Amor de padre

Cambiando el destino: Capítulo XVI

El miércoles salgo temprano de la constructora con la excusa de que debo preparar mi maleta, ya que nuevamente viajaré para supervisar las obras que se ejecutan en Ica. Como lo hice hace una semana, he venido a ver a Alejandra a la salida de su trabajo en el Bazar Naval, y la estoy esperando por la puerta exclusiva para los empleados. Cuando sale, ya no dejo un beso tímido sobre su mejilla, esta vez beso sus labios y ella responde. Tomados de la mano caminamos hacia mi vehículo que he dejado en el estacionamiento del bazar, y antes de encender el motor para llevarla a su casa, le hablo sobre la ayuda que quiero brindarle para que ella y los niños luzcan atuendos apropiados en la cena de celebración del cumpleaños de mi madre y en la fiesta infantil por el cumpleaños de Mariana.

—Por favor, no me malinterpretes. No te estoy diciendo que no vistes bien o que los bebes no tengan buena ropa, solo que los atuendos que necesitan para ambas reuniones sociales dudo que estén colgados en sus guardarropas. Ese tipo de prendas suelen ser caras —digo porque los ojos de Alejandra empiezan a tornarse brillantes, pero por lágrimas acumulándose en ellos.

—Braulio, ¿mis niños y yo te avergonzamos? —la pregunta de Alejandra me hace ver que la he hecho sentir mal. Ella es valiosa y la admiro porque es valiente, por lo que vista me tiene sin cuidado, pero no quiero que, por algo banal, como es un atuendo, se pueda sentir incómoda al notar que ella y sus hijitos resaltan entre los invitados a la cena de cumpleaños de mamá y a la fiesta infantil de Mariana por vestir prendas no acordes con los eventos.

—¡No, Alejandra, por ahí no va la cosa! —exclamo de inmediato, tomando sus manos entre las mías y dejando varios besos en ellas—. Yo estoy muy orgulloso de ti y de mis niños, que los tres sean parte de mi vida, de la familia que formaremos juntos dentro de poco. Solo es que no quiero que te sientas incómoda al llegar a la cena por el cumpleaños de mi madre o la fiesta infantil por el cumpleaños de Mariana y ver que tus ropas como la de los bebes no son apropiadas para el tipo de reunión y gente que asistirá.

—Es que nunca hemos asistido a fiestas de gente de dinero, por eso no tenemos esa clase de ropa, además de que no podría pagarla con lo que gano.

—Y tampoco es que la vendan en el Bazar Naval, por lo que no puedes comprarla con el descuento de empleado ni a cuotas —añado para que entienda mi punto—. Ahora que somos novios, es mi deseo el apoyarte económicamente con esos detalles, para que puedas estar a gusto mientras me acompañas a diferentes eventos sociales que por mi familia y trabajo debo asistir.

En un suave movimiento, retira sus manos de entre las mías; seca sus lágrimas con la manga de su abrigo; gira para estar más cómoda mientras me mira fijamente, y, con el semblante serio, se dispone a hablar.

—Braulio, ahora tú no me lo tomes a mal, pero, por más que te quiera, aún no estoy lista para acostarme contigo —por tantas veces que hombres inescrupulosos se le han acercado para proponerle lo indebido a cambio de estabilidad económica, Alejandra piensa que terminaré pidiéndole lo mismo.

—Jamás condicionaría mi ayuda económica a cambio de sexo, Alejandra. A ti te quiero bien, para que seas mi esposa, así que olvídate que esta conversación nace con la intención de llevarte a la cama. Yo solo quiero que te sientas segura y cómoda en los dos eventos sociales próximos que se realizarán en casa de mis padres.

Por unos segundos, ella se mantiene callada, pensando. Ya no me mira, ahora enfoca la mirada a algún punto en la calle. Yo solo espero pacientemente que continúe con la conversación, que me diga si acepta o no mi ayuda económica para vestir ella y los niños apropiadamente para los dos eventos que están siendo organizados por mi familia.

—Está bien, Braulio. Lo último que quiero, además de sentirme fuera de lugar junto a mis niños, es dejar mal a tu familia y a ti ante los invitados. Mis hijos y yo haremos nuestro mejor esfuerzo para que tú y los tuyos se sientan orgullosos de acogernos en la familia.

Al sentir que hemos dado un paso enorme, me acerco a ella para abrazarla. «Gracias por comprender, Alejandra», le digo mientras la sostengo contra mi pecho por varios segundos.

—¿Y a dónde debo ir para comprar esa clase de vestidos para mí y trajes para mis niños? ‍ —‍pregunta curiosa.

—Hay varias boutiques especializadas en ese tipo de prendas más formales en los distritos de San Isidro, Miraflores y Surco. El sábado vengo a recogerte al bazar para ir por los niños y comprar lo que necesiten.

—Braulio, no tomes a mal lo que te voy a decir, pero ¿podría acompañarnos algunas de tus hermanas o la señora Sandra? Es que yo no tengo experiencia comprando ese tipo de prendas y dudo que tú seas un experto en ello.

Bueno, he visto a muchas mujeres usar esos vestidos finos de alta costura, desde mi madre y hermanas hasta aquellas que fueron mis amantes de una noche. Sin embargo, puede que mi gusto no sea el mejor para esta ocasión, ya que podría insinuarle a elegir algún atuendo que no sea el adecuado para el cumpleaños de mamá por mi interés de verla lucir más piel de lo debido, así que es mejor contar con la ayuda de quienes sí saben del tema.

—No te preocupes. Hoy converso con mis hermanas y cuñada para ver quién tiene tiempo y nos puede ayudar con la compra de los atuendos para ti y los niños.

Sábado por la tarde estaba con Alejandra, Mariana, Javier y Ernesto en el auto, yendo hacia Miraflores, a la boutique donde mis hermanas y mamá gustan de comprar o solicitar un vestido a medida, ya que también es un atelier. Tanto mis hermanas como mi cuñada se ofrecieron a ayudarnos, así que hemos quedado en encontrarnos con Cecilia, Elena y Sandra a las afueras del local que es nuestro destino. Al llegar, vemos que Ignacio y Fernando también nos esperan, así como mis sobrinos.




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