Amor, dolor, odio y venganza

Capítulo 11: Del amor al odio

 

—Mery, hay una persona solicitando tu presencia, es para el evento del viernes, parece que hay un problema. —La interrupción de mi asistente llega justo cuando Ed iba a empezar a hablar. 

 

—Está bien, déjalo pasar y por favor, muéstrale a Eduardo la idea que tenemos para celebrar su próximo cumpleaños. —Es algo que ya había empezado a planear. Mencionarlo me hace darme cuenta de la ilusión en el rostro de Karen.

Eduardo me mira antes de marcharse.

 

—Ya tendremos tiempo para hablar y por favor asegúrate de estar lista para la verdad.

 

Sus palabras me dejan pensando y necesito asegurarme de que todo se encuentre bien, además quiero empezar a planear algo para hacer que los dos hombres de mi vida, comiencen a tener una buena relación, pero eso puede esperar o tal vez su cumpleaños sea un buen pretexto.

 

—Buenos días, señorita Meredith, necesito que cancele todo.

 

—Buen día, señor Martínez, sientes y explíqueme su problema. —Antes de mandar todo lo planeado por la borda, es mejor escuchar y poner todo sobre la mesa. A veces, por la presión que implica una fiesta, mucho comienzan a ahogarse en un vaso de agua. 

Durante toda la tarde, me dedico a buscar opciones o diferentes propuestas que se adapten al nuevo presupuesto, lo importante es que su hija tenga ese ansiado cumpleaños y puedan disfrutar en familia tal como se había planeado desde un principio. Al final todo era cuestión de poner en otra perspectiva su problema. 

 

Resuelto el asunto y cuando al fin me desocupo, voy en busca de mi amigo y me encuentro con la sorpresa de que se ha ido.

 

—Dejo algún recado antes de irse.

 

—Me pidió que le dijera que regresa en unas semanas, al parecer surgió un problema con su abuelo y viajo hasta allá a verlo. —Me explica mi asistente.

 

—Qué pena. —No sé qué más decir respecto a su apresurada salida. Quiero creer que no está huyendo de nada.

 

A pesar de mi duda, entiendo a mi amigo, ya que su abuelo es la única persona a la que de verdad ama y este es recíproco. Me habla tanto de él que ya tengo ganas de conocerlo; sin embargo, eso lo veo demasiado difícil.

 

Lo triste de todo, es que tengo que resignarme a estar sin mi mejor amigo por muchos días.

 

—Por cierto, también me dijo que la propuesta para la boda sigue en pie. —Al ver la cara de mi asistente al decir esto me indica que Eduardo seguramente no aclaro nada y ahora su cabeza da vueltas imaginando una boda conmigo. 

 

—Me invito a acompañarlo a una boda —le aclaro para que no imagine escenarios inexistentes. 

 

Al finalizar mi día y antes de que se me olvide, envío un mensaje a mi querido novio con la finalidad de saber sus planes para el fin de semana que será la boda. Si hago planes con él, voy a tener una excusa perfecta para declinar la invitación de Ed. No tanto porque no quiera estar a su lado, más bien es que no quiero asistir a una boda en la que no fui requerida de manera voluntaria, me va a hacer sentir incómoda al extremo. Lo sé porque soy planeadora de eventos y he visto cada cosa, que mejor no.

 

Antes de acostarme reviso las notificaciones y me doy cuenta de que no he recibido respuesta de parte de Sebastian. Es algo tan habitual que no me preocupa, ya tendrá tiempo de responder cuando su extenuante trabajo se lo permita.

 

Dejo mi teléfono en la mesita de noche y me dispongo a dormir y como cada día, me permito imaginar un futuro al lado de Sebastian, mi sueño es ver correr a un pequeño mientras nosotros vamos de la mano. Esa imagen es la que me causa más melancolía, ya que la posibilidad es muy remota, así lo indicó el médico después de aquel accidente que me marcó en mi infancia. 

 

El incesante sonido me despierta de mi sueño, estoy aturdida por la hora y el lugar en que me encuentro. Busco con la mano el origen del sonido sin dar con él hasta que me doy cuenta de que no se trata de mi teléfono o una alarma, sino del timbre de la puerta. 

 

—¿Quién? —pregunto al estar frente a la puerta. Ni siquiera me detuve a mirar por la mirilla.

 

—Perdón por despertarte, hermosa. 

 

—¡Sebastian! —Me incorporo enseguida y me restriego los ojos para despertar del todo. Miro hacia la repisa en donde tengo un reloj para verificar la hora.

 

Son las seis de la mañana y no me di cuenta de la cantidad de hora que me quedé dormida. 

 

—Soy yo. Quería responder a tu pregunta y quise responder a tu pregunta cara a cara. Justo en la fecha en que lo mencionas… —calla unos momentos.

 

Por la cabeza ruego para que me diga que sí.

 

—A mi hermana le han programado su cirugía y al no tener a nadie más, necesito estar con ella.

 

—¿Cuándo te vas? —No quiero imaginar que me voy a quedar sola durante estas semanas.

 

—Viajaré esta misma semana, tengo que terminar mis pendientes y volveré en unas semanas. Espero no tardar más de un mes. 

 

—Te voy a extrañar. —Y diciendo esto me lanzo a sus brazos, me prendo de su cuello y comienzo a besarlo sin importar si tengo mala aliento por la mañana o que esté en unas fachas que asusto a cualquiera. 

 

Cuando me he cansado de besarlo, me doy cuenta de que estamos en la entrada. Me deja aturdida su llegada sorpresa, tanto que ni siquiera lo he invitado a entrar.

 

—También te voy a extrañar, hermosa —dice mientras se sienta a mi lado—. Me he acostumbrado tanto a tu presencia, a tener los fines de semana más maravillosos que nunca he tenido. Te amo mi querida Mery, te amo y quiero que nunca dudes de eso. —Besa mi cabeza mientras me envuelve en sus brazos. 

 

Está por amanecer, pero aún me quedan un par de hora que quiero disfrutar en su compañía, si esta va a ser nuestra despedida, quiero que se lleve un buen recuerdo, que cada noche añore volver a mi lado y haga todo lo posible para hacerlo enseguida. 




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