Amor de padre

Reconociendo a mi hijo: Capítulo X

—Pensé que cuando me tuvieras enfrente de ti me llenarías de preguntas —agrega minutos después, rompiendo el silencio en el que nos quedamos, ya que, cuando volvió a pronunciar su nombre y agregó la relación sanguínea que tiene conmigo, yo solo pude quedarme callado, analizando de manera rápida lo que siento al tener enfrente a quien abandonó a mi madre, conmigo en su vientre, siendo aún ella una menor de edad, cosa que desencadenó una serie de infortunios que terminaron cuando ella murió.

—¿Y qué podría preguntar? —cuestiono sin soltar a mis emociones, con la expresión más fría que alguna vez marcó mi rostro. Noto que lo que acabo de decir lo deja sin opción a réplica. Sin embargo, es un hombre que me lleva varios años de ventaja, más vivido y con mayor malicia de la que yo poseo, por lo que no demora mucho en soltar su respuesta.

—Creo que más que preguntas, serían reproches los que tendrías para mí —dice agregando una sonrisita nerviosa a la que acompaña una mirada llena de lamento. Por un momento, mi niño interior se emociona al pensar que su padre apareció para cuidar de él, para protegerlo, como debió ser, pero hay algo que me dice que no le crea, que, así como engañó a mi madre, ha regresado del pasado para, ahora, engañarme a mí.

—La verdad es que no tengo nada que reprochar —suelto mostrando desinterés, tanto así que termino metiendo mis manos en los bolsillos de mi pantalón—. Lo pasado enterrado está.

Lo que acabo de decir hace que ahora sea él quien se acoge al silencio. Yo solo lo miro tratando de descubrir sus intenciones. Lo que sea que lo haya llevado a buscarme, no está relacionado con algún cargo de conciencia porque, si fuera así, no habría llegado a mi trabajo para dejarse ver como el hombre arrepentido de no haber tenido corazón cuando, sin reparos, abandonó a su amante menor de edad embarazada.

—Me alegra escuchar que eres un hombre que no guarda rencor. Tu madre y su familia hicieron un gran trabajo al criarte —que haga este comentario sí me molesta, y mucho, porque mi madre ya no está, porque no hubo una familia donde apoyarse, porque no sé si lo dicho es por ignorancia o con ironía.

—Por lo que acaba de decir, me doy cuenta que desconoce el futuro que le deparó a mi madre su abandono —suelto sacando las manos de los bolsillos y respirando hondo para aguantar las ganas de romperle la cara.

—La verdad es que cuando terminó el año escolar, yo no volví a saber más de tu madre —dice sin mirarme a la cara, enfocando la mirada en el suelo del salón donde nos encontramos—. Imagino que le fue bien en la vida porque hizo lo correcto: tenerte en vez de abortarte, como se lo propuse —río, y estoy a punto de desatar toda mi ira contra él, pero la llegada del arquitecto Redondo evita que me equivoque al reaccionar con violencia.

—¡Mateo, qué gusto verte, muchacho! —escucho la voz del director general de la constructora y me veo obligado a relajar el cuerpo.

—Buenos días, arquitecto —saludo extendiendo la mano derecha, ya que el máximo jefe de la constructora se acercó hacia donde estábamos mi progenitor y yo. Después de recibir mi saludo al apretar cordialmente mi mano, el director general de la constructora da luces sobre el por qué mandó a llamarme.

—El Sr. Schwarz es cuñado de mi socio de la sucursal en Alemania —inicia así su comentario el arquitecto Redondo—, por lo que se me ha confiado los pormenores de lo que le ha traído a nuestro país y la relación que tiene contigo —miro atento al arquitecto, a quien no he tratado mucho, pero sí lo suficiente para saber que en este momento me observa con la intención de analizar lo que causa en mí sus palabras.

»El error es algo con lo que nacemos los humanos, por eso hay quienes llegan a esta vida con defectos físicos que los llevan a desarrollarse de manera diferente de lo que conocemos como normal. Dicho esto, quiero que sepas, Mateo, que mi intención siempre va a ser el apoyarte porque, en la historia de tus padres, tú eres un inocente—las palabras del arquitecto estaban logrando que algo en mí se ablande, pero lo que dice después, me hizo ver que él no conocía la verdad de la historia que le contaron—. Tu madre nunca debió alejarte de tu padre, su familia nunca debió amenazar al Sr. Schwarz para evitar que te conozca y se fortalezca una relación entre ustedes. A veces, el orgullo hace que tomemos malas decisiones, y fue el orgullo de tu madre y de su familia lo que impidió que tú seas reconocido por tu padre y tengas su apellido».

No dejo que el arquitecto Redondo continúe su discurso al empezar a reír a carcajadas. La interrupción lo sorprende, haciendo que me ofrezca una mirada completamente llena de duda. Sé que, en este momento, por mi reacción, el máximo jefe de la empresa donde trabajo está pensando que hizo mal en contratarme porque no soy quien él pensaba, pero reírme como si hubiera enloquecido es lo único que se me ocurre para ganar los segundos que necesito para acomodar mis ideas y contarle la verdad a quien sé que ha sido engañado. Ahora comprendo que este hombre ha llegado desde Alemania con el propósito de acercárseme porque algo requiere de mí, por lo que es capaz de mentir con tal de conseguir lo que quiere.

—Disculpe mi reacción, arquitecto, pero lo que acaba de comentar sobre mi madre, su familia y cómo eso pudo afectar la relación padre-hijo con mi progenitor es para reírse —digo y Redondo me mira con una enorme duda, mientras que Hermann Schwarz me dedica toda su ira porque sabe que empezaré a contar la verdad de lo que ocurrió entre él y mi madre—. Arquitecto, usted ha sido engañado —suelto y el jefe de la constructora mira desconcertado a mi progenitor—, mi madre no se alejó de quien ha llegado señalándose como mi progenitor. Mi madre era una joven de diecisiete años que se enamoró de su profesor, un hombre diez años mayor, quien no dudó en enamorarla y seducirla siendo ella una menor de edad, siendo él un hombre prohibido por el compromiso formal que sostenía con una mujer de edad más cercana a la suya. Cuando él se entera que mi madre estaba embarazada, la invita a abortar porque él no se hará cargo de ese hijo ni formalizará una relación con ella, ya que no iba a dejar a la novia que tenía, por lo que mi madre fue abandonada por el hombre que ella amaba. Adicional a la desventura amorosa, mi madre también sufrió el rechazo de mis abuelos, por lo que sus padres la echaron de casa después de terminar el año escolar.




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