Amor, dolor, odio y venganza

Capítulo 6: Preguntas

Tal como se planeó, esta semana que ha terminado no pude verlo y salvo un par de mensajes que hemos compartido puedo saber que se encuentra bien, entonces me enfoco en terminar mis pendientes de la mejor manera para que el fin de semana lo disfrute en su compañía.

Es viernes y vengo saliendo de un evento más que ha quedado perfecto, es una estrellita más que le puedo agregar a mi negocio, me encanta lo que hago y eso se ve reflejado cada día, en cada decoración, en cada alimento servido, en la música que suena, etc.

—Hola, perdida. —Brinco al escuchar la voz de mi amigo a quien no había visto desde hace más de una semana.

—Perdido tú que me tienes muy abandonada.

—Perdón, pero sabes que el trabajo me consume y que, si no lo hago, voy a quedarme sin dinero, con hambre y en la calle. —Tan dramático, igual que siempre.

—Ya deja de ser tan dramático, sabes que con una llamada resuelves todos tus problemas.  

—No sabes lo difícil que resulta levantar ese teléfono.

Para cambiar de tema, me va cuenta lo que hizo esta semana mientras caminamos un poco, es habitual hacer esto para aprovechar el tiempo. A veces veo a Eduardo como un pequeño con muchos sueños por realizar y que además se quiere comer el mundo a mordiscos; sin embargo, sus propios padres son los que le han cortado las alas queriendo moldearlo para que en futuro dirija su empresa, mismo que no quiere él.

—Mañana tengo una cena a la que no quiero ir solo, ¿me acompañas? —propone y conozco mi respuesta. Estoy segura de que también él la sabe y me preguntas más por mera cortesía.

—Pídele que te acompañe a una de tus miles de amigas, te aseguro que más de uno estaría encantada de caminar de tu brazo.

—Quiero que lo hagas tú. —Se queja pareciendo un crío.

No estoy segura de aceptar, ya que se supone que pasaré el fin de semana en compañía de Sebastian, me cuesta decírselo, puesto que no puedo saber la manera en que lo va a tomar, así que decido posponer esa conversación.

Cuando ya estamos cansados de caminar, subimos a un taxi que nos lleva a mi departamento. Durante todo el camino voy pensando la mejor manera de decirle que estoy saliendo con un hombre, por ahora en plan de amigos.

Amigos que comparten la cama y no precisamente para dormir —Pienso.

—Te ves más callada de lo normal. —interrumpe el monólogo en mi mente. Reacciono y me doy cuenta de que ya hemos llegado.

—Quería contarte algo… —hablo antes de entrar al edificio. No sé bien como decirle, después de Sergio jamás he vuelto a salir con ningún hombre.

Se detiene al instante y me mira abriendo los ojos más de la cuenta.

—¿Dónde lo conociste?, ¿es guapo?, ¿lo conozco?, ¿te complace en la cama?

—Eh, eh, eh, detén un poco tu tren, si me dejas hablar puedo responder a todas tus preguntas.

—Entonces empieza, además tengo que conocerlo para darle el visto bueno, que sepa que hay un hombre detrás de ti que siempre te va a proteger, y…

—¡Me dejas hablar! —Alzo el tono de voz para que me haga caso.

—Está bien, está bien, hazlo ya. —Alza las manos en señal de rendición. Después coloca su brazo en posición para que me sostenga de él y me acompañe hasta mi apartamento mientras le cuento de mi conquista.

—El sábado pasado lo conocí, en uno de los eventos, ¿Qué si es guapo? Yo diría que sí, que lo conozcas no lo creo y la última pregunta no te la voy a responder.

—¿Es todo?

—¿Qué más quieres que te diga? —Mueve la cabeza en negación, ya que siempre espera que le cuente hasta el más mínimo detalle y eso incluye mis sentimientos. Claro que puedo hacer eso, pero no en la calle en donde cualquiera puede escuchar esas cosas demasiad privadas—. Te termino de contar dentro, ¿te parece?

—Vamos, entra.

De pronto escucho un carraspeo, alguien me está vigilando desde la oscuridad y puedo saber de quién se trata.

—Perdón si interrumpo, nos vemos otro día. —No puedo ver su expresión del todo, ya que se encuentra lejos de la luz y no puedo saber si está molesto por verme con Eduardo.

—Yo me voy, amiga —resalta la palabra amiga, no sé bien con qué intenciones—, me cuentas mañana.

Antes de que pueda responderle, me da un beso en la mejilla y desaparece antes de que le presente al susodicho, ese que sigue parado entre las sombras. Por mi parte no quiero decir nada antes de medir el terreno, no estaba haciendo nada malo, pero entiendo que puede malinterpretarse el hecho de que haya llegado del brazo de un hombre diferente al que estoy…

—Piensas demasiado.

—Me quede pensando en unos pendientes —miento—, pero, pasa.

Inserto la llave y al ingresar el delicioso aroma de unas rosas, inunda mis fosas nasales y que me deja estática por unos segundos. Busco el origen del olor y lo descubro; un ramo en la mesa del centro, uno más en la cocina y otra más debajo de la fotografía de mis padres.

—¿Y esto?




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