Narradora
Todo sigue igual, Alexandro visita ocasionalmente a sus padres y hace llamadas para saber de la salud de su abuela, hasta que todos se encuentran en una cena benéfica.
Estela y su familia aunque ya no formaban parte de la élite como antes mantenian algunas conexiones que le permitian asistir mientras que Alexandro se vivo obligado a asistir junto con su hermana y sus padres, tambien se encontraba el doctor y profesor Sebastian Garcia Lombardi que miraba a Estela de una manera que molestaba a Alexandro y que hacía que Carolina (hermana de Alexandro) sintiera ganas de matar a Estela de los celos debido a su interés por el doctor.
Estela
Cuando recibimos la invitación para la cena benéfica, mi madre casi llora. No por emoción... por el vestido.
—Estela, no podemos ir así como así. No podemos hacer el ridículo —decía mientras intentaba disimular que estaba ilusionada.
—Mamá, tranquila. No somos los mismos de antes, pero aún tenemos presencia —le respondí mientras me acomodaba el vestido que me prestó la tía Rosa. No era de diseñador, pero se veía elegante. Clásico, sobrio. Suficiente.
El lugar era deslumbrante. Luces, música suave, cristalería brillante. Gente que se creía más importante de lo que era, y otros que simplemente sabían cómo fingir. Yo iba como acompañante de mi madre y como voluntaria del equipo de salud. Sebastián me había conseguido una entrada "doble función", como él la llamaba.
—Sabes que ese vestido no te hará invisible, ¿verdad? —me susurró Sebastián cuando llegamos. Llevaba un esmoquin negro y su sonrisa cálida habitual. Me sentí segura a su lado… hasta que lo vi a él.
A Alexandro.
Pelo peinado hacia atrás, traje negro impecable, y esa mirada que analizaba cada rincón sin interés real. Venía acompañado de su hermana Carolina, tan perfecta y altiva como siempre, y sus padres, quienes saludaban como si fueran celebridades.
Lo vi fruncir el ceño cuando Sebastián me ofreció una copa. Lo vi clavar los ojos en nuestras manos cuando Sebastián me acomodó un mechón de cabello con una confianza que yo ya ni cuestionaba. Y lo vi girar la cabeza como si no le importara… aunque sí lo hacía.
—¿Ese no es tu jefe indirecto? —preguntó Sebastián, bajando la voz con una sonrisa traviesa.
—No es mi jefe. Es... el nieto de mi paciente —dije, mirando hacia otro lado.
Carolina nos miraba con ojos asesinos. Y yo no sabía si estaba en una película de amor, una telenovela o un campo minado.
Más tarde, mientras caminaba hacia los baños, escuché pasos detrás de mí. Al girarme, ahí estaba él. Alexandro.
—Bermudi —dijo con voz seca.
—¿Señor Smith?
—Veo que se divierte mucho con el doctor Lombardi.
—¿Y eso le molesta?
—¿Por qué me molestaría? —respondió con una sonrisa torcida. Pero sus ojos decían otra cosa.
—Tiene razón. ¿Qué importa, no? Solo soy la enfermera de su abuela-
—Exacto, solo eso- dice en tono amargo
Y se fue, dejándome con el corazón latiendo demasiado fuerte... y una sensación que no entendía.