Amor, dolor, odio y venganza

Prólogo

Sentada en la ventana que da a la calle, me dispongo a ver a la gente pasar, de vez en cuando tomo el teléfono esperando recibir un mensaje suyo. Aunque me dijo que no estaría disponible por unos días y que posiblemente la comunicación fuera escasa, no pierdo la esperanza de recibir una señal.

El sonido de un nuevo mensaje me hace encender inmediatamente el teléfono. La decepción es notoria, ya que no es a quien yo esperaba.

“Prepárate que en menos de lo que imaginas ya estoy por ti”.

Su insistencia me ha estado dando unos cuantos dolores de cabeza, desde hace unas semanas me invitó a una boda de personas que no conozco para nada, en principio mi respuesta fue un no rotundo, y pese a su constante molestia me mantuve en esa posición; sin embargo, Eduardo no entiende mucho y dio por hecho que sí voy a ir.

No sé a qué se debe que quiere que esté ahí, aunque estoy sospechando que hay algo detrás de tanta insistencia, mi mente maquina demasiadas posibilidades, entre ellas que su verdadera intención es que ha conseguido a algún ligue y quiere que vaya con él para espantarla como siempre.

Es raro ese hombre.

Ya no hayo como decirle que no tengo ganas de ir a esa boda a la que no fui requerida y que voy a ser alguien innecesario ahí, pero según lo que me dijo, su amiga, la que se casa, le ha dicho que puede llevar a quien quiera y pues me ha elegido a mí.

Por fortuna no tengo planes con mi novio, ya que se ha ido a visitar a su hermana a la cual van a operar del corazón, después de eso y mientras se recupera me ha prometido que al fin la voy a conocer y ese día lo espero con ansias.

Escucho el sonido del timbre y me levanto enseguida a abrir, rogando a todos los dioses que Eduardo no venga con alguna de sus habituales sorpresas.

—Espero que estés lista para desmayarte cuando veas el hermoso vestido que te he conseguido. —Debí sospechar que no iba a llegar con las manos vacías.

—Qué loco, ya te dije que tengo mi propio vestido.

—Nada, no acepto nada más que te pongas esto, este día debes de lucir espectacular.

—Ya me dirás a que se debe tanta insistencia.

—Nada, solo quiero que disfrutes la fiesta conmigo. Hace mucho que has abandonado a tu amigo y lo peor es que me cambiaste por un hombre feo. —Hace una mueca y mueve las manos como si algún olor le desagradara al referirse a mi novio.

—Oye, no hables así de él, es una buena persona a la que no te has permitido conocer.

—Ni quiero, y mejor dejemos de hablar de ese… mejor ven que quiero convertirte en una princesa.

Una hora después me estoy viendo al espejo, el vestido es ceñido a mi cuerpo, el color favorece a mi piel y la suavidad que experimento al tocarlo es simplemente fabuloso, complemento mi atuendo con unos aretes que mi querido novio me regaló y que ayudan a mejorar todo, me encanta como luzco, aunque sigo insistiendo en que es demasiado para ir a una boda de un desconocido, hubiera preferido ir con el vestido que había elegido y que según mi amigo es demasiado anticuado.

—¿Puedo pasar? —me pregunta Eduardo ya estando a mi lado—. Te ves espectacular, cualquier hombre que te vea se va a enamorar de ti y las mujeres envidiaran lo hermosa que eres.

—Eres un exagerado. Y espero que me digas la razón de tu insistencia para llevarme a esa dichosa boda de una amiga que no conozco.

—Descuida, ya te vas a enterar y mejor vámonos que ya se nos hizo tarde, posiblemente la ceremonia ha empezado.

Salimos a prisa y nos montamos en su auto, enseguida que lo enciende se escucha nuestra canción favorita, ese que me encanta cantar a todo pulmón. Por alguna extraña razón estoy feliz por fuera, pero hay un sentimiento en el fondo que comienza a oprimirme el pecho, es como un presentimiento de que habrá algo que acabe con mi felicidad.

Después de un rato manejan, al fin hemos llegado a la iglesia en donde se supone va a ocurrir la boda, al parecer es verdad eso de que ya es tarde porque ya no hay nadie en la entrada.

Me desabrocho el cinturón y estoy por bajar cuando la mano de mi amigo me detiene.

—Antes de que bajemos y entremos a esa ceremonia, quiero que sepas que eres una gran mujer, que a pesar de lo mal que pueda parecer que hago las cosas, siempre lo hago pensando en tu bienestar.

—¿Por qué me dices esto?

Guarda silencio ante mi pregunta y eso hace que la sospecha se haga más fuerte, algo oculta y cada vez estoy más segura de que hay una razón poderosa para traerme aquí y que ese algo no me va a gustar para nada.

—Por nada, solo ten presente que te quiero demasiado y que jamás voy a permitir que nada te haga daño. —Entre más dice, más confundida me tiene así que prefiero ya no decir nada más.

Caminamos de la mano hasta llegar juntos a la iglesia, la catedral de la ciudad es enorme y por ende no es tan fácil que pueda distinguir a los novios. Al llegar el padre habla y habla de algo que no presto atención. Por respeto nos quedamos en la última banca a esperar a que ellos salgan.

Dejo de escuchar a los demás porque me concentro en la decoración, como planeadora de eventos, me es imposible no fijarme en los detalles, incluso en la flor que se usa puedo deducir el nivel económico de las personas y aquí hay indicios de una muy alta. Puedo jurar que los que se casan son extremadamente ricas, personas de la más alta categoría.




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