastián no se alimenta de ti? Por la intimidad que ha habido entre nosotros, sé que tus pechos están secos –ella se sonroja y yo también lo hago.
  • A la semana de haber parido, sufrí de una fuerte infección porque dejaron dentro de mí una gasa, ya que sangré demasiado cuando nació Sebastián. Por ese motivo interrumpieron la lactancia. Solo pude alimentar por una semana a mi bebé –su mirada triste me hace saber que ese no fue su deseo, que ella quería ser fuente de alimento y salud para su hijo.
  • Eso también te ayudó a mantener oculto a Sebastián –digo más como una reflexión para mí, por cómo se dieron las cosas entre ella y yo.
  • Sí. Mi madre siempre decía que todo suceso tiene su motivo, su por qué. Ahora entiendo que debí ser abandonada por el padre de Sebastián y echada de casa por los míos para llegar a conocerte –al enfocarme nuevamente en ella, noto su mirada llena de amor, una que es solo para mí. Camino hacia ella y la vuelvo a besar con mucha ternura.

Tras obligarme a dejar el beso, nos sentamos al lado de la cama y estuvimos conversando mientras velábamos el descanso de Sebastián. Cuando Eliana va al baño o se aleja para contestar las llamadas de Olena, yo aprovecho en contemplar al bebé. Ni él ni su madre hicieron algo para que yo me encariñe, por lo que entiendo que el sentimiento que empieza a crecer en mí por el niño es natural, como el que un padre siente por su hijo. A las 6 am Sebastián despierta, y yo me acerco a él. Eliana dormía en el sillón que había en la habitación. No quise cortar su sueño porque debía recuperar el que perdió la noche anterior. Cuando el niño me ve, no me reconoce, entonces se me ocurre tapar mi boca y nariz, para simular cuando me vio por primera vez, usando mascarilla. Una hermosa sonrisa con unos dientecitos pequeñitos se presenta y estira el brazo libre de vía intravenosa para tocarme. Su tacto es cálido y reconfortante.




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