El fin de semana transcurre entre eventos en el hotel y Sebastián en el hospital. El lunes llega con la calma en el trabajo y la buena noticia del alta hospitalaria de mi hijo. Dejo el campus ni bien suena la campana de fin de clases, para llegar a tiempo al hospital y salir de este junto a Eliana y Sebastián. Olena llega manejando el auto de Pablo, señal de que esa relación va en serio y cada día se fortalece más, y nos lleva al apartamento donde madre e hijo viven. Al ingresar por segunda vez a ese espacio de vivienda, puedo observar que es pequeño, pero acogedor, que está limpio y bien iluminado. En el hospital aprendí a bañar a un bebé de la edad de Sebas, así que me ofrezco a realizar esa tarea mientras Eliana prepara el almuerzo junto a Olena. Solo necesito que me indiquen el lugar donde se guarda los productos de aseo del bebé y su ropa para organizarme en la primera labor doméstica que realizo en ese apartamento.
Hora y media después, salgo con un oloroso y bien peinado Sebastián. Madre y tía de cariño aplauden al verlo llegar limpio y bien vestido, ya que le puse un pantalón y camisa porque después de almorzar quiero tomarle cientos de fotos en distintas locaciones del apartamento. Eliana me felicita por haber dejado todo en orden en el baño, así como haber guardado los productos de aseo del bebé y poner la ropa sucia en el canasto adecuado. Olena sonríe porque nos ve interactuando como una familia, haciéndonos ambos responsables de los quehaceres del hogar y de nuestro hijo. Los cuatro tomamos los alimentos entre risas, y luego lavo los platos, ya que lo justo es que yo lo haga cuando ellas fueron quienes cocinaron. Al estar todo limpio, empiezo con la labor de fotografiar a mi hijo y descubro que es un coqueto, que le encanta que le tomen fotos. Revisando las fotos capturadas con mi celular, hay una que es mi favorita, y la pongo de fondo de pantalla. En ella aparecemos Eliana, Sebastián y yo interactuando sin darnos cuenta que Olena estaba atenta y nos seguía con celular en mano. Es el momento justo cuando Sebastián está acurrucado sobre mi pecho, Eliana está dejando un beso en la mejilla del bebé y yo los estoy contemplando con amor; más la luz natural del sol que ingresa por la ventana del apartamento a esa hora de la tarde, esa foto es perfecta.
Mientras voy en el metro hacia mi trabajo en el hotel, empiezo a buscar los requisitos para reconocer a Sebastián como mi hijo. Como no ha sido declarado ningún padre en su partida de nacimiento, que vaya y me declare voluntariamente como el suyo haría que el trámite sea muy fácil y rápido de realizar. Solo necesitamos ir a la Oficina de Registro Civil de la municipalidad con los originales y copias de los documentos de identidad de Eliana y mío, así como la partida de nacimiento de Sebastián, pagar un derecho de trámite y esperar una semana para que se emita la nueva partida de nacimiento. Bajo de internet los formatos de las solicitudes y aprovecho a imprimirlos en la Recepción del hotel; como no hay mucho que hacer al ser lunes y no haber ningún evento programado, estoy llenando los formatos. Cuando los tengo listos, llamo a Eliana y le cuento lo que he estado haciendo. Su voz se escucha alegre y me pregunta cuándo iremos a presentar el trámite, a lo que yo respondo que mañana. Ahora, ya en la soledad de mi apartamento, no puedo dormir por dos motivos: la ansiedad por que llegue el momento de presentar el trámite para que Sebastián sea legalmente mi hijo y porque el silencio me agobia un poco, ya me he acostumbrado a escuchar a Eliana y a Sebastián a mi lado. Me obligo a descansar porque mañana debemos ir a realizar un muy importante trámite, el primero como familia, y sonriendo al imaginarme cómo será la vida después de que Sebastián y yo seamos oficialmente hijo y padre, me quedo dormido.
Hoy es el último día libre de Eliana previo al retorno al trabajo, así que lo aprovechamos para realizar el trámite que me hará oficialmente el padre de mi pequeño. Olena y Pablo nos acompañan, y los cinco llegamos a las instalaciones del Registro Civil. Después de esperar nuestro turno, pasamos con el funcionario respectivo, y al leer el formato, sonríe y nos felicita por haber solucionado los inconvenientes que en un principio hicieron que el bebé solo tenga el reconocimiento de la madre. El funcionario cree que soy el padre biológico, algo que me alegra porque quiere decir que ese pequeño y yo tenemos rasgos físicos que hacen pensar a la gente que nuestra relación padre—hijo es real. Tras presentar las copias de los documentos solicitados y el pago del derecho del trámite, se genera la solicitud en el sistema y el funcionario nos invita a regresar en una semana para que nos entregue la primera copia de la nueva partida de nacimiento de Sebastián, donde aparece que es mi hijo y sus apellidos son Meyer Carrillo.
Una semana después, Eliana pide salir del trabajo una hora antes, y volvemos a ir acompañados de Olena y Pablo, ya que ellos están tan o más ansiosos que nosotros por tener la nueva partida de nacimiento. Cuando el funcionario nos la entrega y leo en ella mi apellido, estoy tan feliz que invito a todos a tomar helados y pastel, algo que festejan, incluyendo Sebastián, aunque él solo tomará una botella de leche y comerá algo de compota. Mientras estamos en la fuente de soda, estoy buscando con mi celular los requisitos para presentar a Sebastián ante la Embajada de Alemania. Si es mi hijo, debe tener mi nacionalidad, así que ingresaré la solicitud para que reconozcan su ciudadanía, y así tenga el pasaporte de la Comunidad Europea, algo que de hecho le servirá en el futuro.
Como es mi día libre y mañana no tengo clases por ser feriado nacional, le pregunto a Eliana si me puedo quedar con ella y Sebastián a pasar la noche. Ella se sonroja y se muerde el labio inferior. De inmediato empiezo a reír nervioso y le digo que no se preocupe, que dormiré en el sillón de la sala, solo quiero estar cerca de ellos, ya que por las noches los extraño mucho. Ella me abraza y me dice que no esperaba menos de mí, pero que no es necesario que pase una incómoda noche, que la cama es suficientemente amplia para los tres, y que sería una linda experiencia que podamos compartir ese momento como familia. El abrazo que le doy es mi manera de decir «gracias», ya que, si abro la boca, mi voz delatará lo emocionado que me siento y las ganas que tengo de llorar de alegría.
Editado: 23.06.2025