Tengo sentimientos encontrados respecto a la actitud que he tomado con mi mejor amigo, ese con el que jamás me había peleado y que ahora que reflexiono bien las cosas, lo que él menos desea es hacerme daño, es compresible que haya venido corriendo a informarme el que haya visto a mi novio, sosteniendo a otra mujer.
—Sigues pensando en la fotografía. —Asegura Sebastian.
—No, nada de eso —Volteo a verlo para que encuentre seguridad en mis palabras.
—¿Entonces?
No quiero decir nada, ya que seguimos en el auto y la que maneja es Ana, la chofer. La veo y Sebastian entiende que no voy a hablar con ella presente. La verdad es que me da vergüenza saber que casi armo una escena debido a un malentendido.
Justo en ese momento, llegamos a la entrada del edificio en donde se encuentra mi departamento. La mujer está por bajarse para abrirnos la puerta.
—Yo me encargo, Ana. —Y en efecto, sale y rodea el coche para llegar hasta mi puerta. Extiende su mano para que la tome y salga—. Gracias por traernos, puedes ir a descansar, nos vemos el lunes —le informa a Ana y antes de entrar la vemos marcharse.
Y de este modo entramos al departamento, todavía con algo de incomodidad en el aire, pero antes de que alguno pueda decir algo, me quedo congelada al sentir sus labios, al sentir sus abrazos y la urgente necesidad de estar con él piel con piel. La charla puede esperar y aprovecho para poner las ideas en orden.
Los días que no puedo estar a su lado me ayudan a que el reencuentro se vuelva explosivo y mientas nos encontramos envueltos entre sabanas y sintiendo el calor de su piel, es necesario hablar.
—Quiero pedirte una disculpa por la duda, conozco a Ana y la primera impresión me dejó en shock —explico sin dejar de acariciar su abdomen.
—Te entiendo, porque me pasó lo mismo la noche anterior, cuando te vi cariñosa con Eduardo. Esperé tu explicación y poco a poco tengo que ir aceptando que tiene un mejor amigo que estuvo antes que yo al cual quieres y que no dejaras solo porque te lo pida.
—No me pedirías eso —le aseguro.
—Jamás. Pedir que te alejes de tus amistades es una locura y quiero que sepas que nunca vas a escuchar eso de mis labios.
—Te quiero. —Es mi manera de terminar una conversación.
Aclarados las cosas y a manera de relajación, salimos de la cama rumbo a la ducha y después a la cocina en donde ambos preparamos algo que no implique prender la estufa e incendiar mi cocina.
Listos los emparedados, nos acurrucamos en el sofá a disfrutar de una película, la que vemos hoy es de esas empalagosas, románticas y en el que los protagonistas terminan juntos a pesar de las mentiras en las que estuvieron envueltos desde un principio. Personalmente, no hubiera perdonado al tipo, ya que decía amarla y al mismo tiempo le ocultaba muchas cosas.
—Él tenía un motivo para mentir —refuta al escuchar mi postura respecto a la película.
—Las mentiras jamás se pueden justificar y mucho más si se dice amar.
—Dejemos de hablar de la película y mejor descansemos que mañana tiene mucho trabajo. —Al parecer tiene ganas de cortar la conversación y prefiero hacerle caso, así que, en menos de lo que imagino, ya estoy durmiendo acurrucada entre sus brazos.
***
Los días se convirtieron en semanas y la rutina siempre es así; cada viernes, Sebastián pasa por mí y pasamos todo el fin de semana juntos. Los sábados y domingo regreso a casa sabiendo que alguien me espera, que no estaré sola y que esos días disfrutaré el amor de un hombre que conocí por casualidad.
Hemos reforzado ese cariño que cada día crece más hasta convertirse en amor. Es inevitable no enamorarme cada día más e imaginarme un futuro a su lado y que algún día deje de ser solo de fines de semana.
—Te prometo que menos de seis meses esto dejará de ser sol de fines de semana.
—¿De verdad? —Su promesa me alegra el alma y le creo porque hasta ahora no ha prometido nada que no pueda cumplir.
—Nada hay más cierto, quiero una vida contigo y un, por siempre. Te amo y deseo que siempre recuerdes eso, no importan las circunstancias o lo que el destino nos tenga deparado, recuerda siempre esto. —Sus palabras van acompañadas de un beso que se siente más intenso, más cargado de pasión, como si tratara de decirme algo que no logro descifras.
De pronto el teléfono interrumpe el emotivo momento.
No soy muy curiosa con estos temas, pero hay algo extraño en su actuar, últimamente me tiene ansiosa ver que cada vez que suena su teléfono, su actitud cambia y después de mucho prefiere apagarlo sin decir más.
Esta vez miro de reojo el nombre. Camila es lo que se puede leer.
Sebastian se pone de pie, toma la llamada y desaparece tras la puerta del baño, impidiendo que escuche nada más allá del saludo inicial. No quiero ser de esas personas tóxicas o que están controlando todo, debo entender que cada persona tiene ocupaciones, y que yo no soy el centro del universo. Eso no evita que me acerque al baño tratando de escuchar algo; sin embargo, no corro con mucha suerte y justo cuando estoy por alejarme de la puerta, esta se abre y enseguida la mejilla se tiñe de rojo al verme descubierta.