Amor, dolor, odio y venganza

Capítulo 10: Reproches

 

Mientras espero mi coche para dirigirme a casa, un auto se detiene frente a mí, tengo la esperanza de que se trate de mi novio, que haya podido resolver su pendiente y que al final sí pueda pasar el fin de semana conmigo; sin embargo, la decepción llega enseguida al notar que se trata de Eduardo. Y no me malentiendan, amo que mi mejor amigo venga a mi encuentro, pero también tenía la ilusión de ver a Sebastian. 

—Veo las enormes ganas que tenías de verme —me dice sin bajarse de su auto. Es obvio que la ventana del copiloto se encuentra abierta, por eso note que se trata de él.

—Claro que quería verte, lo que sucede es que me sorprende que estés aquí, jamás vienes un sábado.

—Por ahí me enteré de que tu querido novio no se encuentra —No pasa desapercibido la manera en que se refiere a Sebastian.

—Por favor, Ed, hasta cuándo vas a aceptarlo, entiende que ya es parte de mi vida y como tú eres mi mejor amigo, también es parte de la tuya.

—Está bien, como digas, pero ya sube que quiero invitarte a un buen lugar. —Abre la puerta para que me suba y la verdad es que no tengo más que pensar, me iría con él con los ojos cerrados.

Entro al auto y antes de abrocharme el cinturón lo saludo con un beso y cuando me separo de él, tomo sus mejillas entre mis dedos y los estiro a manera de reconciliación.

—¡Vamos!, que ya quiero ver mi sorpresa. 

—Me encanta verte feliz —expresa poniendo en marcha el auto.

—Yo quisiera que también estuvieras así de feliz, que encontraras a tu alma gemela y que dejaras de alejar a cuanta mujer se te acerca.

—Parece que mi destino está marcado, así que no insistas. —Lanza un suspiro.

—¿Has visto la manera en que te mira mi asistente? 

—¿Tienes asistente? —bromea.

—Contigo no hay remedio.

Dejamos el tema por la paz, en su lugar pongo música para llenar el silencio y mientras vamos cantando a todo pulmón, llegamos a un bar, pequeño y sin demasiado lujo, de esos que disfruto, además de que hay música en vivo.

Al entrar, se escucha el ruido de música, misma que me encanta, en definitiva, Eduardo me conoce a la perfección y sabe del lugar que voy a disfrutar. Un mesero se encarga de llevarnos a una mesa hasta el frente para que podamos ver el espectáculo en primera fila. 

Frente a nosotros, colocan botanas y un tarro de cerveza que disfruto en una agradable compañía. 

—Me encanta.

—Lo sabía.

Coreamos varias de las canciones de la agrupación, grito tanto que la garganta me duele y no importa, mañana voy a ser feliz de saber que fue por una buena causa. Mi corazón late al ritmo de la música y se detiene un segundo al escuchar a la agrupación.

—Esta canción, va dedicada a la hermosa chica de azul, de parte de su mejor amigo. —Me miran a mí. Enseguida mis mejillas se sonrojan por la vergüenza de ser el centro de atención del bar.

“Fue el destino el que me trajo a ti, llegaste a mi vida cuando me faltaban las fuerzas, tú me levantaste, tú me sonreíste, tú me hiciste tu amigo, tu hermano, me alojaste en tu corazón y yo te alojé en el mío”.

Las primeras notas acompañadas de esas palabras me sacan unas cuantas lágrimas, esa canción fue escrita para mí, lo sé. Volteo a verlo y este, al igual que yo, tiene los ojos aguados. Hay tanto detrás de nuestra amistad que no existe un punto de comparación y detalles como este son los que me comprueban que él llegó para darle luz a mi vida. 

Antes de que finalice la canción, el vocalista nos invita a subir al escenario. Aprovecho para tomarme una fotografía que más tarde voy a publicar y presumir a mis seguidores, lo afortunada que soy al tener un amigo como Ed.

Pasada la media noche, estamos de regreso a mi departamento.

—Esa presentación fue espectacular. Mira que escribir una canción para mí, no cualquiera. 

—¿Sabes quién es el autor?

—No tienes que decírmelo, claro que lo sé y eso es lo que me encanta de ti, que siempre estoy presente y que sepas que es recíproco. 

—Eres mi hermanita y jamás quiero que dejes de sonreír, mucho menos por un hombre como Sebastian a alguien como yo. Nadie debe tener ese poder sobre ti, te amo hermanita.

Y para cortar un poco la melancolía de sus palabras, comienza a picarme las costillas provocando que las carcajadas hagan eco por todo el edificio. Riéndonos es como llegamos frente a la puerta.

Escucho un carraspeo que me detiene de golpe.

—Buenas noches. —Mi corazón da un vuelco al ver a mi hermoso novio de brazos cruzados y portando un traje; parece que ha salido de un cuento de caballeros.

—Sebastian. —Digo apenas siendo audible. 

—Yo mejor me retiro. Gracias por esta noche. —Ed se despide dándome un beso en la mejilla y un abrazo, enseguida que me suelta, desaparece sin decir más palabras, ni siquiera se detuvo a saludar a Sebastian y cada vez entiendo más que, jamás lo va a aceptar del todo.

—Pensé que no te vería hasta la siguiente semana —le digo mientras me abro la puerta y lo invito a pasar.

—Pude resolver el asunto de mi hermana y quería darte una sorpresa, pero parece que la pasas bien sin mí.

—Alto ahí. —Literalmente me detengo, aunque también me refiero a que debe detener lo que me quiere decir—. ¿Estás molesto por haberme ido a divertir con mi mejor amigo, mi casi hermano? —Lo enfrento sin dejar de quitarle la vista. 

—No estuviera molesto si no hubiera visto esta foto.

Enseguida me muestra la fotografía que subí a mi red social después de que bajamos del escenario, más que nada para presumir mi noche. Lo que no entiendo es como ha visto esa foto si se supone que no hay manera, según él, nada de perder el tiempo en esto.

—Y entonces, ¿a qué debo tu reclamo? Puedes hablar claro que yo también puedo decirte unas cuantas cosas.

—Vi la foto y me sentí celoso al verte de este modo con Eduardo. 




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