Travis sonrió por la maldad que hizo, mas sería interesante ver a esos en el momento preciso cuando se dieran cuenta que eran enemigos.
Alexander miraba su pantalla, nada, no recibía respuesta.
—Ya estoy lista —avisó Milena y observó a Travis sentado frente a su computadora—. ¿Qué haces?
—Me tome la libertad de buscar un lugar de comida extranjera, algo neutral, ¿qué te parece la comida malasia?
Ella sintió un alivio, pensó que vio su chat, pero la comida rara no era lo suyo.
—Prefiero unas hamburguesas o cosas más simples.
—Pues tengo lo ideal.
—Apagaré el computador y ya voy —anunció abriendo su MSN. Alexander no le contestó.
Milena: Siento tener que dejarte por ahora, voy a salir, me cuentas después. Besos (emoticones de besos).
Alexander se volvió a fijar después de unos instantes y lo último que le envió era que salió.
Lo único que se le pudo quedar en la cabeza fue que un mensaje de texto para disculparse no era la mejor opción, pero, ¿entonces qué? ¿Ir a verla? No, ni hablar, ¿esperar otro encuentro casual? Pero, ¿cuánto tardaría aquello? El foco se le prendió, solo debía esperar que el tiempo curara sus heridas y olvidara ese incómodo momento sin que él tuviera que mover un dedo.
—¡Ahora sí podemos irnos! Solo debía despedirme de alguien en el chat.
Cerró con llave la cabaña, Travis le abrió la puerta del automóvil.
—¿Que no vas a contarme sobre tu amigo del chat? De seguro es de tu país, ¿verdad? —preguntó curioso.
—Pues es de aquí, de tu país, lo conocí en un chat de amigos.com. Un día me sentí sola y entonces decidí crearme una cuenta para conocer gente y ahí lo conocí, luego intercambiamos correos y empezamos por el MSN —contó con una sonrisa.
—¿Hace cuánto tiempo que chatean? ¿Qué sabes de él?
—Pues como dos meses, más o menos, creo. Primero me cayó como patada al hígado, después fue simpático y ahora me cae muy bien, me dijo que era doctor, su nombre es Alexander.
—Y... ¿vive en Londres? —Quiso saber si él le dijo la verdad, pues como describió a Alexander, era él; primero patada al hígado, ese era un rasgo característico de su amigo y luego de eso pasaba a ser agradable, era obvio que sí lo era.
—Sí es de aquí y pronto nos encontraremos en el Big ben, no pudo ser en estos días porque tuvo un pequeño accidente.
Travis no necesitaba más datos para asegurar que era su compañero.
—Y... ¿no crees que resulta ser demasiado casual que se llame Alexander y que sea doctor como mi amigo?
Ella lo miró. «¿Estás loco?». No pudo contener su ataque de risa.
—¡Lo siento! ¡Lo siento, en serio! Pero estás confundiendo a mí Alexander con tu Alexander, ¡jamás! Podrían ser ni parecidos. Alexander es un nombre común. ¡Por favor, Travis! Me has hecho la noche. El impresentable doctor Alexander es peor que una patada en el estómago, es más bien algo así como un dolor de muelas, ¡insoportable! De verdad que no sé cómo lo soportas —expresó a carcajadas.
—Lo defiendo porque es un encanto.
—Un macaco rabioso es más encantador que él, en serio, ¿no viste cómo me atacó por mi estado civil? ¡Eso no es de una persona cuerda!
—Él suele ser, ¿Cómo lo diré...? ¿Intenso? Creo que sí, esa es la palabra que se aplica directamente a su nivel de raciocinio —indicó él con una mueca maliciosa.
—¡Es de los intensos malos, entonces! Es que por algo no hablo de eso, es doloroso y él me lo recuerda. Ahora, claro, es la excepción porque solo lo comentamos, tú me caes bien y no me haces sentir cohibida como él. —Hizo una pausa—. ¿A que no adivinas qué traigo en la cartera?
—Adivinanzas, ¿eh? ¿No te he dicho que soy bueno observando las cosas?
—No creo que lo adivines, será difícil, ¿no te he dicho que soy buena ocultando cosas?
—Una pista. Solo una y adivinaré, lo juro.
—Si ganas, yo pago. ¿Está bien?
—No soy de los que dejan que las mujeres paguen, pero si eso llena tus expectativas, ¡seré unas libras más rica y yo más pobre!
—¡De acuerdo! La palabra es regalo.
Él sonrió, sabía a la perfección qué era.
—Pues se me hace que vas a pagar la cena, Milena, es la cámara digital que te regalé.
—¡Eres un tramposo! —enunció, le dio un golpe en el brazo como si fuera otro hombre.
Milena por fin recordaba lo que era sentirse libre, fresca y siendo ella, al menos con Travis no debía guardar las apariencias, no la juzgaría por su comportamiento poco femenino.
—Eres fuerte, guarda esos puños
—Más me parece que eres débil —insinuó al mirarse las uñas.
Esas eran las pequeñas cosas que le gustaban de la extranjera. Su ánimo amistoso, no fingía comportarse de forma correcta cuando estaba con él, adoraba a Diana, pero Milena era un condimento exótico jamás visto y Alexander sería quien sazonaría su existencia por un largo año.