Amor, dolor, odio y venganza

Capítulo 7. Una mujer enamorada

El lunes por la mañana, soy yo la que despierta sin nadie a mi lado, toco la otra parte de mi cama y me abrazo a la almohada en busca de su aroma o el rastro de que estuvo en esta cama. Termino de despertar y me dispongo a empezar mi día que va a ser de descanso.

Esta vez él es quien me deja una nota al lado de un desayuno:

Mientras te veía dormir, me hiciste ser consciente de lo afortunado que soy de tenerte. Tal vez suene apresurado decir que amanecer a tu lado es el paraíso mismo.

Es lunes, es tu día de descanso, pero quisiera pasar la tarde contigo, alístate que pasaré por ti antes de la hora de la comida. No puedo decirte donde, solo te adelanto que portes ropa cómoda.

Te quiere: Sebastián

La nota la pego a mi pecho, cada vez más ilusionada, siento que sus palabras esconden demasiado y mi propósito va a ser descubrir de que trata. Desayuno lo que hay en la mesa y me dedico a consentirme durante el resto de la mañana; una ida al salón de belleza no me cae nada mal. Quiero ir por un par de prendas que me encantaron, pero ya no cuento con tiempo suficiente, casi es hora de que vengan por mí, así que regreso al departamento a esperarlo.

Mi vestimenta consiste en un pantalón de mezclilla, una blusa sin mangas y de zapatos, los más cómodos que encuentro. Me miro al espejo y amo a mi reflejo que luce radiante. Adelantándome a los hechos, pongo en mi bolsa un par de condones además de un suéter ligero por si la noche refresca. Mujer prevenida vale por mil. Justo después de arreglar todo, escucho el sonido del timbre.

—Luces hermosa —me saluda.

—Vamos, estoy lista. —No requerimos de más protocolos.

Me cercioro de cerrar todo a la perfección y salgo caminando de su mano. Al llegar al coche, él mira de un lado a otro, parece algo nervioso, sus facciones lo delatan, pero antes de que me anime a preguntar, este desaparece de su rostro. Abre la puerta y me invita a entrar.

—¿Ya me vas a decir a dónde vamos? —pregunto ilusionada.

—Es una sorpresa, no desesperes.

—Está bien, pero mientras, puedes contarme ¿cómo estuvo tu día?

—Por fortuna mi jefe se ha ido de viaje otra vez, y cada vez que eso pasa, el trabajo es un poco menos y me da tiempo de estar contigo.

—Si eres su asistente, ¿por qué no te lleva a sus viajes de trabajo?

—Es raro, y la verdad es que no tengo idea, al parecer le resulta mejor que le resuelva las cosas desde aquí. Y ya, dejemos de hablar de mi jefe gruñón, mejor cuéntame qué te has hecho en el cabello, me gusta.

Al decirlo lleva una de sus manos hasta mi cabeza acariciando mi cabello, ya que el semáforo se encuentra en rojo y aprovecha el momento. Volteo a verlo y decirle con la mirada muchas cosas que no me atrevo a expresar en voz alta.

Tal como me lo pidió hace días, me estoy dejando llevar sin medir las consecuencias y eme aquí, viendo embelesada al hombre que se está alojando en mi vida, convirtiéndose en un huésped habitual y sin pagar renta.

La burbuja en la que nos encerramos es interrumpida por el claxon del auto que viene detrás de nosotros. El semáforo ha cambiado a verde y es necesario continuar.

Maneja un rato más hasta terminar saliendo de la ciudad, no pregunto más y solamente me dejo guiar. Sebastian se detiene en un lugar ubicado en la carretera, estaciona el auto y me invita a entrar al pequeño establecimiento que tenemos en frente.

Cuando me dijo ropa cómoda, no consideré el frío. Estamos en pleno verano, pero durante los últimos días ha estado lloviendo más de lo habitual por las tardes, así que me pongo el suéter que traigo conmigo.

Al entrar la calidez nos da la bienvenida, hay poca gente y enseguida el hombre que nos recibe, nos lleva a una mesa vacía que se encuentra al fondo y cabe decir que la vista es espectacular. Sebastian se queda a pedir algo mientras que yo me siento. Detrás de los vidrios puedo ver el verdor de la vegetación e incluso juraría escuchar el canto de los pájaros; no me cansaré de decir que me encanta.

—¡Qué hermoso! —exclamo.

—Sabía que te iba a gustar, casi nadie sabe de este lugar, y cuando yo lo descubrí se convirtió en mi lugar preferido     

Al salir se ve un camino que lleva hacia el interior del bosque, nos adentramos en ella sin que me suelte y es aquí en donde experimento por primera vez las mariposas en el estómago. Es mucho, lo que me tiene así, estar rodeada de naturaleza, caminar de su mano, el tiempo que hemos compartido juntos y la inevitable atracción que existe.

A este punto puedo preguntarme, ¿qué somos? No importa el título que le dé, después de todo me doy cuenta de que el enamoramiento es inminente; ahora soy una chica enamorada de un tipo que conoce de hace un par de semana.

Antes de que me atreva a preguntar, nos sentamos en un pequeño espacio con una mesa y sillas de manera al estilo rústico, la estructura que lo cubre es de paja hecha de material que se encuentra aquí mismo. A quien se le haya ocurrido la idea, debo decir que es excelente.

—Piensas demasiado.

—Es verdad, y tú eres el causante de esto.




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