Algunos meses atrás
Mery
—¡Mery! Te necesitan en la recepción, algo ha salido mal. —Dejo lo que estoy haciendo para salir a resolver ese asunto. Cuando considero que ya nada podía salir peor, me doy de bruces contra la pared; todo está saliendo mal.
Pero, le dije, le dije a la novia que una boda con niños era una mala idea y más por la temática que estaba manejando. No, no estoy en contra de ellos; sin embargo, hay situaciones en los que no deberían de estar, mucho más por su integridad y es mi deber hacerle ver a las personas cuando es necesario, pero ella tuvo que acatar la orden de su suegra.
—¿Qué sucede?
—Un accidente en una de las mesas, un niño ha roto un vaso y otros han terminado afectados.
Media hora después y cuando ya todos se han ido, me doy un respiro. Por lo menos ya no tengo registro de ningún niño en la fiesta y es momento de que los adultos lo disfruten. Mi trabajo más difícil ha terminado.
—Karen, puedes retirarte que es lo que yo voy a hacer. Nos vemos mañana. —Despido a todo mi personal y me permito tomarme una copa después de una noche muy difícil.
Me alejo de todos con la copa en la mano, me siento en una banca y mientras cruzo las piernas, llevo la copa a mis labios. La sensación del alcohol recorriendo mi cuerpo me da una sensación de paz. Al fin ha terminado la fiesta y puedo ir a descansar después de tantos dolores de cabeza.
Reflexiono mi vida y ha cambiado tanto, me recuerdo viviendo en sitios inimaginables porque no tenía a nadie más a quien recurrir. Mis padres partieron de ese mundo hace muchos años y los únicos familiares con los cuales me pudiera refugiar, me dieron una patada en el trasero en cuanto tuvieron la oportunidad, pero eso es lo de menos, la vida me ha dado muchas oportunidades para demostrarme que soy capaz de sobrevivir a cualquier cosa.
—La noche luce hermosa. —Brinco al escuchar la voz de quien sea que me esté hablando—. Disculpa, no quería asustarte.
Con delicadeza me ayuda a sentarme de nuevo. Me permito verlo más de lo debido y me doy cuenta de que no lo conozco de nada, tal vez es algún invitado que se ha quedado rezagado.
—¿Eres invitado o mesero? —pregunto para hacer plática. No tendría nada en contra de cualquier respuesta que me diera.
—¿Te molestaría que fuera un simple mesero?
—Jamás, si supieras que he sido menos que eso. Respeto a todos porque busco lo mismo, soy una fiel creyente de que a menudo recibes lo que das.
—Me encanta tu filosofía, me presento con una hermosa dama como tú, mi nombre es Sebastian y soy un invitado más de la boda que terminó. —Extiende la mano y espera a que la tome.
—Así que eres de la alta sociedad. —Alcanzo a decir antes de tomar su mano y experimentar una extraña sensación, tan extraña que me deja muda por unos segundos.
—En realidad soy un simple colado de esta fiesta, el amigo de un amigo me ha invitado y no perdí la oportunidad de conseguir un poco de comida y alcohol gratis.
—No me digas que ni para eso tienes. —Trato de haces burla de su comentario.
—Soy un simple asistente, así que, un poco de esto, no me cae mal.
—Te entiendo. —Lanzo un suspiro, ya que, de manera inevitable, recuerdos de mi pasado miserable llegan, aunque eso nadie lo sabe.
Ambos con una copa en la mano, nos quedamos en absoluto silencio y viendo a la nada. El ambiente se siente bien, no existe la necesidad de llenar el vacío con palabras sin sentido. Su compañía resulta agradable.
—Fue agradable pasar el rato contigo, me marcho y espero verte pronto —le digo sincera, al tiempo que me levanto dispuesta a irme. Es tarde y es momento de descansar.
—Permíteme que te acompañe. —Se ofrece poniéndose de pie.
—No te preocupes, puedo irme sola.
No espero que responda, comienzo a caminar rumbo a la salida, pido mi coche y me detengo en la entrada a la espera de que este llegue.
—¡Hermosa! No puedes andar por la calle sin mi compañía.
Volteo a ver a la persona que lo dice, claramente está en malas condiciones, ha de ser de aquellas que termina hasta con la última gota de alcohol antes de irse a su casa. Por mi trabajo, he lidiado con gente igual a o peor, así que no me dan miedo.
—Pide tu coche y retírate —hablo restándole importancia y evitando prestarle más atención y sobre todo, no demostrar miedo que de eso alimentan su valentía.
—Eres de las que le gusta hacerse la interesante —Apenas y puede hablar, entre los hipidos y la desconexión de su cerebro, apenas es entendible.
—Déjame en paz, ve por tu camino antes de que llame a seguridad. —Esta vez hablo con más fuerza.
—Eso lo veremos.
Y en menos de lo que me doy cuenta, ya se encuentra a mi lado tratando de tomarme del brazo, mientras que la otra mano la lleva a mi cintura y más abajo. Por fortuna su mala coordinación me da tiempo para que pueda golpearlo y alejarlo de mí.
—¡Largo!