Amor extranjero

6

Milena se sentía cohibida por tener que contar su tan secreta lista mental a alguien de Londres, quizá terminaría burlándose de ella.

M: Son cosas tontas...

—¿Cosas tontas? Igual quiero leerlas.

A: Los sueños no son cosas tontas, dime, ¿cuál es tu gran sueño?

—¡Oh, no! Mi gran sueño no te lo diré, te contaré los otros.

M: Primero que nada, quisiera conocer todos los lugares más bellos de Londres. Manejar por sus calles, practicar equitación, tomar el té con alguna mujer aristócrata, ir a un debut de sociedad y...

Él leía lo que ella le escribió, ¿de dónde sacaba que aquello era divertido? Era evidente que no había viajado en su vida. Londres era aburrido y sin diversión, máximo iría a los museos y conocer otros sitios históricos, ¡bah! Los caballos...excelente actividad.

Lo que más risa le daba era «tomar el té con alguna mujer aristócrata», se imaginó a su madre hablando con aquella joven, no duraría ni cinco minutos. Aquella imagen mental le produjo un ataque de risa. Y los debut, «¡por Dios! Pequeñas arpías jugando a ser mujeres; esa mujer vive soñando» , pero ese “y...” lo dejó pensativo.

A: ¿Y...?

—¡Mierda, ¿por qué lo puse?! Ahora se puso curioso.

M: ¡Nada!

—Ya sé, pequeña dama. Quieres besar a un inglés, es obvio que somos irresistiblemente guapos —bufoneó, le jugaría una broma.

A: No estarás soñando con besar al príncipe Guillermo, ¿o sí?

Mientras formuló aquella pregunta, no pudo contener la risa. Esa joven le hacía el día o al menos lo que quedaba de él, hasta se le olvidó el dolor de cabeza.

—¿No estarás soñando con besar a...? ¡Claro que no! Anda, búrlate, idiota...

M: ¡No! No todas soñamos con los príncipes, Alex, yo pienso un poco menos que allá, prefiero besar a un noble...

M: Es una lista más bien de imposibilidades, nunca conseguiría el dinero para ir y tampoco el tiempo para cumplir todo lo que deseo, demasiados libros atolondraron mi cabeza.

—Asidua lectora de las mentiras sobre el amor en la época victoriana, interesante. Yo puedo matar tus sueños, pero... soñar es gratis.

A: Entonces, ¿sí quieres besar a un inglés?

Milena se sonrojó por la forma en que él lo había escrito.

—Besar no, tarado, enamorarme...

M: Quizás...

—Si eres bonita podría hacerte el favor —habló, quiso escribir aquello, pero no lo haría, de seguro se asustaría de sus intenciones.

A: ¿Qué libros has leído?

—¡Uy! Si te contara, me leí hasta los XXX, pero no quedaré como una pervertida.

M: Orgullo y Prejuicio, sentido y sensibilidad, Emma, la Abadía de... No recuerdo bien el nombre, es complicado.

—Jane Austen, excelente elección.

A: ¿Tienes correo? Si lo tienes, agrégame a tu MSN.

—¿El Messenger de Hotmail? Perfecto, sería más cómodo, le enviaría emoticones y todo.

M: Pásame tu correo...

—Bien...

A: alexvanstrauss_80@hotmail.com.

Ella inició sesión en su Messenger y agregó a Alexander.

—Disponible... —leyó Milena en su estado.

Milena: ¡Hola!

Envió un zumbido.

El sonido y la luz que aparecía en la parte baja de su pantalla le avisaron que tenía un mensaje.

—¡Juguetona, eh!

Alexander: Te gustan los emoticones, ¿verdad?

—Dime a quién no le gustan.

Milena: Sí me gustan, ¿tienes alguna foto tuya en la computadora?

—¿Quieres usarme de emoticón? Creo que no, señorita.

Alexander: No tengo ninguna, no acostumbro a sacarme muchas fotos.

—Debe ser porque eres más feo que el infierno, por eso que no te sacas fotos.

Mientras pensaba, le llegó un mensaje.

Alexander: ¿Y tú tienes una?

—Escribiendo... —dijo en voz alta mientras esperaba la respuesta.

Ella se quedó mirando la computadora, «¿le enviaría una foto?». Empezó a buscar en los archivos y encontró unas muy viejas, de cuatro años atrás. ¿Qué tanto pudo haber cambiado?

Milena: Es una foto muy vieja, pero no cambié demasiado.

—No es rubia, bueno, la imaginaba así, es bonita, pero no tanto.

Alexander: Eres bonita, aquí es raro ver a alguien con ese color de cabello y piel, ¿de qué país me dijiste que eres?

—No te he dicho de dónde soy, ni qué hago.

Milena: Soy de un país chiquito, ya te dije que no lo conocerás.

—A ver cómo hacemos para sacarte la información, ya sé... claro...

Alexander: ¿Acaso tienes vergüenza de tu país?

—¿¡Vergüenza!? Jamás, tercermundista con honor.

Milena: Paraguay, no sé si nos identifican, pero jugamos contra Inglaterra en el mundial y perdimos 1- 0.

—¡Mapas de Google! ¿Dónde queda? —Él miró un buen rato el mapa—. Claro, América del sur, país agrícola y ganadero.... Bla bla... Seis millones de habitantes...

Alexander: Ya me he informado un poco. ¿A qué te dedicas?

—Soy una simple asistente.... la más ruda de la oficina, pero es mi secreto.

Milena: Soy asistente contable en una importadora, ¿y tú?

—Soy doctor, mi querida, doctor...

Alexander: soy doctor...

—¿Un doctor?

Milena: ¿Doctor de qué parte del cuerpo? ¡Solo dime que no eres odontólogo! (Emoticón asustado).

—¡Jesus Christ! ¡No!

Alexander: Para tu tranquilidad, soy traumatólogo, puedo curar cualquier cosa que se rompa en tu cuerpo.

Milena volteó los ojos, sabía qué hacían los traumatólogos.

—¿Será que acepta consultas online?

Milena: ¿Si te digo dónde me duele, adivinarías qué tengo? Me duele la espalada baja (emoticones con lágrimas).

—Las consultas no son gratis. —Sonrió.

Alexander: Tienes varias opciones. Dolor muscular por mala posición (si eres oficinista), que es lo más probable, en síntesis no tienes nada.

—Pasó la prueba, doctor. Sé que no tengo nada.

Milena: Es agradable no tener que ir al doctor (emoticones con sonrisas).




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